Nuestro hombre en La Habana, de Carol Reed: la invención del secreto

Carol ReedEn estos días que tanto se habla de la apertura de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, me he acordado de una película de 1959 que, supongo, viene bastante a propósito con el asunto en cuestión: Nuestro hombre en La Habana, que, como sabrán muchos de ustedes, está basada en la novela homónima de Graham Greene, y su guión lo escribió el propio autor, siendo ésta la tercera colaboración del escritor con el cineasta Carol Reed; la primera fue El ídolo caído, de 1948, una película excelente que  ha caído en el olvido injustamente, y la segunda, un año después, en 1949 y dio lugar a la que considero una de las mejores películas de todos los tiempos: El tercer hombre.

Yo he tenido el doble placer de leer la novela de Graham Greene (un escritor por el que siempre he sentido una gran admiración) y de ver la película. Si se fijan en la fecha de publicación del libro (1958) y la fecha de rodaje de la película (1959) observarán que se corresponden con el periodo de transición de la dictadura de Batista en Cuba. Con Fidel Castro recién llegado al poder, parece ser que, tras leerse el guión, no puso demasiadas objeciones al rodaje porque creyó que se podía interpretar como una crítica al viejo sistema del depuesto Batista.

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Fidel Castro, en el centro de la imagen, conversando con Maureen O´Hara y Alec Guinness

Cuestiones políticas aparte, Nuestro hombre en La Habana es una excelente historia que constituye, en buena medida, una parodia de las crónicas de espías, pues, ciertos personajes que intervienen en la narración son una especie de agentes secretos aficionados que se dedican al espionaje más por necesidad pecuniaria que por convicción política o un sentimiento patriótico.

El genial y polifacético actor Alec Guinness es el encargado de dar vida al personaje de Jim Wormold, un hombre corriente, un inglés emigrado a Cuba que se gana la vida como un modesto vendedor de aspiradoras. Wormold tiene una hija, Milly, a la que le profesa un cariño sin límites, tanto, que es capaz de cualquier sacrificio para costearle sus caros caprichos. De forma providencial, un día Wormold recibe la visita de un peculiar personaje que se hace llamar el señor Hawthorne (interpretado por Noël Coward), un funcionario de la embajada británica que le hace una proposición bastante enigmática: la posibilidad de convertirse en un agente secreto del servicio secreto británico. Según le explica, su misión consistiría en remitirles una serie de informes sobre cualquier movimiento que le parezca extraño, relevante, o simplemente sospechoso, en la ciudad de La Habana. Un poco abrumado por la responsabilidad que eso supone, Wormold vacila, pero la necesidad de conseguir dinero es más poderosa que el escrúpulo que ese trabajo le hace sentir, así que, tras consultar con un buen amigo (interpretado por Burt Ives), éste le convence para que acepte. A fin de cuentas, le dice con ironía, si lo que tiene que hacer es contar secretos, se puede limitar a inventárselos y, en ese caso, ¿quién va a saber si son verdad o mentira si en el fondo las historias que remita son «secretas»?

Wormold aplica el consejo de su amigo al pie de la letra y comienza a enviar periódicamente a Londres informes inventados, totalmente falsos, sobre hipotéticas actividades subversivas en Cuba. Una vez tomada la confianza, las historias de Wormold son cada vez más inauditas, rozando lo increíble. El vendedor de aspiradoras llega incluso a dibujar mapas de supuestas instalaciones militares para los que se basa en los planos de las máquinas aspiradoras que él mismo vende. Todo se complica cuando en el Ministerio se toman en serio sus informes, y deciden enviarle personal de apoyo, entre los que se encuentra una funcionaria del Ministerio (interpretada por la magnífica Maureen O’Hara) que ejercerá como su secretaria particular. De la noche a la mañana, Wormold se convierte en un personaje importante que acaba siendo señalado. Bajo la supervisión del servicio secreto británico, no tardará en atraer la atención de otros espías y los servicios policiales de la propia isla, entre los que se encuentra el capitán Segura (interpretado por Ernie Kovacs) quien, además, trata de cortejar sin éxito a la hija de Wormold. Mezclando acción, espionaje y una ironía no exenta de humor y hasta de socarronería, el destino de todos los personajes acaba convirtiéndose en un auténtico vodevil. Para complicar más las cosas, algunas de las invenciones de Wormold se materializan, lo que hace que sus historias parezcan todavía más verídicas, por ejemplo cuando uno de los espías inventados por Wormold, un aviador llamado Montes, que supuestamente le ha proporcionado los planos de una base militar, existe de verdad y aparece muerto en circunstancias extrañas.

Tras la aparente simplicidad de la trama, y oculta tras su máscara de ironía, la crítica de fondo de esta historia es absolutamente brutal y muy actual. Desde la perspectiva de la política internacional, la película (y la novela) tratan de poner el dedo en la llaga señalando cómo se pueden generar y promover conflictos internacionales basados en falsos testimonios, en mentiras, en simples invenciones que nadie cuestiona.

Los diálogos entre los personajes son afilados, llenos de ironía. Todos los intérpretes son extraordinarios y algunas escenas son sencillamente memorables, como la de la partida de damas con botellines de whisky y bourbon. Una escena como esa sólo la podría haber concebido Graham Greene, y la pueden ver, si lo desean, en el siguiente vídeo:

Una curiosidad, tanto para cinéfilos como para bibliófilos es que el argumento de esta historia sería versionado, casi cuarenta años después por John Le Carré en su novela El sastre de Panamá (1996), ambientando la acción en la época en la que la posesión del canal estaba en conflicto entre los americanos y Noriega. Dicha novela fue llevada al cine en el año 2001 por John Boorman, con Geoffrey Rush y Pierce Brosnan como protagonistas. Personalmente, sin desmerecer para nada a John Le Carré, yo me quedo con Graham Greene.

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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