Kim. Rudyard Kipling

Kim. Rudyard Kipling

Reducido a la deshonrosa categoría de escritor emblemático del Imperio Británico, Rudyard Kipling (1865-1936) ha debido soportar para la posteridad otra injusta calificación como es la de ser escritor de novelas de aventuras, más apropiadas para un público juvenil que para el adulto. A pesar de ello, su fama no ha decrecido con el transcurrir de los años, sino que ha aumentado, y un público lector mucho más preparado ha sabido apreciar los infinitos matices que presenta la obra narrativa de Kipling.

Al igual que ocurre con Stevenson, a Kipling no se le perdona que escribiera con una trabajada sencillez ni se la ha sabido ver las múltiples lecturas que ofrecen sus libros. Una novela como Kim (1901) está pensada para que el lector vaya descubriendo capas de significado en su interior. Es cierto que los jóvenes pueden extraer sin dificultad una lectura provechosa y divertida de esta novela, pero precisamente ahí radica la grandeza de esta obra: que la puede leer todo tipo de público, y que, según su edad, su experiencia como lector y su criterio estético, obtendrá una satisfacción diferente, pero en cualquier caso, una grata satisfacción.

Kim es un excelente eslabón de esa cadena de novelas picarescas que tuvieron en la literatura inglesa a Defoe y Fielding como máximos valedores. En ese sentido, desde las primeras páginas los ingredientes están servidos: en una población de la India vive un muchacho llamado Kimball O’Hara, europeo, huérfano de madre desde su nacimiento y, ya más avanzada su edad, huérfano de un padre que fue sargento de un regimiento irlandés asentado en la India.
No obstante, apenas pueden apreciarse raíces europeas en la conducta del muchacho, que vive de hacer encargos nocturnos a parejas enamoradas. A Kim se le conoce en la ciudad como «Amigo de todo el Mundo», y su modo de vida se encuentra absolutamente arraigado en la mentalidad oriental.

Su vida cambiará cuando conozca a un anciano lama procedente del Tibet. El respeto que el muchacho muestra ante el anciano desvía un tanto la figura histórica del pícaro, que suele aprovecharse de quien es su amo. Felizmente, en este caso no ocurre así, sino que la picaresca deriva por otros derroteros: Kim piensa que el sacerdote es un hombre sabio pero de muy limitadas cualidades para relacionarse con el mundo, lo que aprovechará para sacar con su ingenio dinero y comida de cuanto ser se le cruce en su camino. A su vez, el lama piensa que el muchacho le ha sido enviado por el Señor para que le sirva de guía en la labor que tiene encomendada: la búsqueda de un río sagrado, en cuyas aguas se purifica el alma. El anciano ha soñado con ese río. A su vez, el joven también tiene un objetivo que buscar: su padre le reveló una profecía según la cual su hijo encontraría un día un toro rojo y un coronel a caballo que marcarían su destino.

El planteamiento de la historia tiene un marcado acento oriental, puesto que los dos compañeros, anciano y niño, decidirán recorrer el país sin un camino prefijado, movidos por la mera superstición, por los sueños o las profecías. Para complicar un poco más las cosas, dada la viveza de Kim, es utilizado por el servicio de espionaje británico para llevar mensajes de un lugar a otro de la India.

Ya digo que éste es solo el planteamiento de la novela. En su desarrollo ocurrirán muchas cosas, porque una de las características esenciales de esta obra es su dinamismo y su amenidad, de manera que los episodios se sucederán continuamente. Este vigor narrativo y argumental pude llevarnos a considerar que estamos ante un relato de aventuras, pero estará equivocado quien se pare en esta grosera lectura.

Lo que subyace en Kim es una hermosa y conmovedora historia de amistad, de la que tan falta está la literatura. Tenemos dos personajes absolutamente contrarios, uno joven y otro anciano, uno ingenuo y otro ingenioso, uno sabio y otro experimentado. De esa relación de contrarios nacerá la complementariedad. Uno necesita al otro, no por meros intereses personales, sino por una cuestión de admiración y lealtad. No hay ningún momento en el libro en que un compañero engañe al otro, y aunque no siempre estarán unidos físicamente, se serán fieles incluso en la distancia.
A pesar de que hay quien opina lo contrario, Kim es una novela claramente reivindicativa del pensamiento oriental, y cuando aparecen personajes occidentales no es precisamente para alabar su actitud. En esa defensa de los valores orientales es donde Kipling ha encontrado los mayores escollos para la comprensión de esta obra, aunque ciertamente dichos valores pueden tener un carácter universal.

Rudyard Kipling fue un escritor optimista y sobre esta idea hay que acercarse a sus novelas. Habrá quien lo tilde de ñoño o de sentimental, pero no creo que haya un solo pasaje en este libro que pueda corroborar dicha afirmación. Kipling tenía la suficiente maestría para no caer en lo fácil, y justamente lo que hace en esta novela es demostrar que una historia trepidante también puede hacerse con materiales nobles.

Kim. Rudyard Kipling. Alianza Editorial.

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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