James Salter. Anochecer: la estrategia del iceberg

anochecer salterA menudo se han comparado los relatos de James Salter con los de Raymond Carver, y su estilo literario con el de Ernest Hemingway. La primera comparación probablemente se deba a las temáticas de sus narraciones, relatos más o menos cotidianos protagonizados por gente corriente. La segunda, imagino que proviene de esa aparente sencillez de su prosa, con una economía bastante estudiada y yo diría que hasta metódica. Sus cuentos rebosan sobriedad y cierta serenidad pero, al mismo tiempo, están impregnados de melancolía. Los personajes son infelices, pero yo no diría que están desesperados, simplemente parecen en ocasiones perplejos, asombrados de un mundo en el que las cosas parecen complicadas porque, a menudo, los mismos protagonistas parecen regodearse en dicha complicación. Los perfiles y los argumentos de James Salter están descritos con la pericia de un maestro que conoce a la perfección la técnica de su oficio y que sabe hacer aflorar ciertos sentimientos humanos con unos pocos trazos rápidos, a veces tan sutiles que nos cuesta identificar el verdadero argumento de unas historias que, casi siempre, más que llegar a conocer, solo intuimos. Para Salter, ese juego del iceberg es una constante en la construcción de sus relatos: sólo nos muestra una pequeña parte de lo que les sucede a los protagonistas, el resto, es un trabajo del lector completarlo con su imaginación, intuirlo.

Pese a su sencillez, a la economía de su sintaxis, Salter no es un escritor fácil, precisamente por lo mencionado anteriormente. Leer a Salter supone para el lector estar muy atento e involucrarse directamente en la construcción de la historia. Los relatos se suelen cerrar de forma abrupta, con finales que poco tienen de sorprendentes salvo precisamente porque quedan, más que finalizados, detenidos en el tiempo, como en suspenso. Sin embargo, no he detectado ni una sola trampa mi subterfugios en ninguno de ellos. Salter no precisa de artificios ni de engaños, ni de juegos pirotécnicos para lograr una narración eficaz, a veces llena de un lirismo que combina con la antagónica sequedad de diálogos cortantes, aparentemente anodinos, pero en cuyas palabras siempre hay claves ocultas, señales de un fracaso, de un abandono, de una infidelidad, de una frustración.

Once son los relatos que componen este libro de Anochecer:

Am Strande von Tanger: el título traducido del alemán de este relato es: En la playa de Tánger. Pese a su título, cuenta la historia de tres amigos en una playa de Barcelona; de hecho, el comienzo de este libro comienza con un amanecer en Barcelona, una escena que contrasta, no sé si intencionadamente, con el título del libro. Los protagonistas son tres amigos: Malcolm un americano, su novia Nico y su amigo Inge, ambos de nacionalidad alemana. Cada uno, a su manera, está pasando por un momento de transición en sus vidas. La historia transcurre más o menos en medio día, desde el amanecer hasta la tarde.

Veinte minutos: uno de los relatos más impactantes de este libro, nos cuenta la terrible historia de Jane Vare, que tras una ruptura con su marido a causa de una infidelidad, sufre un terrible accidente de caballo que la hace morir de forma dolorosa y completamente sola.

American express: narra la historia de Frank y Alan, dos amigos que viajan por Italia. Frank ha roto con su pareja tras una discusión un tanto absurda. Este cuento contiene una de las mejores frases del libro: “Las mujeres se enamoran cuando llegan a conocerte. Los hombres son todo lo contrario. Cuando por fin te conocen ya están listos para dejarte”. Durante el viaje por Italia, Frank invita a Eda a viajar con ellos y, tras dudarlo un poco, Eda acepta. Pero la intromisión de Eda hace que Alan se sienta incómodo, y Frank le propone compartirla.

Costas lejanas: es una de las historias más turbadoras del conjunto, y narra la relación, un tanto freudiana, entre los diferentes personajes: por un lado un joven matrimonio holandés afincado en Estados Unidos y su hijo pequeño y, por otro, una muchacha que trabaja como asistenta (au pair) del matrimonio, viviendo en su casa y cuidando de su hijo pequeño. La mujer siente cierto rechazo por la muchacha, de quien sospecha que posee una influencia negativa sobre su hijo. Un día descubre unas cartas de la muchacha que son de índole sexual, en las cuales un “amigo” intenta convencerla para que trabaje a sus órdenes en el rodaje de algunas películas pornográficas.

El cine: trata del rodaje de una película que todos sus participantes consideran como un fracaso, tanto el guionista, como el director, que sabe que la calidad de los actores con los que tiene que trabajar es bastante mediocre. De algún modo la historia salta por diferentes puntos de vista de sus intérpretes a través de anécdotas aparentemente sin importancia. Lo único que parece claro es que la película que están rodando es un fiasco sin remedio imposible de remediar y que nadie se va a esforzar por intentar mejorar. El guionista se consuela cínicamente por haber conseguido al menos acostarse con la secretaria del director.

Hijos perdidos: una reunión naval en West Point en la que una promoción de militares se reúnen para descubrir que, pese a sus buenas intenciones, tienen poco que decirse y mucho menos que compartir salvo el dudoso placer de beber unas copas juntos, completamente ajenos a las vidas de los demás, a sus éxitos y fracasos, ignorantes incluso de los nombres de sus compañeros, que llevan escritos en etiquetas para poder identificarse mejor.

Akhnilo: es uno de los relatos más conseguidos. Trata sobre un hombre que una noche se despierta de lo que parece una especie de pesadilla. El protagonista cree oír un ruido que lo asusta y se propone descubrir de qué se trata para lo que no repara en subir al tejado de su casa. Cuando vuelve a su habitación su mujer le pregunta qué le sucede y es entonces cuando la historia da un sutil giro que nos hace comprender las motivaciones de ese hombre. Intuimos que esa persona padeció de alcoholismo, que es un personaje fracasado, hundido. En el párrafo final, la inesperada aparición de su hija, con una breve intervención de una sola frase, nos revela el miedo y la angustia que siente al ver a su padre luchando contra sus demonios personales.

Anochecer: uno de mis relatos preferidos del libro. La protagonista es una mujer madura, de cuarenta y tantos años que ya ha pasado “ese momento en el que los hombres giraban la cabeza para mirarla.” Se trata de una mujer que ha sido abandonada por su marido (que la dejó por una mujer más joven) y uno de cuyos hijos ha fallecido. Salter nos relata con esa sencillez de que hace gala cómo esta mujer dedica su tiempo a hacer la compra y, cuando regresa a casa, se encuentra a su amante haciendo una reparación de fontanería. Como quien no quiere la cosa, mientras termina de reparar una tubería, el hombre le dice que piensa dejarla para volver con su mujer.

Vía negativa: trata sobre un escritor fracasado, obsesionado con el deseo de triunfar, pero que adopta esa “vía negativa” que le impide llegar adonde él desea.

La destrucción del Goetheanum: En este relato hay una historia inquietante sobre un decaído y desconocido «gran escritor» y la joven extraña que le sirve y lo ignora, manteniendo con dicha joven una extraña relación haciendo por ejemplo que ella acuda a los restaurantes donde él está cenando con su mujer, con el único objeto de que esta la vea.

Polvo: se trata de un breve relato sobre los últimos días de un carpintero trabajando en un pequeño pueblo de Texas.

Como todos los libros de relatos, cada lector tendrá sus favoritos. En todos ellos Salter mantiene el listón muy alto, con una prosa clara y directa que está concebida para paladearla despacio, sin prisas, de modo que nos sumerjamos en ese universo sentimental que trata fundamentalmente de la fragilidad de las personas, de las traiciones y de las trampas que traen consigo la edad, las casi siempre complejas relaciones humanas y, en definitiva, la propia vida.

James Salter. Anochecer. Editorial Quinteto

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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