Embassytown. China Mieville

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Embassytown nos relata una historia de ciencia-ficción con una trama atípica, ya que al margen de los elementos futuristas y fantásticos propios de esta narrativa, se presenta al mismo tiempo como una obra reflexiva y crítica, pues contiene un trasfondo sociológico e incluso filosófico que, si bien no es una rareza en este tipo de novelas (baste con recordar algunas obras de Philip K. Dick, Ray Bradbury, o Stanislaw Lem, por citar sólo tres ejemplos, para corroborar esta afirmación), en el caso que nos ocupa resulta sorprendente que la reflexión que se plantea tras el argumento se base en la comunicación a través del lenguaje.

La historia de Embassytown transcurre en un planeta llamado Arieke, donde los humanos han construido una colonia conocida como Ciudad Embajada con el fin de estudiar y comprender el particular idioma de sus habitantes (los llamados Anfitriones, pues toleran la presencia de los humanos), una extraña y a veces inverosímil forma de comunicación que, desde la llegada de los humanos, es objeto de investigación como una curiosidad indescifrable.

Aunque el planeta posee una atmósfera irrespirable para los humanos, estos han resuelto el problema construyendo una inmensa cúpula artificial que los aísla. Los humanos de la Ciudad Embajada conviven sin conflictos con los nativos de Arieke. Entre esos habitantes figuran los Embajadores, unos seres científicamente modificados de manera que pueden hablar el particular idioma de los Ariekei, un idioma que es un auténtico desafío al entendimiento, no sólo porque los Anfitriones dispongan de dos apéndices bucales con los que emitir sonidos, sino también porque para esos seres la categoría de verdad en el lenguaje pasa porque haya una mente consciente tras el hablante. Por consiguiente, la mentira no es concebible para ellos, y su realidad está sujeta a la interpretación estricta de las palabras. Su lenguaje no conceptualiza sino que se limita a expresar la realidad, por lo que carece de metáforas. Por eso los Anfitriones utilizan a algunos humanos como «símiles», pero para utilizar estas comparaciones necesitan que sean reales, es decir, verdaderas. Así por ejemplo la protagonista, Avice, es un símil viviente que forma parte de su lenguaje, pues fue «la niña que fue herida en la oscuridad y que comió lo que le dieron«.

La figura de los Embajadores será la que sirva de nexo con el llamado Idioma (así, en mayúsculas). Los Embajadores son una especie de mellizos o gemelos que han sido modificados genéticamente de forma que puedan pensar de forma sincronizada, pronunciando una de las partes el llamado «Corte» y la otra parte el «Giro» (en la novela dichas partes aparecen transcritas como una fracción matemática). Uno de esos embajadores, llamado EzRa (Ez y Ra) será (o serán) el detonante de la revolución que estallará en Ciudad Embajada, pues gracias a él (o mejor dicho, a ellos) los Anfitriones aprenderán a mentir.

Aunque la historia es muy interesante, arranca de un modo un poco lento y confuso, pues el lector tarda un poco en hacerse una composición del mundo que describe China Mieville. El uso de neologismos futuristas cuyo significado no se explica, aunque se intuyan a veces parcialmente, hacen que la lectura sea compleja, pero esa complicación es completamente intencionada: el autor busca que nos topemos con la misma barrera lingüística que tienen sus personajes; un modo peculiar de sumergirnos, de forma más vívida, en el conflicto de la Ciudad Embajada.

Embassytown especula sobre el poder del lenguaje como una herramienta para transformar la realidad, llevando la metáfora hacia extremos opuestos: lo que puede servir para tender nexos de unión, puede también servir para destruirlos.

Embassytown. China Mieville. Editorial Fantascy

 

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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