Nos vemos allá arriba. Pierre Lemaitre: los ominosos negocios de la guerra

Nos vemos allá arriba_150x230Esta novela tiene un arranque que me hizo evocar alguna de las escenas de Senderos de gloria, de Stanley Kubrick. La acción comienza pocos días antes de que sea declarado el armisticio que pondría fin de la Primera Guerra Mundial; en el campo de batalla, un grupo de soldados franceses atrincherados es enviado a una misión suicida en la que se les ordena tomar una colina ocupada por el ejército alemán. La carrera de los soldados hacia el objetivo, está dirigida por un teniente sin escrúpulos llamado Henri d’Aulnay-Pradelle, que no duda en disparar a dos de sus soldados más rezagados ni en empujar a Albert Maillard, un joven soldado que ha sido testigo de su acción, a un agujero hecho por un obús. Tras intentar sin éxito escapar de aquel agujero, Albert se queda sepultado por la acción de otro obús que lo deja enterrado. Cuando parece que ya nada puede salvarlo de la muerte interviene otro soldado, Édouard Péricourt, hijo de un prominente banquero de París, que le salva de morir asfixiado por la tierra que le ha caído encima. Sin embargo, su heroica acción tiene consecuencias catastróficas para él: un obús arroja varios trozos de metralla dejándolo horriblemente mutilado, destrozándole la cara.

En el hospital de campaña, Albert cuidará a Édouard, con cuya generosidad se sentirá en eterna deuda a partir de ese momento, convirtiéndose en su enfermero y evitando, entre otras cosas, que se suicide cuando Édouard, tras despertar de su convalecencia, descubre el horrible estado en que se encuentra. Albert consigue falsificar los documentos de su cartilla militar para que sea trasladado a París a un hospital y para que no sea enviado de vuelta con su familia, pues el propio Édouard no quiere que en su familia lo vean en el estado en que se encuentra. Por otro lado, temeroso de que Albert pueda denunciar su comportamiento, Pradelle lo amenaza con formarle un consejo de guerra si no permanece en silencio y retrasa el traslado de Édouard al hospital pensando en que no sobrevivirá y que eso eliminará de escena a otro testigo molesto. El odio que Albert siente por el teniente, recién ascendido tras la batalla a capitán, es casi tan fuerte como el vínculo de amistad que establece a partir de entonces con su salvador Édouard.

Esta primera parte de la novela, en la que se nos relatan las escenas bélicas y las de los soldados traumatizados, heridos y mutilados, algunos agonizantes y con escasez de remedios para hacerles más llevadero el dolor físico y moral que sienten en el hospital de campaña, posiblemente sea la más lograda de todo el libro por su intensidad y realismo. Tras las escenas bélicas, los dos amigos comparten un modesto apartamento en París, y lo que el autor nos relata entonces es cómo la posguerra también tiene distintas varas de medir para los protagonistas de la historia. En el caso de Albert y Édouard, el regreso de las trincheras no supone precisamente un hecho fácil. Para Édouard, que se niega obstinadamente a practicarse una cirugía en su cara, el único asidero es su relación con Albert, su amigo fiel dispuesto a buscar morfina en los bajos fondos de la ciudad con tal de evitarle un poco de sufrimiento innecesario a su amigo. Entretanto, el capitán Pradelle ha medrado para casarse con la hija del banquero Pericourt, es decir, el padre de Édouard, un hombre de temperamento fuerte que, sin embargo, ha quedado gravemente afectado por el falso comunicado que el mismo Albert se encargó de transmitirle, al referirle la muerte de su hijo en el frente.

Pradelle aprovecha su posición en una familia acomodada e influyente para comenzar unos negocios un tanto truculentos en los que tratará de enriquecerse con las concesiones para reagrupar en cementerios militares a los soldados enterrados de urgencia por los diversos campos de batalla, para lo que no duda en especular con el precio de los empleados (contratando para colocar a los muertos en sus tumbas a chinos que no saben hablar ni leer francés) o el tamaño de los ataúdes (que encarga, para abaratarlos, de unas dimensiones ridículas obligando a los operarios a mutilar los cadáveres para poder introducirlos en las cajas). Al mismo tiempo, Albert y Édouard pretenden conseguir una fortuna convirtiéndose para ello en estafadores. Las víctimas, en este caso, también provienen de la guerra. La idea de Édouard es fingir que se tratan de empresarios que ofertan monumentos funerarios en homenaje a las víctimas: estatuas de diversos diseños y tamaños que venden por catálogo ofertándoselas a multitud de ayuntamientos y localidades que conservan muy viva la memoria del ardor patriótico. Lógicamente, el resto de la novela desarrolla con bastante interés los pasos de cada una de estas dos empresas que tienen en común que las víctimas de los engaños son los familiares de los soldados muertos.

Por el camino aparecerán todo tipo de personajes que se cruzarán tanto en las vidas de Édouard y Albert, como en la familia Péricourt y del descarado Pradelle, del mismo modo que se nos irán desvelando ciertos secretos familiares, entre otros algunos que ligaron de un modo especial a Édouard con su padre. Al parecer, según refiere Pierre Lemaître en el epílogo del libro, para escribirlo se basó en algunos hechos reales, en concreto los referidos a los encargos de ataúdes pequeños para enterrar a los soldados. Realmente sorprende y conmueve conocer que algunos de estos fraudes se realizaron sin ningún tipo de escrúpulo, a costa del sufrimiento de los familiares de los soldados muertos.

Ganadora del premio Goncourt en 2013, Nos vemos allá arriba se lee con interés hasta el final. Toda la novela tiene, obviamente, un fondo antibelicista y, pese a que sus personajes puedan parecernos en ciertos casos un poco estereotipados, creo que están magníficamente definidos, que son creíbles en y que se encuentran vivos, aunque la sociedad que retratan esté podrida, descompuesta y pervertida en su esencia. Nos vemos allá arriba es, en definitiva, un libro que merece la pena leer y con el que probablemente el lector no se aburrirá.

Nos vemos allá arriba. Pierre Lemaitre. Salamandra

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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