Cuentos de la Edición de Nueva York: Julia Bride, El rincón feliz. Henry James

Julia Bride Para el crítico Leon Edel, no hay novela o relato de Henry James, que por una u otra razón, merezca el olvido. El propio James, para la Edición de Nueva York -que a la postre sería su testamento literario- seleccionó 54 relatos que quiso recuperar del olvido en el que la mayoría estaban sumidos. Junto a ellos incorporó los tres cuentos más recientes que no habían tenido la oportunidad de ser publicados en forma de libro.

Forham Castle es una extraña narración de diciembre de 1904, escrita justo antes de que James se embarcara hacia Estados Unidos, donde vivió un largo período. Es significativo este relato en su producción puesto que, de alguna forma, supone la despedida de toda una serie de textos sobre costumbres europeas antes del confuso deslumbramiento que le produjo el reencuentro con su país.

De nuevo acude a uno de sus temas favoritos, la renuncia, esta vez de modo superlativo. C. P. Addard es un inglés de mediana edad que vive en un hotel junto al lago Ginebra; allí encuentra a Mrs. Vanderplank, una vieja señora americana. Addard le dice a ésta que se halla de camino a Constantinopla donde le espera su esposa, y Mrs. Vanderplank le comenta a su vez que viene de visitar a su hija en Roma.

Sin embargo, después de la cena, C. P. Addard confiesa que realmente se llama Abel Taker y que permanece en Suiza a la espera de que su mujer ascienda en la escala social en Londres. Lo extraño de este relato es que Mrs. Vanderplank tampoco se llama así, sino Mrs. Magaw, y también se halla recluida en Suiza con una falsa identidad para ayudar a su hija en el mismo sentido que su interlocutor.

Aun siendo bastante inverosímil que estos dos seres atribulados por una doble personalidad coincidan en el mismo hotel ginebrino, el relato tiene un cierto halo de misterio quizá procedente de su curiosa simetría. Estamos ante dos personas que renuncian a su propia vida por tal de darles una vida mejor a sus seres más allegados, pero esta doble personalidad deviene en la ausencia absoluta de personalidad, puesto que se ven obligados continuamente a mentir respecto a cualquier dato real de sus vidas.

Curiosamente Mrs. Magaw recupera su personalidad cuando su hija la llama para que acuda a un encuentro en sociedad en Fordham Castle, donde por cierto ha conocido a Mrs. Taker. James insiste en la simetría justamente para hacer asimétrico el relato: si Mrs. Taker no le pide a su marido que regrese de Suiza, éste seguirá siendo C. P. Addard, es decir, nadie, y ella seguirá portando también una personalidad impostada, puesto que un aspecto fundamental de su vida –su marido- es cruelmente sometido a la exclusión definitiva.

Julia Bride, el primer cuento tras más de 3 años de inactivdad

Como decíamos, el choque de Henry James con la civilización americana después de 20 años de ausencia fue brutal y no dejó pasar la ocasión para reflejarlo en sus textos. Julia Bride (marzo-abril de 1908) fue el primer cuento que escribió tras más de 3 años de inactividad literaria. En él reencontramos su extraordinaria capacidad de observación: en aquel momento estaba surgiendo con fuerza en Estados Unidos lo que se llamó la mujer nueva, una mujer emancipada y dueña de sus actos que pretendía equipararse en derechos a los hombres. No dejaba de ser la Daisy Miller que él había imaginado 30 años antes pero no le pasó inadvertido un hecho: la sociedad aún no estaba preparada para acoger a este nuevo modelo de mujer, o al menos cierta parte de la sociedad media alta que era donde él solía situar sus historias.

Julia Bride no deja de ser el prototipo de heroína jamesiana nacida en los Estados Unidos que tiene que luchar con las viejas armas de las mujeres precisamente para situarse en la nueva posición que éstas deseaban. De hecho, no es casualidad que James sitúe a Julie en el Museo Metropolitano de Nueva York al comienzo del relato. Puede andar sola por las salas pero esa aparente despreocupación oculta un fondo angustioso: ella ha tenido seis compromisos anteriores y su madre se ha divorciado tres veces. Estamos sin duda ante mujeres que toman sus propias decisiones pero Julia teme que este pasado sea demasiado atrevido para su pretendiente, un joven de la alta sociedad neoyorquina.

En el Metropolitano se encuentra casualmente con su padrastro -o más bien, uno de ellos- al que le pide un gran favor: que sostenga ante la opinión pública que fue él el causante del divorcio con su madre, cuando todos comprendemos que ha sido al revés. Eso eliminaría cierta fachada de disipación en la forma de ser de su familia. Lo que no espera es que –siguiendo con la afición a las simetrías de James- sea su padrastro el que le pida justo lo contrario: que su madre fue la causante de la ruptura, ya que él quiere casarse con una mujer rica que es posible que dude de su honorabilidad. Para desgracia de Julia, la millonaria aparece en ese momento en el Museo y se ve obligada a seguirle el juego a su padrastro.

Las apariencias lo son todo, parece decirnos James, y creemos que después de un siglo, el escritor norteamericano tenía razón: haz lo que quieras en tu vida privada, pero públicamente aparenta que eres honrado. Julia tendrá una nueva oportunidad de demostrar su honorabilidad con Murray Brush, un joven con el que coqueteó en su momento y finalmente dio calabazas. Murray ha vuelto de China y parece no enterarse de qué va el asunto cuando Julia le ruega que interceda por ella.

No es tampoco casualidad que el encuentro con su antiguo novio se produzca en Central Park, y más concretamente en un rincón poco transitado. La nueva mujer puede escoger esos sitios con un hombre con el que no está comprometida sin que la sociedad se escandalice, o al menos no se escandalice aparentemente, ya que cuando la mujer lo que quiere es ascender en la escala social por medio de un matrimonio, ésta es vista con lupa.

La paradoja que termina descubriendo el lector gracias a la actitud de Murray es que Julia tiene que defenderse de algo que no ha sucedido. Ella es consciente de su delicado lugar en la sociedad, pero llega hasta el punto de querer probar la inexistencia de un mal que nunca ha cometido.

Un expatriado, cuya vida ha pasado casi íntegramente en Gran Bretaña y que regresa a Nueva York es el punto de partida de El rincón feliz (The Jolly Corner). Spencer Brydon, de década en década, se había imaginado a sí mismo estar previendo, del modo más generoso e inteligente, cambios espléndidos, pero al regresar a su casa, a sus viejas pertenencias, se da cuenta de que no había previsto nada: echa de menos lo que había estado seguro de encontrar, y encuentra lo que jamás habría imaginado.

De alguna forma, Brydon escapó de un Nueva York aún provinciano para vivir una dichosa existencia allá donde todo era grandeza pero a su vuelta cede a la tentación de ver de nuevo su casa en el rincón de la dicha, como solía describirla con cariño, el lugar donde había visto por primera vez la luz y había compartido sus primeros años con su familia y amigos.

Recorriendo la vieja casa, ya condenada a convertirse en un rascacielos, tiene la sensación de que, en cualquier momento, al abrir una puerta, tras la que está seguro de no encontrar nada sino oscuridad y polvo, avanzará hacia una presencia rígida por completo, algo plantado en medio del lugar y que le hará frente en la oscuridad.

Porque él podría haber vivido allí en ese momento, podría haber elegido, en su juventud, permanecer junto a sus seres queridos y haber emprendido una vida que sería completamente distinta a la vivida al otro lado del océano. Esa vieja casa, ya vacía, piensa él que debe ocultar a ese otro Brydon que se quedó en Nueva York y cuya presencia cree detectar hasta el punto de que comienza una persecución por pasillos silenciosos y habitaciones vacías para poder encararlo y descubrir, en su viejo rincón feliz, a esa otra persona que –él no lo sabe- tal vez le produzca horror conocer.

El episodio que James narró en esta bella historia del doble, en la que una persona se busca materialmente en otro pasado distinto al que vivió en la realidad y que él ha repudiado, le fue sugerido a su vuelta a Nueva York en 1904, cuando estaba planeando la redacción de una novela también de tema sobrenatural, El sentido del pasado, que nunca llegó a terminar y que, de haberlo hecho hubiera sido, sin duda, una de las mejores novelas fantásticas jamás escritas.

Cuando dicha novela fue dejada a un lado, retomó el tema en 1907 para escribir este cuento que, curiosamente, abordaba ese encuentro del hombre con su otro destino en sentido contrario, es decir: en la novela es un americano el que, en la vieja Europa y a través de un retrato de un antepasado inglés, atraviesa el tiempo hacia un pasado desconocido que con el tiempo tratará de modificar.

Tal vez la sorpresa última de un cuento tan brillante y conocido como El rincón feliz no la escribió James en el texto, sino que fue la propia realidad la que puso un punto final a lo que metafóricamente el escritor había tratado de explicar en él: el relato fue rechazado por los directores de varias revistas. Cuando estaba convencido de no ver su relato publicado en un medio escrito, una revista fundada poco antes por Ford Madox Ford, la English Review, le dio esa oportunidad en diciembre de 1908.

Julia Bride. dÉpoca Editorial.

El rincón feliz está incluido en la selección Relatos. Editorial Cátedra.

Forham Castle pertenece a Complete Works of Henry James. Delphi Classics.

Reseñas sobre Henry James en Cicutadry:

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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