Elogio del libro grueso

Pila-de-libros

Las razones por las que decidimos qué libro leemos son variopintas. Una de las más comunes es el comentario de un conocido, el boca a boca, alguien nos cuenta lo buen libro que es, o lo mucho que disfrutó leyéndolo. Otra fuente muy común es la reseña o crítica literaria, ya sea en periódicos, revistas y demás prensa escrita, así como los anuncios publicitarios y acontecimientos denominados culturales, que son en realidad promociones comerciales de las editoriales. Los libreros también sirven de avisados consejeros en muchos casos, sobre todo cuando el comprador no tiene mucha idea del panorama literario actual. Y finalmente está la lectura del autor ya conocido: si nos ha gustado un libro de Pérez, es bastante común que busquemos más libros de ese tal Pérez. Podemos, de hecho, hacernos lectores compulsivos de Pérez. Mi amigo José Luis es uno de ellos, hemos llegado a afirmar de él que conserva más textos escritos de, por ejemplo, Antonio Muñoz Molina que el propio Muñoz Molina. Cosa harto probable, cuando observamos maravillados su impresionante colección.
 
Pero hay una razón para elegir libros que, aunque ahora nos pueda parecer poco importante, es una de peso, y nunca mejor dicho. Esta razón es el tamaño. Y no me refiero al tamaño físico, sino a la extensión de lo escrito. Yo soy un ferviente lector de libros gruesos. Un libro de más de quinientas páginas me ofrece confianza, me aporta seguridad de que voy a pasar horas disfrutándolo, de que no acabaré de leerlo en una única tarde, ni siquiera en una semana. Significa un constante estímulo durante las horas que dedique a leerlo, pasaré meses imaginando su progreso, su final. Tiempo y tiempo que mis pensamientos estarán dedicados a un tema particular, ese voluminoso libro.
 
Los libros me acompañan en momentos de soledad y aburrimiento, me relajan durante su lectura de las contingencias del día, me ayudan a dormir haciéndome olvidar los embates de la vida diaria. Abren una ventana al pensamiento del autor, y me hacen viajar a lejanos países, ciudades desconocidas, culturas ajenas. Transmiten también desasosiego y angustia; no suelo realizar lecturas evasivas. Simplemente es un universo propio, una comunicación entre autor y lector que me transporta a un estado de consciencia diferente. Ese mundo aparte que establece la relación unívoca entre escritor y lector, una relación que si es placentera, me gusta mantenerlas durante días, semanas, meses quizá, si el libro es suficientemente voluminoso.
 
El libro me acompaña en los momentos más privados, me cuesta conciliar el sueño sin haber leído algunas páginas de mi compañero. A veces me quedo dormido con él en mis manos, se queda entre las sábanas durante horas. Tantas placenteras sensaciones emanan del libro que anticipo el efecto de su lectura con solo tocarlo, sopesarlo e incluso mirarlo. Por todo ello, me gustan esos libros que duran más de lo normal, aquellos que pueden hacerme disfrutar más tiempo.
 
Un libro de pocas páginas es para mí como una desilusión. Como la del amigo que se va, o la de la novia que te abandona, o la de la película que dejas a medias. No llego a establecer con él esa sensación de continuidad que ofrece ese libro largo y extenso, del que el apego surgido entre ambos es difícil de olvidar.
 
Soy consciente de que hay obras maestras de la literatura extraordinariamente breves, o de que es posible leer muchos libros pequeños, seguir leyendo uno tras el otro. Pero no es lo mismo. Contemplar como avanza el marcador de páginas durante semanas y semanas, lentamente pero con constancia, a lo largo del volumen es para mí una sensación más que placentera. Repasar capítulos ya leídos de los que queremos recordar algún olvidado detalle. Sopesar el tiempo empleado en la lectura de una parte del libro y calcular el tiempo restante para llegar a su fin.
 
Como todo lo humano en la vida, la lectura de un libro, aunque sea voluminoso, llega a su fin. Al leer la última página cerramos un episodio de nuestra vida, un amigo nos abandona, y nos prepara para la llegada de otro, esperemos que sea mejor compañero todavía.
Rate this post

Acerca de Rafa

Check Also

Retrato de Mohamed Chukri

El pan a secas, de Mohamed Chukri: sobrevivir al hambre.

La novela autobiográfica El pan a secas, escrita por el escritor marroquí Mohamed Chukri, relata …

Deja una respuesta