Frankie y la boda. Carson McCullers: el sentimiento de exclusión

Frankie y la bodaSi hay algo que define a los personajes de Carson McCullers es su marginalidad, tanto desde un punto de vista objetivo (el que transmite la voz del narrador) como subjetivo (el que los propios personajes nos transmiten de sí mismos). Según parece, gran parte de esa marginalidad que aparece en sus  obras es el reflejo del propio carácter de la autora, quien a lo largo de su vida sufrió distintos altibajos sentimentales, agravados por una mala salud (murió a los 50 años) y la necesidad imperiosa de destacar en algo y hacerlo de un modo en el que ella sintiera que todos sus logros eran única y exclusivamente por su esfuerzo y talento personal. En ese sentido, McCullers era muy orgullosa, y declinaba la ayuda de sus amigos esquivando los consejos que estos le daban a la hora de enfocar sus narraciones. Ese orgullo quedó patente cuando afirmó aquello de: «Yo tengo más que decir que Hemingway, y Dios sabe que lo he dicho mejor que Faulkner». Uno se imagina que una declaración de ese tipo irritaría a estos dos monstruos literarios pero, según cuenta una anécdota, un día en que Faulkner fue a dictar una conferencia a West Point, en el año 1962, distinguió a McCullers entre el público; entonces se levantó, fue hacia ella y la abrazó llamándola “hija mía”.

De todas sus obras, Frankie y la boda fue la que más trabajo le costó escribir a McCullers: le dedicó nada menos que cinco años, pese a lo cual, paradójicamente, no tuvo tan buena acogida ni la repercusión de sus novelas anteriores. Sin embargo, al igual que otras narraciones, fue llevada a la gran pantalla. La versión cinematográfica de esta obra la produjo Stanley Kramer y la dirigió Fred Zinnemann y lleva el título original de la novela: The member of the wedding. Interpretada por Julie Harris (que obtuvo una nominación al Oscar por su papel), la película pasó discretamente de largo. Curiosamente, en la filmografía de Fred Zinnemann, The member of the wedding está situada cronológicamente entre dos de sus películas más exitosas: Solo ante el peligro y De aquí a la eternidad.

Frankie y la boda fue también adaptada para el teatro, y la propia autora, pese a no haber escrito nunca textos teatrales, se obstinó en llevar ella misma a cabo dicha adaptación. En esta ocasión, y sin que sirviera de precedente, McCullers  le pidió a su amigo Tennesee Williams que leyera la el texto que había preparado antes de representarla en los escenarios de Broadway y, al parecer, el dramaturgo le dio algunos consejos que ella aceptó.

Podría decirse que esta novela es una historia sobre el paso de la niñez a la adolescencia, de modo que, principalmente,  trata sobre los sentimientos de Frankie, una niña de doce años que se siente sola y desubicada, y que trata de encontrar su lugar en el mundo. Para complicar su desazón, en la casa se están llevando a cabo los preparativos para la inminente boda de su hermano mayor, a tres días vista. La narración está estructurada durante esos tres días, en los que el lector encontrará cómo va evolucionando la perspectiva que gira principalmente en torno a tres personajes: Frankie, la niña que se obstina en no querer que su hermano se case; Berenice, la criada negra de la casa, cuyo papel es fundamental, pues es quien instruye y educa a la caprichosa Frankie, haciendo el rol de madre (la madre de Frankie murió tras el parto); y por último, John Henry, el primo de Frankie, un crío menor que ella, totalmente ingenuo y carente de maldad, al que Frankie no soporta. Los tres mantendrán conversaciones que son las que proporcionan el ritmo narrativo a esta novela. Frankie no quiere que su hermano se case o, si lo hace, piensa en escaparse para irse a vivir con él y con su futura esposa. Esa idea, que Berenice ve disparatada, ronda la cabeza de la niña pues piensa que fugarse con su hermano es el único modo en el que se sentirá conectada con el mundo, con una sensación de  pertenencia a algo, aunque ese algo sea una entidad simbólica como, en este caso, una boda. En este sentido, valga el inciso, el título original de la novela (The member of the wedding) es mucho más preciso y descriptivo que su “traducción” como “Frankie y la boda”. Para Frankie, todos los que la rodean forman parte de algún grupo: Berenice pertenece a una congregación religiosa; su padre pertenece al gremio de los comerciantes y no parece interesarse para nada en su hija; su mismo hermano, a punto de casarse, acaba de regresar de la guerra donde pertenecía al ejército. Ella es la única que se siente excluida, fuera de todo, al margen, como si todos los que la rodean habitasen dentro de un castillo y ella estuviese fuera, buscando desesperadamente un resquicio por el que colarse. Su estrambótica idea de fugarse con su hermano haría que ella se sintiera al menos un “miembro de la boda”, una parte de ella y, por consiguiente, podría materializar ese sentimiento de inclusión que tanto anhela.

Frankie siente que todo a su alrededor cambia y que ella misma está transformándose en algo que no le gusta: está creciendo de una forma que le parece desproporcionada y fea, aunque Berenice le explique que son los cambios propios de la edad. La boda es para Frankie el símbolo de lo que más anhela: ser parte de algo y, para ello, Frankie siente que tiene que huir de su propio hogar, al que considera un calabozo, aunque ella no vea que eso no sería más que una huida hacia adelante, un mero amago con el que no ganará nada.

Carson McCullers tardó cinco años en construir esta maravillosa novela con una afinada descripción psicológica sobre el crecimiento de una niña y los conflictos interiores que le acarrea esa metamorfosis continua que es la propia vida y que consiste en crecer, cambiar y sufrir. La vida, para McCullers, no fue nada fácil y, como ya comenté al principio, estuvo minada no solo por desilusiones afectivas y amorosas, sino por el dolor físico y la enfermedad. No en vano, la escritura fue su tabla de salvación para menguar sus dolencias físicas y espirituales; ella misma lo declaró así al asegurar: «No me gustaría vivir si no pudiese escribir… La escritura no es sólo mi modo de ganarme la vida; es como me gano mi alma».

Frankie y la boda. Carson McCullers.  Seix Barral

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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