La mujer de Gilles. Madeleine Bourdouxhe: Razones para la dignidad

En la desdicha, el tiempo pasa deprisa, por más que se diga lo contrario. No hay punto de referencia alguno apostado en las horas congeladas, ninguna alegría diferencia los días entre sí. Solo existe lo desconsolador, siempre igual. Así transcurrirá la vida de Élisa, la protagonista absoluta de La mujer de Gilles (1937). Ella es la mujer de Gilles, porque parece que no tiene personalidad propia. La autora de esta gran novela, Madeleine Bourdouxhe (1906-1996) parece querer centrar toda la desdicha en una persona, en un tiempo muy corto de tiempo: es el tiempo de la infidelidad, la infidelidad en un matrimonio cuando este matrimonio parecía vivir sus días en un estado tranquilo, sin altibajos.

La historia se desarrolla en un ambiente obrero, lo que viene a significar que es algo vulgar, algo que le puede ocurrir a cualquiera. Élena está dedicada a su matrimonio: tiene dos gemelas, pero ellas no le quitan tiempo para procurar que todos los días sean buenos para mantener con buena salud la rutina conyugal. No es que sea un matrimonio modelo: solo es una pareja que se quiere, que no encuentra ningún impedimento para su amor; él dedicado a su duro trabajo en unos altos hornos; ella dedicada a la casa. De vez en cuando, acude para ver a la familia la hermana de Élena, Valentine. Será entonces cuando se producirá la tragedia.

No es ésta una novela al uso sobre los celos, o sobre la simple infidelidad en una pareja: es una radiografía de los sentimientos, la explicación certera y demorada de cómo se va produciendo el deterioro en la mente de los tres protagonistas del triángulo, cómo cambian sus vidas, cómo se trastoca todo su mundo. En esta sabia elección de los elementos del relato recae todo el logro de la novela. Por eso es una joya que hay que leer. Será Gilles el que cambie toda la perspectiva de sus vidas, pero en realidad, con sus actos, arrastra a todos los demás. Lo que a él le ocurra lo veremos a través de los ojos de Élena, que es sobre quien se focaliza la trama, la más débil del triángulo, la víctima verdadera de la situación, porque los otros dos personajes abren un camino nuevo ante sus vidas, viven esa novedad esplendorosa que es el principio de una pasión, mientras que para ella, Élena, se cierra un modo de ver las cosas, una ilusión, la perspectiva de una vida que parecía segura.

No es la ruptura cualquiera de una pareja: ella sigue amando a su marido. Pero su marido ya no la ama: eso lo va a comprender pronto. Vemos desde el principio la reacción de él, cuando se fija por primera vez en la hermana de Élena, una chica joven, un poco atolondrada y caprichosa que se acerca a su casa de vez en cuando. Madeleine Bourdouxhe explica magistralmente ese chispazo, ese momento de no retorno en el que la pasión alcanza descuidado a Gilles.

Élena tendrá pocas salidas: sabe que tiene todas las de perder. Además, se encuentra embarazada de su tercer hijo, su figura no tiene comparación con el grácil cuerpo de su hermana menor, y después está Gilles, que por momentos se va apartando de ella, y lo que antes eran pequeños juegos amorosos, detalles que casi no tenían importancia en la vida doméstica, ahora se recubren de un silencio atronador, en el que ni siquiera puede gritar Élena, porque ella, ¿a quién puede recurrir? ¿A su marido, a su hermana, a su madre? Se encuentra sola con su dilema, no sabe escapar del problema frente al que parece que no hay salida. Esa falta de escapatoria es angustiosa, y la refleja la escritora de una forma magistral.

Pero el dolor parece no tener fin. Cuando ya parece que puede asimilar el desprendimiento de su marido respecto a su relación, éste vuelve sus ojos a ella precisamente para pedirle que le ayude en su infidelidad: Valentine, la hermana traidora, también voluble e insensible, y no quiere continuar ese amor subrepticio con su cuñado porque ha descubierto la angostura del amor inclusivo. Entonces Gilles no aguanta más: se vuelve taciturno, de un humor imposible, hasta que se rompe delante de Élena y le cuenta toda la verdad: que Valentine no lo quiere, y que él se encuentra perdidamente enamorado de la chica.

Es una escena estremecedora, dolorosa, punzante. Y hay una dignidad altísima en la forma de desenvolverse de Élena: en vez de reaccionar como una mujer vengativa, vuelve a ser la mujer de Gilles, la que desde siempre quiso ayudarlo, y en ese momento de aflicción precisamente por otra mujer, será Élena la que consuele a Gilles de una manera maternal, desprendida, incondicional. Está con él, en las malas, en las peores. Está con él siempre, en cualquier situación. Y ni siquiera el cínico egoísmo de Gilles, que seguirá torturándose por el amor imposible con Valentine, va a minar el cariño que le tiene a su marido.

Una lectura atolondrada de esta novela podría llevarnos a conclusiones equivocadas: la mujer de Gilles no vive unida a su marido en un estado de dependencia o sumisión. Es la vida que ella ha elegido, y es la vida que quiere defender. En su amor, en su actitud frente a su marido, no hay egoísmo sino una fuerte coherencia con sus propias ilusiones, con sus perspectivas frente a la vida.

No es de extrañar que una mujer tan poco sospechosa como Simone de Beauvoir alabara esta novela: la condición femenina de la protagonista se eleva por encima de sentimientos primarios o cicateros. El marido, aun retratado por los ojos enamorados de su esposa, es un triste guiñapo movido por pasiones enfermizas, por motivos que ni él mismo se puede explicar y que lo conducen al abismo y al desengaño con la inevitabilidad de una tragedia griega. Es ella la roca, el punto de referencia que no ha perdido el norte, la seguridad de la familia, la regidora de su propia vida, con esa fuerza que solo parecen atesorar las mujeres en los momentos más difíciles.

Hay mucho coraje en la escritura de este libro. Habrá muchos lectores que no entiendan la reacción de Élena, pero quienes sí la entendemos, sabemos valorar ese canto a la dignidad y a la valentía que supo plasmar en su libro Madeleine Bourdouxhe. Un canto al amor incondicional, al agapé de los griegos, al primitivo amor de los cristianos. Esta novela trata de cómo rescatar un diamante de una montaña de dura piedra.

La mujer de Gilles. Madeleine Bourdouxhe. Siruela.

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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