Arthur Miller y Muerte de un viajante.

 Arthur Miller y su obra maestra Muerte de un viajanteEs difícil superar la intensidad dramática que Arthur Miller (1915-2005) vertió en una de sus obras maestras, Muerte de un viajante (1949). Raramente puede encontrarse en una misma obra de teatro temas tan difíciles de abordar como el sentido de la vida, las relaciones familiares, el amor conyugal y el paso del tiempo, con semejante brillantez.

Arthur Miller y su obra maestra Muerte de un viajante


Con una puesta en escena deslumbrante, en la que distintos planos de la realidad son posibles gracias a la acertada utilización de la luz y la música, Muerte de un viajante representa la tragedia del hombre medio que aspira a encontrar los valores necesarios para hacer pasable la existencia y que, con el transcurrir del tiempo, ve convertidos en cenizas, no por sus propios defectos, sino por el simple devenir de la vida, cruel e indiferente a los esfuerzos que se puedan hacer por dotarla de sentido.
En este sentido, Willy Loman, el viajante de sesenta años que llega a su casa después de un viaje en el que ha estado a punto de tener un accidente, es la representación de un mito de nuestro tiempo: el hombre gris que no consigue aceptar la mediocridad de su vida, por la que tanto ha luchado. Ese hombre lleva trabajando desde los 19 años, todos los días en la carretera, confiando en su vivaz presencia y en su intuición para las ventas, tranquilo por tener en casa una esposa que lo adora y esperando que sus dos hijos sean algún día más que él ha sido.

Pero la realidad es muy distinta a lo que él ha pretendido en la vida: su mujer solo le ha servido para permanecer dentro de un espejismo; sus dos hijos, brillantes en el colegio, han dejado pasar sus posibilidades, más entretenidos en encontrarse a sí mismos y en pasar buenos ratos con las chicas que en labrarse un futuro sólido. Con más de 30 años, los dos hijos, Happy y Biff, siguen viviendo en la casa del viajante, sin apenas aportar nada, y debe ser el mismo Willy quien saque adelante esa familia después de tantos años de esfuerzos y sufrimientos.

La vida ha sido demasiado dura para Willy; ninguno de sus sueños se han cumplido. Vive en una casa encajonada entre grandes bloques de pisos donde ni siquiera puede tener un pequeño huerto; no ha conseguido nunca encontrar un puesto de vendedor en Nueva York, sin necesidad de estar tirado todos los días en la carretera y nadie parece agradecerle ese trabajo tan duramente realizado, ni sus hijos ni la propia vida.

Así que nada puede impedirle empezar a soñar en aquello que pudo ser y no fue. Desde que entra en escena, Willy es un hombre acabado que solo puede permitirse soñar, porque no le queda nada más por lo que luchar. Su vida ha concluido, no le quedan más fuerzas que emplear, toda su existencia ha sido un continuo empeño porque las cosas salieran bien para él y su familia, y el resultado ha sido nulo. Pero no pierde la esperanza: lo que ocurre es que esa esperanza ya solo se encuentra cifrada en sueños que le vienen del pasado como una brisa fresca que atenúa el doloroso presente, ese presente en que se encuentra con las manos vacías.

Hay escenas muy duras en esta obra, momentos en que la esperanza se torna cruel, en los que los sueños son más penosos que la misma realidad: aún le parece quedar un gramo de ilusión para no quedar aplastado por la piedra que parece llevar agarrada al cuello.
Durante la obra veremos parte de su vida pasada, cuando aún podían hacerse realidad sus ambiciosos sueños, cuando aún podía creer en que la fuerza del destino estaba en sus manos. Él podría ser tan exitoso como su hermano Ben, que a los 21 años ya se hizo rico en Alaska; o como su vecino Charley, que junto a su hijo Bernard ha conseguido labrarse un trabajo digno y bien remunerado en la ciudad.

¿Es Willy un hombre inmaduro? Es posible: nunca ha querido ver lo que tenía delante de las narices, quizás por culpa de su orgullo, quizás porque la sociedad le ha inculcado que tiene que ser un triunfador, que nada vales si no ganas unos buenos miles de dólares al año. Willy Loman vive su pequeña tragedia doméstica, que es la de muchos cientos de personas luchando por la supervivencia en un mundo hostil y despiadado, y llega un momento en que prefiere engañarse a sí mismo que afrontar la verdad.

En estos dos planos, realidad y deseo, es donde se desarrolla la obra, sin que en ningún momento podamos diferenciar uno de otro, porque en la mente de Willy, como en la de su familia, no hay diferencia entre lo que es y lo que pudo haber sido. Resulta conmovedor ese mundo de mentira en el que se encuentra instalada la familia, como si no quisieran despertar de una pesadilla. Willy, su mujer, sus dos hijos, viven una farsa, es cierto, pero es que es la única manera de hacer llevadera la existencia. Solo el golpe de realidad final pondrá las cosas en su sitio.

Muerte de un viajante es una impactante y sobrecogedora tragedia moderna que desenmascara el mito del éxito en el que estamos sumidos. Trata del modo en que el hombre actual se vende para justificar su propio fracaso: el individuo, solo frente a su destino, no puede sacar más que una migajas de todo su trabajo y, en el fondo, lo único que le quedan son sus primitivas ilusiones, el truco final con el que la mente disculpa la pobreza de la realidad.

Muerte de un viajante. Arthur Miller. Tusquets.

 

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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