La condesa descalza. Joseph Leo Mankiewicz

La condesa descalza

El éxito y reconocimiento obtenido con Cartas a tres esposas y Eva al desnudo, ofreció a Mankiewicz la oportunidad de alejarse definitivamente de Hollywood para instalarse en Nueva York a salvo de un lugar que se le antojaba demasiado artificial.

Creó su propia productora, Figaro Inc., y su primera película como independiente sería La Condesa Descalza donde puso en boca del personaje Harry Dawes, encarnado por Bogart todo lo que llevaba años pensando del mundo hollywoodiense, haciéndolo a través de una estructura narrativa en la que varias personas analizarán subjetivamente la trama, al tiempo que el director volvió a mostrar una de sus máximas obsesiones, la influencia que el pasado y el futuro tienen sobre el presente.

En varias ocasiones se hace referencia al cuento de Cenicienta como trasunto de la vida de la protagonista María Vargas (Ava Gardner), pero hay una idea que sin duda Mankiewicz quería expresar con mayor intensidad y que es pronunciada por Harry Dawes: Un guión siempre debe tener lógica, la vida no.

Así es como en el cementerio de Rapallo bajo una intensa lluvia donde se oficia el funeral por la Condesa Torlato-Favrini, comenzaremos a conocer la vida de la que antes fue la famosa actriz María Damata y mucho antes la bailarina española María Vargas.

Harry Dawes ( Humphrey Bogart) comenzará evocando cómo llegaron a Madrid en busca de una belleza para lanzarla como la nueva estrella de un advenedizo productor que en realidad solo entiende de petróleo y del servilismo que exige tanto a Harry, su director y guionista, como a Oscar Muldoon (Edmond O´Brien) su relaciones públicas y a todas las mujeres de las que se hace acompañar.

María Vargas (Ava Gardner) será la belleza elegida y bajo la protección de Dawes viajará a Hollywood donde triunfará como estrella, pero su vida continuará estando vacía, sin el menor interés por las personas que la rodean, sin participar de los oropeles que el mundo del cine le ofrece y esperando conocer al hombre que la enamore por primera vez.

Será en la Costa Azul donde se encuentre con el Conde Torlato-Favrini (Rossano Brazzi) y donde podrá hacer realidad su sueño, pero este guión ya no estará escrito por su amigo Harry Dawes sino por el hombre con quién se casa, ese Conde que se sabe el último de su estirpe y que arrastrará a María a convertirse en un personaje más en la galería de cuadros familiares sin posibilidad de descendencia y haciéndola partícipe de la vida que le espera en su noche de bodas.

Toda la película estará contada a través de seis flashbacks. Cada uno de ellos comenzará siempre en el cementerio en tiempo presente con la omnipresencia de la escultura en mármol de María, última Condesa Favrini y con unas narraciones que irán pasando de Harry Dawes, a Oscar Muldoon y el Conde, hasta volver al último fashback narrado nuevamente por Dawes donde se intercalará uno más, aquél en el que María le contará a Harry su dramática noche de bodas y la buena nueva con la que desea hacer feliz a su marido.

Esta estructura provoca en el espectador una sensación de fatalismo desde el principio y el hecho de elegir a Jack Cardiff como fotógrafo no será casual ya que el predominio de los marrones, verdes, grises y la tonalidad pastel que impera en cada fotograma y que recuerda a sus trabajos en películas británicas como Las zapatillas rojas, provocará una textura y una sensación de irrealidad que se asemejará más a un cuento que a la propia vida.

Fue Edmond O´Brien con su gran interpretación del publicista Oscar Muldoon quien conseguiría el premio Oscar como mejor secundario pero, a pesar de que las relaciones del director con sus principales protagonistas y de ellos entre sí no fueron buenas, hay que admitir, como finalmente hizo Bogart, que estamos ante una de sus mejores y más importantes interpretaciones. La sensibilidad, la ternura, el proteccionismo que derrocha ante el papel de amigo, padrino, confesor y psiquiatra de María, hace a Bogart absolutamente creíble en el personaje y diametralmente alejado de la figura estereotipada de otras ocasiones demostrando así su verdadera valía; y de Ava Gardner solo se puede decir que como bien demuestra la película, la extraordinaria belleza, el éxito y el buen trabajo demostrado, no siempre hizo feliz a una mujer como ella, pero tener como espectadores el placer de contemplarla es sin duda un aliciente más en esta refinada e inteligente película, como no podía ser menos en Joseph L. Mankiewicz.

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3 Comentarios

  1. Nunca he visto una película de Bogart en la que transmita tanta ternura sin que deje de perder, al mismo tiempo, ese típica ironía en su mirada, en sus palabras y en sus gestos.

  2. Sí, pero no acaba de caer bien un Bogart buena persona…

  3. A mí, el Bogart que más me gusta es el de La Reina de Africa, absolutamente poliédrico. Empieza como pailán, luego es un individuo rudo y curtido por la mala vida, más tarde destila ironía, para acabar siendo tierno y hasta heróico. Tuve la enorme suerte de ver esta película hace muchos años sin tener siquiera pistas de su trama, por lo que resulto ser un grato descubrimiento del, para mí, mejor Bogart.

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