Auto de fe. Elias Canetti: El principio de poder

Auto de fe

Hay dos mundos que se encuentran enfrentados: el yo individual y el yo colectivo, el individuo frente a la masa. Elias Canetti (1905-1994) fue un gran pensador del siglo XX que estudió esta dicotomía no siempre incruenta en la que se ve inmerso el ser humano. Su obra magna, Masa y poder, empieza de la siguiente manera: «Nada teme más el hombre que ser tocado por lo desconocido». A partir de esta premisa, construyó su única novela, Auto de fe (1935), una de las grandes novelas del siglo XX, una parábola de la situación del hombre en el tiempo que le tocó vivir, y ante todo una novela genial, extraña, única.

No hay un solo episodio que no tenga un sentido trascendente. Para ello Canetti imaginó un hombre que se cree solo en el mundo, un gran sinólogo que habita entre sus libros y sus pensamientos. Es un hombre excesivo, si lo queremos incluso esquemático, el hombre que solo vive para y por las palabras, palabras chinas, para que sea aún más incomprensible su dedicación, pero ese hombre vive en el mundo, todos los días tiene que levantarse en una ciudad habitada por unos seres que nada tienen que ver con las palabras y sí con unos hechos que al gran sinólogo Klien le son totalmente ajenos, porque no se encuentran impresos, porque no son dignos de ser estudiados ni han salido de mentes privilegiadas que acercan al hombre a la verdad. Para el sinólogo Klien, para este antihéroe de Canetti, la vida se encuentra degradada por las situaciones triviales a las que está sometida el hombre, y su inmensa misantropía es la respuesta al asco que le da esa informe convivencia que no lleva a nada.

Una mujer será quien rompa el hechizo en el que vive Klien. Una mujer entra a servir en la casa atiborrada de libros, con el único propósito de cuidarlos. Después de ocho años de convivencia con la sirvienta, Klien descubre que no se encuentra solo en el mundo, que esa mujer, con un poco de tiempo y paciencia, puede ser otra persona dedicada al pensamiento, al estudio, porque su tenaz amor a los libros (les limpia todos los días el polvo) así lo demuestra.

Es entonces cuando comete el error de su vida: decide casarse con la sirvienta, aunque en ese ambiente sórdido en el que se encuentra no hay amor, ni siquiera un poco de afecto. Es una unión intelectual, un hombre y una mujer que se unen por el amor a los libros, no por amor entre ellos. Pero la mujer no resulta ser la persona que Klien imagina. Nosotros, los lectores, algo íbamos sospechando, realidades que Klien no reconoce: Teresa, la sirvienta, es una mujer zafia, que en realidad limpia todos los días los libros porque piensa encontrar en los huecos de la biblioteca los restos de una presunta mujer con la que Klien se ha casado anteriormente y que cree que seguramente ha descuartizado.

El matrimonio de Klien se va convirtiendo en un infierno desde el momento en el que nace, posiblemente por culpa del propio Klien. Divide la casa por habitaciones y cada uno de los esposos va tomando posesión de ellas, o mejor dicho, la sirvienta, ahora mujer de la casa, va tomando posesión de lugares estratégicos dentro de la casa: su único interés es llegar al centro del dinero, a la cartilla donde se encuentran los ahorros del sinólogo.

En esa lucha callada y ruin va asomando un mundo de pesadilla que recuerda a Kafka y que antecede al mundo surreal de Cortázar. Como aquel genial cuento del argentino, Casa tomada, Klien se va viendo reducido por momentos a un lugar cada vez más angosto, hasta el punto de que apenas se puede mover dentro de su propia casa. Teresa va demostrando a su vez una ambición desmesurada por algo que ni ella misma sabe lo que es. El mundo, con sus vilezas, ha entrado dentro de la biblioteca de Klien, dentro de su casa, de sus hábitos, de su pensamiento, y a partir de ese momento se irá produciendo una metamorfosis en Klien, que pasa de ser el dueño de una gran biblioteca a un vagabundo que anda errante por las calles encontrándose a su paso con personajes cada vez más siniestros.

Klien no es un insecto, como en el caso de Kafka, pero poco falta para poder considerarlo así. En cualquier caso, se encuentra sin las herramientas básicas para la convivencia entre las personas, y de esta manera va cayendo en las redes de los sórdidos personajes que va conociendo, en particular, del enano Fischerle, un carterista, chulo de putas, una persona rastrera y ambiciosa que cree encontrar en Klien la persona idónea para conseguir el dinero que necesita para ir a Ámerica, para enfrentarse al gran maestro del ajedrez Capablanca, pues el enano se considera un genio del ajedrez, A partir de ese momento (que ocupa gran parte de los episodios de la novela) la historia se va convirtiendo en una pesadilla con un Klien convertido en una marioneta en manos de un destino que no puede controlar, pero que lo acerca a un fin tremendo y expresionista, un final que se va vislumbrando, apoteósico, definitivo, en el que Klien por fin halle su auténtico destino.

Auto de fe no es una novela al uso; su lectura, sin ser complicada en ningún momento, supone un reto para el lector, que tiene que verla como una inmensa parábola del enfrentamiento del hombre con la sociedad que lo rodea, con las trampas que se tienden las personas en la tarea de sobrevivir. Sin embargo, este enfrentamiento no es angustioso, sino cómico, y muchas páginas de Auto de fe se leen con una sonrisa en los labios, en una hábil maniobra de Canetti, que sabe hacer tragar sus pensamientos más profundos como si fueran puras elucubraciones, aunque detrás de todo ello se encuentre un poso de verdad que, una vez desvelado, enfría la sonrisa en los labios y exhibe en toda su grandeza el horroroso destino del hombre del siglo XX frente a la masa, su mayor enemigo.

Auto de fe. Elias Canetti. Debolsillo.

 

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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