Melodías de Broadway 1955. Vincente Minnelli.

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El musical de Hollywood fue un género que gozó de enorme éxito en la década de los 30 y la incorporación a la Metro de Arthur Freed a finales de esos años, supuso que los mejores guionistas , músicos, letristas, actores y directores del género trabajasen bajo contrato de la productora convirtiéndola en la especialista de los musicales que todos recordamos.

La unión Minnelli-Freed proporcionó un gran número de musicales de concepción bien distinta a lo que se había visto hasta entonces. El argumento se entrelazaba con las partes musicales en un tránsito menos artificioso y que suponían una continuación fluida de la historia, creando películas de maravilloso recuerdo como Cita en St. Luis y Un americano en París hasta llegar a la que sería su obra cumbre The band Wagon.

Tomando como base el montaje de una producción en Broadway, vamos conociendo las vicisitudes de los actores que intervendrán en el proyecto, sus dudas ante los papeles que deben representar, los problemas de financiación, los extenuantes ensayos y el fracaso que resulta ser la ambiciosa y fatua representación de un Fausto cantado y bailado, así como su consiguiente reconversión en lo que era la idea original, un musical al más puro estilo de Broadway.

Desde el momento en el que, al comienzo de la película, Fred Astaire baja del tren que lo traslada de Hollywood a Nueva York y comienza a cantar «By myself», sentimos que la vida se va a iluminar durante unos minutos. La alegría que desprende el número de los trillizos, la elegancia del suave claqué de Jack Buchanan y Astaire en «I’ll have a change my plan», así como el amor por el espectáculo que desencadena el estimulante tema «That’s entertaiment», despiertan los sentidos, el amor a la vida y al cine que estamos viendo.

«Shine on your shoes» es uno de los más grandes momentos que hayamos podido ver de Fred Astaire en solitario. Sus elásticos movimientos acompasados por su inconfundible voz y rodeado de ruido, luz y color, nos hace movernos del asiento a golpes del limpiabotas y sentir la efervescencia y el optimismo que desprende.

Pero cuando aparece junto a Cyd Charisse, nos encontramos ante la mejor pareja de baile de la historia cinematográfica y el mítico número en Central Park «Dancing in the dark» transmite las más fuertes y agradables sensaciones que un baile y su música envolvente puede proporcionar.

Sus movimientos volátiles, como suspendidos en el aire junto con la extraordinaria orquestación, casi aterciopelada que Conrad Salinger hizo del tema, lo convierten en un espectáculo emotivo, elegante, mágico y absolutamente sensual.

El espectacular número final «The girl hunt» con una concepción en su puesta en escena y una coreografía novedosa, al más puro estilo negro, vuelve a proporcionarnos momentos sublimes de la pareja. Colores, música, movimientos, todo queda indisolublemente mezclado dando lugar a una pieza perfecta.

Es una película de obligada visión por ser una obra maestra en su género y, posiblemente, el último gran musical de la llamada época dorada de Hollywood pero, sobre todo, es recomendable porque garantiza momentos de absoluta felicidad, un puro deleite y un festín para los sentidos.

Al fin y al cabo, como todos ellos cantan unos segundos antes de bajarse definitivamente el telón: That’s entertaiment.

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2 Comentarios

  1. Resulta curiosa la visión que tienes de las cosas cuando eres pequeño y como al madurar cambian tus percepciones. Recuerdo que a la hora de la sobremesa, cuando lo más era tener la UHF, me enfadaba soberanamente cuando ponían películas de Astaire. A posteriori y sin que el Musical sea mi genero preferido, he podido apreciar y admirar el arte de ese tipo flaco que hacia tan facil lo que con certeza es tan compliado

    • Es cierto que cuando tú y yo veíamos juntos las películas de los sábados y nos ponían un musical, nos decepcionábamos un poco por la propia impaciencia que tienen los niños y por desear más una cómica o con más acción, pero ha sido gracias a ver todo tipo de géneros desde pequeños como hemos llegado a amar el cine, a no poder vivir sin verlo y a apreciar lo que se nos escapaba de pequeños. Y los maravillosos bailes de Asteaire es algo que se queda grabado desde la más tierna infancia.

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