Pandora en el Congo. Albert Sánchez Piñol

La acción comienza en Londres, en los albores de la Primera Guerra Mundial. Un joven inglés llamado Thomas Thompson trata de ganarse la vida con un oficio bastante singular, además de poco lucrativo: trabaja como el negro de un amigo suyo que a su vez es negro de un famoso autor de novelas baratas, llevándose una comisión del primero de ellos y sin que el autor de novelas baratas sospeche nada de esta complicidad. La muerte de su amigo y colega literario hace que, a través de una suerte de azares, Thomas Thompson reciba, a través de un abogado, un insólito encargo. De hecho se va a tratar del encargo más extraño que pueda haber recibido en toda su vida: escribir la historia de Marcus Garvey, un hombre de origen humilde sobre el que pende una condena a muerte por el asesinato, y que, según se deja entrever, ha sido sentenciado de una forma injusta. El estallido de la guerra les da un margen de juego al abogado y al escritor para que éste pueda redactar la asombrosa historia que el propio Marcus Garvey le narrará, a lo largo de sucesivas visitas a la cárcel. Bastante reticente al principio, aunque conocedor de los planes del abogado, Garvey le explica a Thomas Thompson las circunstancias en las que se ha visto envuelto para acabar en su actual situación. Así es como se revela que Garvey ha sido juzgado por el asesinato, durante su viaje a África, de los hermanos William y Richard Craver, los hijos de un importante personaje, con el título de duque. Garvey relata cómo comenzó trabajando en casa de los Craver como lacayo y mozo de cuadra. Los dos hermanos, unos jóvenes de carácter temperamental y violento, rayano en el sadismo, deciden que Garvey los acompañe en su viaje hasta África, en donde planean una expedición de la que esperan volver cargados de diamantes.

Es así como, tras una larga travesía, los tres hombres llegan hasta el Congo, un lugar que les confunde y les aturde, pues su naturaleza salvaje y el carácter de los nativos superan con creces toda las expectativas que tenían de lo que allí esperaban encontrar. Enseguida descubren que se tienen que adaptar a todo tipo de incomodidades, y para tratar de sobrellevarlas, se rodean de un grupo de criados negros a los que tratan como auténticos esclavos y de los que un tal Pepe parece poseer cierto grado de ascendencia. Pepe y Garvey son obligados a compartir la misma tienda de campaña, y con el tiempo se establece entre ellos una relación de confianza, próxima a la amistad. Ya instalados en el confín de la selva, y tras pasar múltiples vicisitudes, los hermanos Craver deciden establecer su campamento donde creen que se puede encontrar la mina de diamantes que los hará más ricos.

Pero lo que encuentran, además de una selva infinita y aterradora, alejada de toda civilización es la entrada a un mundo subterráneo, tan fascinante como aterrador. En este punto del relato, el joven Thomas Thompson comienza a sentir simpatía por el condenado a muerte, y se involucra de forma casi obsesiva en la redacción de sus memorias.

El mundo subterráneo que los personajes encuentran pertenece a unos seres conocidos como los “tectones”, y son una especie de topos humanos, excavadores de galerías inmensas que conducen hasta lo más profundo de la tierra. El primer ser que hallan y con el que toman verdadero contacto es Amgam, una especie de princesa teutona a la que los hermanos Craver retienen como esclava y que acaba convirtiéndose en su esclava sexual. La aparición de Amgam desencadena una tensión sexual entre los dos hermanos, que comienzan compartiéndola, aunque es Richard el que finalmente la adopta como una posesión exclusiva. Pero además de la tensión existente entre William y Richard, surge un tercero en discordia, esta vez el propio Garvey, que se enamora perdidamente de Amgam.

Todo este panorama se complica con el ataque de los tectones y la posterior huída de los esclavos negros. Los tectones comienzan a emerger del inframundo para recuperar a la princesa Amgam. Pese a su superioridad numérica, lo primitivo de sus armas hace que, al menos inicialmente sucumban de una forma fácil ante las balas de los Craver y del propio Garvey, quien se une a la matanza, al mismo tiempo que comienza a establecer una particular relación sentimental con Amgam, con la que termina manteniendo relaciones sexuales a escondidas de los hermanos.

Finalmente, los tectones capturan a los dos hermanos, a Garvey y recuperan a Amgam, y se los llevan con ellos a las profundidades de un mundo aún más aterrador del que han venido. A partir de ese momento, para los personajes ingleses todo se reduce a conseguir escapar y evitar que los tectones puedan volver a salir al exterior.

Esta novela de aventuras sorprende tanto por su ambientación y sus personajes como por su estilo. Da la impresión de que su autor ha sido un avezado lector de autores como Rider Hagard, Edgar Rice Burroughs, Kipling o incluso Lovecraft, cuyas influencias parecen bastante evidentes. La trama es bastante ágil y está bien construida y, sobre todo, proporciona una lectura agradable. Se han escrito muchas cosas sobre esta novela en las que quizá se haya querido colocarla en un plano demasiado trascendente. Si se espera encontrar esa trascendencia como fondo de la novela, creo que el lector se sentirá decepcionado, pues al menos mi impresión final es que no existe tal mensaje anunciado. Pero si se lee como lo que verdaderamente es, es decir, una novela de aventuras con un trasfondo de historia de amor, creo que el lector se sentirá gratificado y que el entretenimiento estará garantizado.

Pandora en el Congo. Albert Sánchez Piñol. Editorial Alfaguara, 2009

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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