Abelardo Castillo, argentino y fatalista

Abelardo Castillo nació en Buenos Aires en 1935 y lo primero que nos admira saber de él es que su obra abarca todos los géneros literarios: novela, teatro, poesía, ensayo y cuento. Precisamente en este último género es donde, a mi parecer, Abelardo Castillo, como muchos otros escritores argentinos, despunta y se nos presenta como un auténtico maestro.

La prosa de Abelardo Castillo es directa, limpia y, en ocasiones, hasta cortante, con una especial predilección por contarnos la realidad sin adornos, tal y como es. Un denominador común en casi todas sus obras es el tema de la fatalidad. Habitualmente, el escritor construye sus tramas de modo que la fatalidad envuelve a los personajes y nos muestra las partes más sórdidas del mundo sin ningún tipo de pudor.

Abelardo Castillo publicó su primer cuento en 1959, a los 24 años, bajo el título Volvedor. Esta publicación se debe al hecho de que ganó un concurso de la revista Vea y Lea, un hecho que puede parecer irrelevante hasta que conocemos a los que fueron integrantes  de aquel jurado: Borges, Bioy Casares y Manuel Peyrou.

Aquel primer premio nos revela que el escritor comenzó su tarea creativa desde muy joven, y que no solo se limitaba a la prosa. Por ejemplo, con solo 22 años escribió su primera obra de teatro titulada El otro Judas aunque no la llegó a ver publicada y representada hasta 1961. En esta obra, una peculiar visión de Judas Iscariote, se hace patente uno de los temas recurrentes en la literatura de este escritor, la culpabilidad y la redención.

El gusto por el teatro de Abelardo es innegable, y en 1964 estrena su obra Israfel, un drama de corte simbolista en el que el escritor Edgar Allan Poe se convierte en el protagonista de un éxito teatral. Esta obra fue premiada en París por el Institute International du Theatre y disfrutó de un dilatado éxito en Argentina. Dicho sea entre paréntesis, el genial Edgar Allan Poe es uno de los escritores favoritos de Castillo, junto con el no menos genial Jorge Luis Borges.

Este escritor inquieto también ha probado con el género fantástico, y una buena prueba de ello son las novelas: La casa de las cenizas y Las panteras y el templo.

Fundador y director de revistas

Su producción literaria no solo se ha limitado a la prosa y al teatro. Las revistas fueron una de sus grandes aficiones por el hecho de que presentaban un gran espacio donde poder articular el debate político y literario.

En 1959 fundó la revista El grillo de papel junto con Arnoldo Liberman, Humberto Constantini, Oscar Castello y Víctor García Robles. Consiguieron publicar seis números y Abelardo Castillo publicó en ella su cuento El marica. En 1960 el gobierno prohibió su publicación debido a su ideología de izquierdas.

Pero en 1961 volvió a ponerse a la cabeza de otra revista El escarabajo de oro para dirigirla junto con Liliana Heker. Su lema era la frase de Nietzsche «Di tu palabra y rómpete». El consejo de colaboradores era un plantel de grandes escritores entre los que se encontraban Julio Cortázar, Juan Goytisolo, Ernesto Sabato, Augusto Roa Bastos y Miguel Ángel Asturias, entre otros. Este es uno de los motivos por los que esta revista se considera una de las más representativas de la generación del 60. De esta época hay que mencionar como un hecho muy importante en la vida del escritor que conoció a Sylvia Iparraguirre, que comenzó a publicar en esta revista por primera vez y terminó convirtiéndose en la compañera de toda una vida de Alberto Castillo. En 1974 El escarabajo de oro  dejó de aparecer y en 1977 Abelardo Castillo dirigió El ornitorrinco hasta 1986.

De su producción novelística, aun siendo escasa, yo destacaría dos títulos: El que tiene sed, un viaje delirante y atormentado en la vida de un alcohólico, y El Evangelio según Van Hutten, sin duda alguna la mejor novela de Abelardo Castillo y creo que no exagero si afirmo que es una de las mejores novelas que he leído en mi vida. Pero, como decía  al comienzo de esta semblanza biográfica, de todos los escritores que hay en Abelardo Castillo, yo me quedo con el cuentista. Que los cuentos de Castillo hayan llamado la atención de maestros como Borges, Bioy Casares, Peyrou o Cortázar, lo dice todo. Para cerrar, nada mejor que hacerlo con una cita de Julio Cortázar que, como siempre, se expresa de un modo certero y preciso:

Castillo escribe cuentos, es decir, sistemas cerrados, y no meros relatos en los que habitualmente no se pasa del recorte arbitrario de una situación sin esa tensión que le da al cuento su valor de trampolín psíquico.

No se podría explicar de un modo mejor. Todos los cuentos de Abelardo Castillo aparecieron reunidos y fueron publicados en Alfaguara. Les recomiendo encarecidamente su lectura y, si desean probar con alguno, para abrir boca, lean este: La cuestión de la dama en el Max Lange. Sencillamente soberbio.

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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