Cantaba Joaquín Sabina aquello de “amor se llama el juego en el que un par de ciegos juegan a hacerse daño”. Se trata de unos versos que vienen muy a propósito para la magnífica novela corta de Elena Poniatowska que hoy voy a comentar. Querido Diego te abraza Quiela nos narra, en forma de testimonio epistolar, la relación amorosa que durante diez años mantuvieron la pintora rusa Angelina Beloff y el famoso pintor mexicano Diego Rivera. A lo largo de doce cartas que Angelina envía para Diego desde París a Mexico conocemos los aspectos más importantes de esta pareja. En sus misivas, Angelina recuerda cómo se conocieron Diego y ella en París, cómo él se sintió atraído y fascinado por Angelina, a quien él llama con el apelativo cariñoso de Quiela y de quien se enamoró locamente.
Todas las cartas están escritas después de que Diego Rivera emprendiera solo el regreso a México, pues su penuria económica no le permitía comprar billetes para ambos. Lo terrible de esta historia es que las cartas nunca reciben contestación. Angelina se obstina una y otra vez en pedirle a su amado una respuesta, pero lo más que obtiene de él es algún giro con dinero, y ni una sola palabra. De un modo original, la escritora Elena Poniatowska nos explica mediante la recreación de estas cartas cómo era el estudio que Diego y Quiela compartían en París, donde ambos vivían y trabajaban y donde cuidaron a su hijo. También se habla de los amigos comunes, de la muerte del hijo, Dieguito, de las dificultades económicas por las que pasa Quiela, sola en París e incapaz de pintar sin la fuerza que le daban su marido y su hijo. En cada carta, Quiela se muestra sucesivamente deprimida y desesperanzada, y siente que no sólo sus ánimos flaquean, sino también su creatividad. Hay un momento en el que Quiela asume que su marido no va a regresar, y se pregunta si ya no la quiere, y en sus cartas le pide que le diga claramente si su amor se ha esfumado, y hay una extraordinaria escena de celos contenidos en la que Quiela le habla de una antigua amante que él tuvo, a quien dejó embarazada y a quien Diego también le envía dinero.
El deseo de Quiela por mantener vivo un matrimonio que a todas luces está acabado resulta conmovedor al tiempo que irritante. La persistencia con que ella trata de agarrarse a una falsa esperanza humillándose cada vez más en busca de una compasión que no llega es simplemente devastadora y el silencio de Diego Rivera nos revela lo que tenía de ególatra e indolente, y nos resulta enojoso e imperdonable. Pero como sugería al comienzo de este artículo, el amor ciego que posee a Quiela no puede tener más consecuencias que el dolor y el sufrimiento, sentimientos que, al menos en este caso, resultan inútiles, pues sólo consiguen deformar, incluso destruir, el ansia creativa de una gran artista, lo que para un espíritu creador equivale a perder la alegría por vivir. Esta novela corta es sin duda alguna una pequeña joya muy recomendable, una excelente lectura que invita a reflexionar sobre el amor y el egoísmo de la condición humana.
Querido Diego te abraza Quiela. Elena Poniatowska. Impedimenta