Los niños. Edith Wharton: La fuerza de la compasión

071.niños

La maestría en la novela se alcanza cuando hay una relación exacta entre lo que se quiere contar y lo que se cuenta. En sus últimos años como escritora Edith Wharton (1862-1937) alcanzó esa maestría. Lejos quedaban los años en que pudo ser considerada como un epígono de Henry James, una rémora que aún se le sigue atribuyendo infundadamente. Es más: cuando uno se acerca a una novela tan perfecta como Los niños (1928) sólo cabe pensar que la alumna aventajó al maestro: hay una claridad expositiva y una sabiduría narrativa en este relato que posiblemente nunca alcanzó Henry James. Es como uno de esos días claros y diáfanos en que la atmósfera parece más brillante que el cristal: difícilmente se puede encontrar una tersura igual que en esta ágil y brillante novela.

La trama parece centrarse en un solo hecho: un ingeniero solitario vuelve a Europa después de recorrer el mundo con sus trabajos, y en el barco se encuentra a una familia formada por siete niños y dos institutrices. La soledad que trasmiten esos niños es digna de las mejores páginas de la literatura. Sin un asomo de sentimentalismo ni facilidades al lector, vemos deambular a esta pequeña familia por la vida, sin sus padres, buscando un cobijo para una soledad que no se puede explicar con palabras, sino asistiendo a su triste errar por el mundo. El ingeniero se sentirá inmediatamente atraído por la compasión que le merece la triste familia y la novela consistirá en la ingente lucha que planteará por mantenerlos unidos y felices.

El dibujo del ingeniero Martin Boyne es soberbio: no hay una sola página de la novela que no aporte una nueva faceta a su compleja personalidad: su vida, convulsionada repentinamente por un prosaico conflicto, parecía entregada al arte y a la contemplación, a un dolce far niente que cree merecido a una edad que ya se acerca a su vejez y donde piensa encontrar la recompensa de casarse con una vieja amiga que ha enviudado. En ese sereno estado de ánimo se encontrará con Judith, la mayor de la pequeña familia que aparece en el barco y que casualmente son hijos de unos remotos amigos de la juventud. Si el perfil del ingeniero está trazado con mano maestra, la ambigua personalidad de Judith será un tour de force al que se somete Edith Wharton a lo largo de la novela, saliendo victoriosa a cada paso. Un personaje así de logrado puede justificar toda una carrera literaria. Resulta imposible destacar en pocas líneas algunos rasgos de esta afanosa hija mayor, cuyo único propósito en la vida es mantener unidos a sus hermanos, a pesar de las dificultades a las que los someten sus padres.

En cuanto a éstos, son los personajes que otorgan una gran modernidad a la novela: dos personas que viven sus propias vidas sin tener en cuenta el daño que pueden hacer a sus hijos. Divorciados y vueltos a casar, han tenido hijos fuera de su matrimonio que también viajarán en el barco. Sus superficiales vidas sociales, ancladas en el lujo y la sofisticación de los grandes balnearios y las ciudades de playa, no les dejan un momento para pararse a pensar en sus hijos. Aún se mantienen unidos por algún motivo que se les escapa, pero de nuevo están a punto de divorciarse: la lucha por quedarse con la custodia de sus hijos se avecina terrible. Sólo una cosa es segura: los niños terminarán separándose, cada uno con una madre o un padre distintos, que nunca han querido saber de ellos, porque la única persona que de verdad los cuida es la infatigable Judith, la adolescente con mentalidad de adulta, la casi adulta que no puede ocultar muchas veces que acaba de salir de la infancia.

Los niños es una gran novela de amor, pero no en el sentido que todos conocemos. Es el amor por los demás, en este caso por los hermanos, que asisten inocentes a la lucha que se desencadena alrededor de ellos. El amor que muestra esta novela es el amor más hermoso, el amor desinteresado, el que no pide nada a cambio, el agapé de los griegos. No hay muchas novelas que traten este tipo de amor, y desde luego, es muy difícil hacer una historia atractiva con un elemento tan positivo. Y sin embargo Edith Wharton lo consigue con un extraordinario y asombroso talento. Eso, quizás, sea lo más admirable de esta admirable novela. Los buenos sentimientos no suelen dar buenas novelas, tal vez porque dan poco juego dramático. Los niños es la mejor demostración de que la literatura también se puede nutrir de la parte más hermosa de la vida.

Junto a ese amor desinteresado que traspasa las páginas de este relato, está también el acuciado sentido de la compasión que nacerá desde el principio en Martin Boyne y que lo convierte inmediatamente en eso que se llama buena persona y que es tan difícil encontrar en una novela moderna. Por esto, y por muchas otras cosas, Los niños es una novela casi única en su especie. Pocas ocasiones tendrá el lector de acercarse a un relato tan singular que está contado con una transparencia absoluta y que cautiva desde sus primeras líneas hasta el sorprendente final que será el broche de oro a una novela que sólo puede calificarse de magistral.

Los niños. Edith Wharton. Alba Editorial.

Rate this post

Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

Check Also

La casa de las bellas durmientes, de Yasunari-Kawabata

La casa de las bellas durmientes, de Yasunari Kawabata: una reflexión sobre la vejez y el deseo.

El protagonista de La casa de las bellas durmientes es Eguchi,  un hombre de 67 …

Deja una respuesta