La vida privada y otros cuentos. Henry James

La vida privada y otros cuentos. Henry JamesLa segunda mitad del año 1892 fue una de las épocas más productivas de Henry James, momento que coincide con la muerte de su hermana Alice, que vivía cerca de él en Inglaterra. Su influencia en los círculos literarios londinenses es tan poderosa como decreciente es su interés para el público. Con un equilibrado sentido de la profesionalidad, es capaz de separar la creación como medio de vida –escribiendo para el teatro- de su esfuerzo por alcanzar el virtuosismo en la narrativa breve. Algunos de estos cuentos los recogería en junio de 1893 en un volumen que tituló La vida privada.

A diferencia de los anteriores, este libro muestra una cierta fatiga imaginativa del autor, sin duda fruto de su pródigo rendimiento. Por ejemplo, Lord Beaupré (abril de 1892) es un típico relato de situación cuyo interés se debe exclusivamente a la maestría de James. Guy Firminger es un joven sin oficio ni beneficio que hereda el título de Lord Beaupré y con él un prestigio que lo hace especialmente deseable para madres ambiciosas con hijas casaderas.

En connivencia con una vieja amiga, Mrs. Gosselin, llega al acuerdo de fingir un compromiso matrimonial con su hija Mary. En una situación tan convencional, James introduce un elemento de sorpresa puesto que no conseguimos saber si el arreglo es algo pretendido por el joven Guy o más bien ha sido incitado por la propia Mrs. Gosselin, que así se convertiría en una madre cazafortunas que simula ahuyentar a madres cazafortunas.

La cuestión se complica cuando descubrimos que Mary está enamorada de su falso pretendiente, y que a éste siempre le ha gustado la joven. Sin embargo, ni siquiera se le ocurre que con su maniobra tal vez la esté hiriendo. Ella acepta y el plan es un éxito. Pero a Mary le surge una oportunidad real de casarse y le pide permiso a Guy para acabar con la farsa. Piensa que quizás él se niegue y revierta la situación en un compromiso de verdad. Pero él no se niega: aunque se muestra remiso, la deja en libertad, sin saber que ambos son víctimas de un malentendido propiciado por Mrs. Gosselin -que además intuye que el joven quiere a su hija.

Si en este relato el equívoco es la fuente del conflicto dramático, en The Visits (mayo de 1892) alcanza un nivel que ni siquiera la pericia de James es capaz de resolver convenientemente. Este cuento hay que entenderlo como un primer intento –fallido- por estrechar el ángulo del punto de vista narrativo que posteriormente resolvería con notable éxito en Otra vuelta de tuerca y La edad ingrata.

Como si se tratara de cajas chinas, una anciana innominada le cuenta a un narrador innominado su encuentro, en una casa de campo, con Louisa Chantry, la hija de una amiga. Descubre en Louisa una misteriosa ansiedad que en principio atribuye a que ha sido rechazada por un atractivo joven que también visita la casa, pero Louisa niega esta causa. A cambio le pide a la narradora que no revele a su madre su bajo estado de ánimo.

Poco después, la narradora vuelve a encontrarse con Louisa, que se encuentra gravemente enferma en la cama, sin que los médicos sepan diagnosticarle una dolencia concreta. Podemos deducir que Louisa guarda un secreto por vergüenza que la está consumiendo y que la narradora debe mantener silencio sobre la existencia de ese secreto, pero sólo sobre su existencia, puesto que no sabe en qué consiste.

Lo malo es que el lector tampoco lo sabe: nadie lo sabe ni lo sabrá. James cierra tanto la sombría perspectiva de este cuento que termina por no decir nada, en detrimento del interés de la historia y de las expectativas del lector, que llega al punto final tratando de enterarse de algo, nada menos que del nudo de la trama, sin que le sea revelado.

Dos relatos de este libro están ligados, según el biógrafo de James, Leon Edel, a la vida del escritor, y en concreto a su relación con la escritora Constance Fenimore Woolson, sobrina nieta de James Fenimore Cooper -autor de El último mohicano. Constance y James se conocieron en Florencia en 1880 y desde entonces mantuvieron una estrecha amistad, una admiración mutua y multitud de encuentros en casa de conocidos, que han dado pie a todo tipo de especulaciones entre sus biógrafos. Como si se tratara de un relato del propio James, para que no faltara misterio en su relación los dos convinieron destruir sus cartas, de las que solo han sobrevivido cuatro.

Viene esto a cuento porque en septiembre de 1892 James publicó un relato titulado Collaboration. Según su biógrafo, el fracasado intento de los personajes por colaborar entre ellos para realizar una obra conjunta pudo inspirarse en un frustrado proyecto común de Constance y James para escribir una obra de teatro coincidiendo con alguna estancia de ambos en Italia.

En el relato, el narrador invita a su estudio a un compositor alemán, un crítico norteamericano, un poeta francés y una señora francesa con su hija. Madame de Brindes ha sufrido la muerte de su marido en la Guerra Franco-Prusiana, circunstancia que se ve atenuada con la relación entre su hija y el poeta Vendemer. Una tarde, éste queda impresionado al escuchar a Heidenmauer ejecutar una pieza en el piano. Igualmente, el alemán se siente fascinado por algunos poemas de Vendemer y decide ponerles música.

Visto el talento de ambos artistas, el narrador propone que ambos colaboren para la composición de una ópera, en la firme creencia de que el arte no tiene fronteras ni ideologías, pero Madame de Brindes ve con malos ojos la colaboración con el enemigo y decide romper el compromiso de su hija mientras su pretendiente mantenga relaciones con el músico.

Expresado así puede parecer un argumento convencional pero James tiene la habilidad de mezclar varios temas bien conocidos por él –el tema internacional, la relación del artista con la vida, la imposibilidad del matrimonio- para presentar un drama satírico y desesperanzado sobre el escaso poder del arte en la sociedad.

Más cercano a su biografía nos parece La rueda del tiempo (The Wheel of Time, diciembre-enero 1893) por cuanto James hace una curiosa revisión de un antiguo argumento –vertido en el cuento Diario de un hombre de cincuenta años– para volver sobre otro tema de sus temas favoritos: las terribles consecuencias de las ocasiones perdidas.

Si en el mencionado cuento, un Henry James de 36 años se ponía en la piel de un cincuentón que tratar de impedir a un caballero que se case con la hija de quien lo rechazó en su juventud, en La rueda del tiempo el protagonista tiene ahora la misma edad del escritor -49 años-, lo que puede dar una idea de experiencia vivida. En esta ocasión, el veinteañero Maurice Glanvil rechaza a la fea pero encantadora Fanny Knocker precisamente por su fealdad, a pesar de que la chica está enamorada de él y parece seguro el futuro compromiso. Veinte años después, el viudo Maurice regresa a Londres, después de una larga estancia en el continente, junto a su hija Vera, una muchacha sosa y poco agraciada. En un almuerzo, la chica conocerá a Mr. Tregent, hijo de la despreciada Fanny Knocker, la cual con la edad se ha convertido en una atractiva madura.

Por esas simetrías a las que era tan aficionado Henry James, se revierte la situación inicial –ahora será la hija fea la que se enamore del caballerete guapo- lo que da pie a la venganza de la resentida Fanny.

El cuento no tendría más trascendencia si no fuera por un descubrimiento que hace el arrepentido Maurice: ha sido la única pasión en la vida de Fanny Knocker. El sentimiento de venganza conlleva el sentimiento de renuncia, en uno de esos bucles emocionales que tanto dan que pensar en los relatos de James.

Lo que también da que pensar es el momento en que anotó la idea de este cuento en su cuaderno de notas, un mes después de que visitara a su amiga Constance Fenimore Woolson en Oxford, y la nostálgica manera con que es descrita, en el cuento, la relación entre los ya maduros protagonistas y el pasado:

Ella se había esforzado, había aceptado, se había conformado. Pero había pensado en él cada día de su vida. Ella se había creado deberes y los cumplía, había eliminado cada debilidad y practicado cada virtud, pero aún, la llama firme y oculta no había sido apagada… Las mujeres eran capaces de estos misterios sentimentales, estas intensidades de fidelidad, y había momentos en el que el corazón de Maurice Glanvil latía extrañamente ante una visión realmente tan sublime. Parecía entender ahora por qué milagro se había embellecido Fanny Knocker -el milagro de las docilidades heroicas y los dolores aceptados y los egoísmos vencidos.

Otro modo de enfocar su propia experiencia lo podemos disfrutar en el magnífico La vida privada (The Private Life, abril de 1892), uno de los cuentos más celebrados de su autor. Durante mucho tiempo, James le dio vueltas a la idea de un hombre cuya personalidad toda se vuelca de tal modo en la representación y el aspecto, y la sonoridad, y la fraseología, y la pulcritud y la fachada que no es absolutamente nada más, y por el contrario, no conseguía explicarse el caso de algunos escritores cuya obra transmitían una personalidad que su vida privada desmentía.

Dos artistas bien conocidos de su época, el gran poeta Robert Browning y el pintor académico Fredericc Leighton, sirven de pretexto a James para crear una de las historias más admirables de su literatura: observando a Browning se preguntaba cómo aquel ser agradable pero tan anodino en el trato social había podido escribir páginas inmortales, mientras que intentaba imaginarse cómo sería en la intimidad aquel mediocre pintor de irresistible encanto. Sólo 6 años antes se había publicado El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, pero en lo que en Robert Louis Stevenson era un caso de doble personalidad justificado por un experimento científico, en Henry James se da un doble caso de “doble existencia”, sin que medie motivo alguno que explique tal circunstancia.

A través de una ingeniosa trama reúne a dos supuestos grandes artistas, Lord Mellifont y Clare Vawdrey, y les hace pasar unos días en un hotel suizo junto a otros conocidos. Vawdrey es un célebre escritor que “tenía su horario y sus costumbres, su sastre y su sombrerero, su sistema higiénico y su vino particular, pero todas esas cosas juntas nunca sumaron una actitud”. Está escribiendo una obra de teatro para una de sus acompañantes en esa ocasión, la actriz Blanche Adney, que lo admira tanto como los demás presentes, sin que esa admiración se traduzca en el más mínimo cambio de conducta de Vawdrey, siempre perfectamente igual a sí mismo.

Es la propia actriz la que descubre una extraña circunstancia en el otro artista, el pintor Lord Mellifort: después de un largo paseo con él, Blanche decide regresar al hotel e insiste a su acompañante que no vuelva con ella. Él la deja marchar, pero a los tres minutos la dama se da cuenta de que se ha llevado la navaja de su amigo, que le había prestado para podar una rama. Vuelve atrás unos pasos para llamarlo y antes lo busca con la vista: a pesar de estar en una ancha ladera sin obstáculo alguno, él no está allí. El sitio está vacío por completo y el hombre parece haberse desvanecido en el aire, pero tan pronto como ella alza la voz para llamarlo, surge ante ella como el sol que sale por la mañana.

El caso contrario se da con el escritor Clare Vawdrey: el narrador descubre atónito que mientras está en una reunión hablando de naderías, también está escribiendo en su habitación a oscuras, no exactamente él, sino una presencia cuya figura parece “una manta de viaje tirada sobre una silla” aunque no hay duda de que se trata de Vawdrey. La conclusión a la que se llega es que Lord Mellinfont es todo público y carece de una vida privada, así como Clare Vawdrey es todo privado y carece de la correspondiente vida pública. La inteligencia narrativa con que James muestra estas circunstancias está a la altura de su querido Robert L. Stevenson.

El matiz ligeramente jocoso de este relato contrasta con el tono dramático de Owen Wingrave (navidad de 1892), que podríamos catalogar como un cuento de fantasmas sin fantasmas, o más propiamente, de espíritus familiares en forma de peso en la conciencia, que quizá sea el peor de los fantasmas. Al menos eso es lo que le ocurre al joven Owen Wingrave: a pesar de estar en uno de los mejores establecimientos londinenses para continuar la saga de militares que ha dado su familia al ejército inglés, el joven decide renunciar a esta carrera por motivos pacifistas.

En un primer momento, su instructor, viejo amigo de la familia, se dirige a su tía, una terrible anciana victoriana, para advertirle de la actitud del joven. En una opresiva sucesión de acontecimientos, se suman a la presión familiar su mejor amigo en la academia y la acompañante de la tía, una muchacha llamada Kate que pasa de ser una simple subordinada a la más feroz atacante de Owen, tal vez porque les une un soterrado lazo sentimental.

De nuevo James juega con los géneros, y si el cuento está enclavado en el género fantástico no es por lo que sucede –el único elemento sobrenatural es una posible habitación encantada en la casa de la tía donde nadie ha dormido desde que allí muriera un antepasado familiar- sino por lo que no sucede: la vuelta de Owen al establecimiento militar. El relato es una muestra magistral de ambientación psicológica, en el que la casa contiene una atmósfera inquietante, malsana, lóbrega, sensación a la que hay que unir la actitud casi febril de la joven Kate y la siniestra seguridad de la tía Jane acerca del poder de sus ancestros para que Owen recupere su valentía.

Valor, miedo, sacrificio, pasado, odio, son conceptos reales que maneja James en la creación de un marco perfecto para el desarrollo de un relato fantástico que exclusivamente lo es en su último párrafo, en un admirable ejercicio de maestría narrativa.

La vida privada y Owen Wingrave están publicados en la selección de cuentos Fantasmas. Penguin Clásicos.

The Wheel of Time, Collaboration, Lord Beaupré y The Visits pertenecen al volumen Complete Works of Henry James. Delphi Classic.

Reseñas sobre Henry James en Cicutadry:

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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