Cuentos de tres ciudades. Henry James: Síntomas de agotamiento

30-tresciudadesTras una prolongada estancia en Estados Unidos y un regreso a Inglaterra poco reconfortante, Henry James tenía los suficientes elementos de juicio actuales sobre los dos países como para afilar su penetrante capacidad crítica después de unos primeros años en los que se había sentido un peregrino apasionado por las costumbres británicas en comparación con las provincianas maneras que veía en los americanos.

Este nuevo sentimiento lo plasmó en un libro, Cuentos de tres ciudades (Tales of Three Cities, 1884) en el que recogió su reciente percepción de los tres lugares que mejor conocía, Londres, Nueva York y Boston. Para sus pretensiones, continuó utilizando el tema internacional aunque con tintes mucho menos agradables que en épocas anteriores. De hecho, estos cuentos le sirvieron como vehículos de expansión personal en detrimento de la calidad literaria: como es bien sabido, en literatura la excesiva cercanía a los hechos no suele ser un método adecuado para alcanzar buenos resultados artísticos.

Impresiones de una prima (The Impressions of a Cousin) nos lleva a una Nueva York cercana al momento de publicación del relato –noviembre y diciembre de 1883-, ofreciéndonos una perspectiva hasta ese instante casi insólita en Henry James: está contado en forma de diario por una mujer. Naturalmente, esa mujer es una solterona ya entrada en años, reservada y discreta, que se convierte en dama de compañía de una joven neoyorquina. Uno tiene la sensación de que James eligió una perspectiva femenina para tratar de borrar sus huellas personales en cuanto a la nefasta opinión sobre Nueva York que subyace de forma expresa o implícita en el texto.

Es un cuento extraño porque ese diario no mantiene una continuidad en el tiempo, lo que parece deslavazar la historia. Parece que James hubiera utilizado una paleta impresionista (de hecho el título sugiere esta idea y la protagonista es pintora) para contar las desventuras de esa joven huérfana de Nueva York, Eunice, recién regresada de Italia y que se incorpora a la vida americana sin mayor entusiasmo, sólo a la espera de cumplir la mayoría de edad para recibir su vasta herencia de manos de un administrador, Mr. Caliph, que durante cuatro años ha manejado su patrimonio.

La desagradable impresión que la narradora, Catherine, ha recibido de Nueva York parece teñir todo cuanto piensa. No solo le parece una ciudad espantosa para ser llevada al lienzo (y más en comparación con los encantadores rincones italianos) sino que sus habitantes parecen haber tomado ese tono entre grisáceo y marrón de los edificios. La presencia en la casa de Mrs. Ermine, prima de Eunice, parece darle la razón: es una mujer insustancial, cotilla, metomentodo, de un profundo mal gusto y una ignorancia supina. A ello hay que añadir la inesperada aparición del hermanastro del administrador, Adrian Frank, que se presenta ante la prima como una especie de emisario de Mr. Caliph, siempre demasiado ocupado en Washington como para aparecer ni siquiera unas horas por la casa de su protegida.

Este Adrian Frank es un elemento claramente perturbador cuya temprana –y extraña- presencia en el cuento lo dota de un indudable interés desde el punto de vista literario. Porque lo que James oculta tras un diario un tanto antipático de hechos pocos relevantes es un nuevo capítulo de su técnica del punto de vista, y digo que oculta porque sabe manejar la fiabilidad de la narradora de una manera realmente brillante sin que nos demos cuenta de la pobreza argumental del relato.

Con Henry James caemos en la trampa una y otra vez: creemos que lo que estamos leyendo es lo que ocurre realmente en la historia, pero a poco que avanzamos en ella, y en una lectura atenta, nos damos cuenta que la narradora cae en contradicciones, que la mayoría de las frases dadas por sentadas no son más que impresiones y que los prejuicios de Catherine la llevan excesivamente lejos en sus precipitadas deducciones.

Porque desde el principio intuimos (aunque no lo exprese con claridad) que el administrador ha engañado a su joven amiga, que su patrimonio se ha evaporado y que lo que pretende el cínico Mr. Caliph es que la joven Eunice se case con su rico hermanastro para compensar la jugarreta que le ha gastado. A su vez también intuimos (pero nunca lo sabremos con certeza), que Eunice está completamente enamorada del administrador, que el hermanastro lo está de ella y que todo aquel juego malvado de intereses es realizado con la suficiente sutileza conspirativa como para que ni la joven ni su torpe prima se den cuenta.

Es admirable cómo James es capaz de armar y desarmar un argumento con una simple frase y cómo con un pequeño detalle, que a la propia narradora se le ha pasado por alto, indica al lector que lo que está leyendo no es del todo fiable.

Mucho más sarcástico fue su siguiente cuento, Lady Barberina, en el que quizás arremetió como nunca contra los ciudadanos de ambas orillas del Atlántico. Ya de por sí el comienzo del cuento es brutal, situándonos en Hide Park, en concreto en una de sus avenidas, Rotten Row, donde la más rancia aristocracia inglesa se dedicaba a pasear todos los días con sus caballos mientras que los demás habitantes de Londres se dedicaban a admirarlos sentados en sillas de a penique.

Ya para entonces esta inveterada costumbre londinense era ridícula e inmoralmente clasista. Mientras la ciudad hervía en plena revolución industrial, los ricos ociosos se dedicaban a cabalgar por el centro de Londres como si estuvieran al margen del mundo y sus demonios.

Allí conoceremos a Lord Canterville, un espécimen cuyo apellido parece decirlo todo, y a su segunda hija, Lady Barberina, joven de una belleza poco común. Sentados en sus caballos parecen como juguetes de una exposición: se ven pero no se tocan. Sólo un norteamericano decidido y audaz, Jackson Lemon, se atreverá a entrar como un elefante en una cacharrería en la paz que parece flotar alrededor de los aristócratas.

El joven Lemon debería resultarnos simpático: médico de profesión, dejó de ejercerla cuando su padre le dejó una imponente herencia, aunque con ese dinero pretende financiar proyectos científicos. Es un joven inteligente, despierto, de conversación ingeniosa, seguro de sí mismo y de las ideas democráticas que ha recibido de su país. Se ha encaprichado de la belleza de Lady Barberina y la pretende como esposa.

La nota perversa es que más que pretenderla, la quiere comprar. Cuando se dirige a Lord Canterville para hablarle de su hija es consciente de que el inglés tiene pocos recursos económicos, y aunque en principio intenta gustarle por su manera de ser, pronto echa mano de sus millones para pasárselos por la cara al aristócrata. Con lo que no cuenta es con la estirada y seca respuesta de la familia del Lord: si quiere a la joven, debe firmar antes un acuerdo económico que le garantice a su hija un próspero futuro.

La escena de petición de mano entre Lord y Lady Canterville y el ofuscado Jackson Lemon, es una de las más desagradable nacidas de la pluma de James. La joven –sin estar presente- es tratada como una mera mercancía; la condición de médico del norteamericano como un defecto plebeyo y los padres de Lady Barberina como unos muertos de hambre apalancados en una nobleza de costumbres que no tiene nada de noble.

La segunda parte del cuento nos reserva una sorpresa: Lemon lleva a vivir a su reciente esposa a Nueva York y la lucha entre la elitista visión del mundo de la joven –que ha demostrado ser tan insulsa como sus padres además de tener pocas luces- y el estúpido empeño de Jackson Lemon para que siga en Estados Unidos las costumbres británicas más casposas –por ejemplo, recibir en su mansión- contrasta con la libertad de formas que viven en su entorno. Lo que empezó como una agria versión del tema internacional, deviene en una sombría demostración, por parte de James, acerca de la imposibilidad del amor en un mundo atestado de arrogancia, estupidez y prejuicios.

El tercer cuento del libro, A New England Winter es una enmarañada comedia de malas costumbres ambientada en Boston. Dejaremos que sea el propio Henry James quien nos desvele la raíz de su lioso argumento, según unas notas que apuntó en su cuaderno tres años antes de publicar el relato:

18 de enero de 1881. Mrs. T., residente en América (Newport, digamos), tiene un hijo joven, soltero, listo y egoísta que se obstina en vivir en Europa y a quien, por lo tanto, sólo ve a largos intervalos. Él prefiere la vida europea y se toma muy a la ligera las obligaciones filiales. Ella viaja a verlo de vez en cuando pero, por miedo a aburrirlo, no se atreve a establecerse definitivamente cerca de él. Por fin, con todo, él vuelve al hogar a hacer una visita breve, y todo lo que ella desea es convencerlo de que se quede unos meses. Tiene razones para creer que la tranquilidad de la casa cansará mucho al joven; y a fin de aumentar el atractivo invita a una muchacha —familiar distante, de otro lugar del país— a vivir con ella una temporada. No tiene el menor deseo de que el hijo se enamore seriamente de la chica; y no cree que vaya a ocurrir —teniendo en cuenta que él es de temperamento frío y volátil y mantiene una relación con cierta mujer extranjera. Simplemente piensa que la casa se volverá más agradable con la presencia de la chica, y su hijo se quedará más tiempo. Que ella quizás sea la sacrificada —es decir, que ella pueda llegar a interesarse demasiado por el hijo— es una idea que no está dispuesta a considerar. Llega el hijo, durante una semana es muy amable —luego se aburre mucho y da muestras de querer marcharse. Sin embargo, instado por la madre, se demora un tiempo más, y entonces sí que empieza a interesarse por la chica. Ella, que es por demás inteligente y observadora, se ha percatado del papel que le han endilgado y, poco después, se harta y decide marcharse. Entretanto el hijo se ha enamorado gravemente; va tras la muchacha, deja a la madre sola y pasa el tiempo restante de su estancia en América reclamando infructuosamente el afecto de la joven —de modo que, como justa retribución, la madre pierde también la compañía de él. La chica lo rechaza y él, presa del disgusto y la inquina, regresa a Europa, donde se casa con la otra persona, la mencionada antes, ¡y deja a la madre lamentándose! —El tema es bastante trivial, pero creo que algo puede hacerse. Si el desenlace sugerido pareciera demasiado cruel, podría imaginarse que al fin la muchacha accede a la pasión del hijo y se casa con él, siendo así la separación de la madre menos completa. La historia podría contarse en forma de diario de la madre.

Finalmente Florimond, hijo de Mrs. Daintry, no se enamora de la joven Rachel Torrance, sino de una prima de ésta, Mrs. Mesh, con lo cual la historia cambia en ciertos aspectos. Sin embargo he transcrito las anotaciones de Henry James para enseñar el poco interés que el autor demostraba por la historia en sí. Cuando decidió escribirla añadió la procedencia bostoniana de los personajes, que en ese momento le valía para sus propósitos, puesto que ellos, casi sin excepción, son seres afectados, fríos, egoístas y desapasionados, tal como el autor veía en esa época a sus antiguos conciudadanos de Nueva Inglaterra.

El hecho de que echara mano de una anotación escrita tres años antes sin demasiado entusiasmo prueba que para Henry James el tema internacional se estaba agotando y que solo dándole un toque sarcástico y utilizando sus sobrados recursos narrativos podía dotarla de interés para el público. Así parece confirmarlo el mismo James en una carta a su amigo William Dean Howells:

“Mi tendencia a la desproporción permanece incorregible. Comienzo cuentos cortos como si fueran a ser novelas largas. A propósito de esto, pídale a Osgood [su editor] que le muestre el original de otra cosa que le envié últimamente –A New England Winter. No es muy bueno – al contrario; pero quizás le parezca que he conseguido lograr una cierta impresión de Boston.”

En este aspecto es cierto que consigue transmitir una encantadora estampa de Boston bajo el duro cielo invernal –conocía muy bien la ciudad y como tal ciudad le gustaba- pero sus habitantes no salían muy bien parados. Tal vez no sea casualidad que este cuento fuera escrito tres meses antes de que comenzara Las bostonianas. No obstante el contraste entre la sobria profundidad de la novela y el tono ligero de este relato es tan marcado que, de nuevo, nos inclina a pensar que James ya estaba agotando –conscientemente- su primera etapa como escritor, aunque aún nos dejaría algún gran relato de esta época.

Lady Barbarina. Treviana.

Impresiones de una prima pertenece a la selección de relatos Nueva York. Sexto Piso.

A New England Winter está incluido en Complete Works of Henry James. Delphi Classic.

Reseñas sobre Henry James en Cicutadry:

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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