La representación de las comunidades celtas en el cine (II)

La “creación” de la cultura celta

La relación cultura celta – cultura anglosajona que hemos tratado en la sección anterior nos lleva a profundizar más en el término “cultura celta”.

Como ya hemos visto, el hecho de que Inglaterra fuera el centro del imperio hizo que esta parte del país fuera la que le dio el carácter a la nueva Gran Bretaña. No podía haber una identidad celta que surgiera con éxito para todo el país, porque Escocia, Gales e Irlanda estaban divididas de una manera que Inglaterra no lo estaba: las Highlands y las Lowlands en Escocia eran dos mundos separados; Gales estaba separada en dos grandes bloques, los que hablaban la lengua autóctona y los que no lo hacían; y por último, Irlanda estaba dividida entre católicos y protestantes.

Se creó una identidad celta, pero se construyó deliberadamente (Richards 1997: 8) para oponerse a las cualidades de los ingleses. Si se había establecido que el anglosajón era flemático, el celta era entonces emocional y espontáneo; si el anglosajón no tenía imaginación, entonces el celta era imaginativo, creativo y artístico; si el anglosajón era práctico, el celta era poético; si el anglosajón era individualista, entonces el celta necesitaba de la comunidad para su felicidad; y así sucesivamente.

Al decir todo esto,vuelta la mundo podemos estar cayendo en el error de estar hablando de estereotipos. Con el tiempo se ha creado, por ejemplo, un estereotipo del inglés como un caballero flemático, metódico, frío, serio y calculador; un estereotipo al estilo del Phileas Fogg creado por Julio Verne, sin duda, y que encarnaría como nadie el actor David Niven, quien de hecho representó el papel en la versión que Michael Anderson hizo de Around The World In Eighty Days en 1956. Se ha creado un mito, el del caballero inglés. Y, como dice George Orwell, los mitos en los que uno cree tienden a hacerse realidad; es decir, si el ser flemático y caballeroso es algo ya asociado con el inglés y es ya un producto del condicionamiento cultural, entonces el inglés pensará que así es como debería ser y eso será en lo que tenderá a convertirse.

 ¿Ocurre entonces lo mismo con el irlandés, el galés o el escocés? ¿Es la representación que se nos ha dado de ellos también un estereotipo en el que hemos acabado creyendo de igual manera que creemos que todo inglés es como Phileas Fogg?

Por ejemplo, desde el siglo XVI, existe la figura de Paddy (el equivalente irlandés del John Bull inglés) como símbolo del habitante de la Isla Esmeralda. Paddy es representado como un bebedor que no guarda respeto a la ley, inestable, emocional, sucio, infantil, supersticioso, perezoso, vengativo, irracional y tribal. En el cine este estereotipo fue encarnado en varias ocasiones por Victor McLaglen en dos películas de John Ford, El Delator (The Informer, 1935) y El Hombre Tranquilo.

qué verde era mi valleExiste también igualmente una mitología de Gales en el cine. Clásicamente, se ha representado en las comunidades mineras de los valles, donde la vida es dura y los hombres ennegrecidos por el carbón suben y bajan en el ascensor que los lleva a las entrañas de la tierra. Una vida dura pero en una familia o comunidad pequeña dentro de una comunidad mayor, que es el pueblo. Una vida dura, pero que no nos es contada con una autenticidad documental, sino cargada de poesía. Y de nuevo sería John Ford el encargado de dirigir la película que simboliza esta visión de Gales más que ninguna otra haya hecho jamás. Se trata de la adaptación de la novela de Richard Llewellyn ¡Qué Verde Era Mi Valle! (How Green Was My Valley!), realizada en 1941.

Brigadoon2Y en cuanto a Escocia, ¿qué tipo de estereotipo se ha creado en la literatura y en el cine clásico? El típico escocés ha pasado por ser el héroe que lucha en los Highlands frente a la opresión (Rob Roy, de Michael Caton-Jones, 1995) o el campesino bondadoso que acoge hospitalariamente al extranjero en Brigadoon (1954), de Vincent Minnelli.

La identidad celta se inventó en el siglo XVIII, nos sigue diciendo Richards, con la llegada del Romanticismo. La causa principal que motivó su creación fue la necesidad de ser anti-inglés, o al menos no-inglés. Escocia, Gales e Irlanda fueron esencialmente “inventadas” por el Romanticismo, tal vez más que nadie por Sir Walter Scott, quien estableció las líneas principales de la mitología celta en tres zonas de las islas británicas que se caracterizaban especialmente por el paisaje salvaje, por el amor a la música y por lo sobrenatural. El Romanticismo, en su afán por crear una identidad para estas tres comunidades diferente a la de los ingleses, revalorizó las ideas del noble salvaje y el paisaje. Se exaltó lo rural frente a lo urbano, y lo salvaje como opuesto a la civilización. Los Highlands, las montañas galesas o los lagos irlandeses se convirtieron en el lugar salvaje sublime del Romanticismo frente al desarrollo de la racionalidad y de la Revolución Industrial.

Estas características que, según hemos señalado, constituyen la base de la identidad celta quedan perfectamente reflejadas tanto en la película de Ford, como en la de Monger y Forsyth, y serán tratadas en secciones posteriores.

La identidad nacional

La gente se define por medio de un buen número de patrones: su género, la familia a la que pertenece, su religión, su raza, su clase social, y también por su ciudad, región y nación. Este último parámetro para la definición de un pueblo guarda una estrecha relación con el fenómeno cultural del cine. El séptimo arte juega un papel muy importante en la construcción de la imagen de una nación, de ahí que se hable con frecuencia de un cine nacional o de la identidad nacional de un pueblo reflejado en el cine. En cualquier caso, se plantea una dicotomía:

– ¿son las películas las que reflejan los pensamientos de una nación?, es decir, ¿debemos pensar que el cine se limita a expresar una identidad nacional o cultura preexistentes? (Penelope Houston, 1963. The Contemporary Cinema. Harmondsworth)
– ¿o es más cierto considerar que no es la nación la que se expresa a través de su cultura, sino que es la cultura la que produce la nación? (James Donald, 1988. “How English is it? National Culture and Popular Literature”. New Formations 6)

Un término medio entre ambas posturas lo propone Higson (1995: 5) cuando señala que por un lado las películas harán uso de identidades y representaciones ya en circulación, pero las películas también producirán nuevas representaciones de la nación.

¿Cómo se ha representado, pues, a las comunidades celtas en el cine de habla inglesa? ¿Qué tipo de valores nacionales o cualidades derivadas de la identidad nacional se han expuesto en la pantalla?

El cine y su visión del mundo celta

LahijaRyan1La mayor parte de las películas conocidas por el gran público que estén ambientadas en comunidades celtas no ha sido realizada por nativos de la zona sino por extranjeros. Poco se conoce del cine irlandés, del escocés o del galés propiamente dichos, sin embargo, sí tenemos conocimiento de que ¡Qué Verde Era Mi Valle!, pongamos por caso, es una película “sobre Gales y sus gentes”, o que La Hija de Ryan es una película cuya acción “transcurre en Irlanda”.

Cuando el “cine celta” ha producido películas sobre el “mundo celta”, se ha centrado mucho en los documentales que muestran la vida (con frecuencia la dura vida) de los campesinos o mineros de las zonas más pobres y castigadas del país, o bien en obras que reflejan el espíritu nacionalista. Algunos títulos ilustrarán claramente lo expuesto: A Cattle Drive in Galway (1908) de Robert Paul, Spring on the Farm (1942), de Ralph Keene, Coalminer (1944) de Charles de Lautour, Women of the Rhondda (1973) del London Women’s Film Group, A Coal Mine in South Wales (1984) de Joachin Kreck serían ejemplos acorde con el primer grupo temático, mientras que los que vienen a continuación serían obras hechas con un fin más bien patriótico: The Dragon of Wales (1943) de W.B. Pollard, Our Country (1948) de Liam O’Leary, The Undefeated (1950) de Paul Dickson, I am Ireland (1959) de George Morrison, Land of the Red Dragon 1968) de Shirley Cobhan, Eamon of Valera (1975) de George Morrison, The Heritage of Ireland (1978) de Louis Marcus, o Harp of my Country (1986) de P.J. Barrow.

en el nombre del padreHay casos, como el de Local Hero o El Inglés Subió Una Colina Pero Bajó Una Montaña, que sí fueron escritas y realizadas por nativos (un escocés y un galés respectivamente) y que alcanzaron bastante prestigio y difusión internacional. O casos como el del irlandés Jim Sheridan, cuyas obras My Left Foot, In the Name of the Father, o The Boxer han alcanzado un renombre indiscutible, entre otros motivos gracias a la fabulosa aportación del actor británico nacionalizado irlandés Daniel Day-Lewis. No obstante, lo más corriente es que nos encontremos con una gran cantidad de películas que tratan temas sobre Irlanda, Escocia o Gales pero que han sido realizadas por británicos o americanos. Tradicionalmente se ha puesto como ejemplo de este “dominio” extranjero en temas celtas el caso de la película de John Ford ¡Qué Verde Era Mi Valle!, en la cual no intervino ningún galés ni en el reparto ni en otras labores técnicas de ninguna clase.

Así pues, desde el punto de vista cinematográfico, el mundo celta ha estado dominado por las imágenes de Hollywood y Gran Bretaña. En la siguiente sección comentaremos cuál ha sido la imagen del mundo celta que ha prevalecido cuando las diferentes comunidades que lo componen han sido reflejadas en el cine por otras comunidades extranjeras.

Fin de la segunda parte. En el próximo artículo se proseguirá hablando más en detalle de la cultura celta.

Véanse las entradas relacionadas:

Las comunidades celtas en el cine (I)
Las comunidades celtas en el cine (I)
Comunidades celtas en el cine (III)
Comunidades celtas en el cine (IV)
Comunidades celtas en el cine (IV)
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