Stefan Zweig: un extraño en todas partes

Stefan Zweig: un extraño en todas partesNadie mejor que Stefan Zweig ha escrito sobre finales en los que la vida vuelve a comenzar. Así es como narró sobre Dostoievski volviendo a nacer poco antes de ser fusilado y sobre Händel recuperando una mañana corriente el entusiasmo perdido de una vida entera. Así Zweig, el judío vienés educado en letras y filosofía que viera la luz en 1881, tuvo un final trágico e impactante en 1942. Y eso, sólo es el principio de su historia.

Memorias de un europeo

Una acaudalada familia de banqueros y maquilladores de textiles le dio a Zweig una buena cuna y una educación nacionalista y entusiasta de la nueva carrera que Europa se disponía a emprender con la llegada del siglo XX. De joven estuvo rodeado de arte y alta música germana, manifestaciones a las que acudió no con el poco interés que le suscitaron los ritos tradicionales del judaísmo. Pronto, viéndose en el futuro como un brillante ciudadano europeo, ingresó a las líneas del ejército austriaco donde al cabo se desempeñaría como oficinista tras ser considerado no apto para el combate.

Con sus primeros textos, entre los que destacan su primera novela conocida (Cuerdas de plata de 1901), se ganaría un sitio honorario entre la élite intelectual de la época, la cual era conformada por nombres como el de Romain Rolland. Es este célebre autor francés quien influenciaría con fuerza su estilo y le inculcaría ideas que abrirían sus horizontes para convencerle de la necesidad de traspasar sus límites para convertirse en un ciudadano del mundo sin fronteras de origen y nacionalidad.

La sombra que viene

La filosofía religiosa hindú y la mezcolanza de creencias y estilos de vida a los que se expuso durante sus múltiples viajes, comenzaron a generar en él ideas que le llevarían a decantarse por el antibelicismo y la tolerancia por concepciones del mundo distintas a las de su amada Europa. Esto en su época, era una postura en extremo radical.

A comienzos de los años 1930 el nacionalsocialismo alemán cobraba fuerza por momentos. Pronto Zweig comenzó a sentirse fuera de lugar en Salzburgo y, a causa de esto, se mudó a Inglaterra con su segunda esposa. Fue aquí, una vez que se instaló en Londres, donde trabajó con entusiasmo en sus famosos escritos biográficos sobre María Antonieta (1932), María Estuardo y Erasmo de Rotterdam (ambos de 1934), así como el más conocido de todos ellos: Fouché. Para esta época ya había publicado numerosos títulos desarrollados durante su estancia en Zurich y Salzburgo y durante sus interminables viajes a los Estados Unidos, La India y la antigua Unión soviética (La confusión de los sentimientos de 1926, Momentos estelares de la humanidad de 1927 y Veinticuatro horas en la vida de una mujer de 1929).

Búsqueda eterna

No obstante su peregrinar, la Segunda Guerra Mundial pronto le alcanzaría en Bath, el último sitio que tuviera por residencia en Inglaterra. Y es que, a comienzos del conflicto en 1939, su hogar en esta ciudad provinciana sería destruido por un bombardeo nazi.

La vida se estaba volviendo dura para el autor, que ahora se enfrentaba a la prohibición de sus publicaciones en Viena, a la persecución por su origen judío y a la condena de sus amigos intelectuales a consecuencia de su silencio ante los excesos de Hitler, a quien nunca se atrevió a descalificar abiertamente. Fue en este momento en que decidió mudarse a Nueva York esperando encontrar un sitio salvo donde seguir escribiendo aún pese a la decepción de ver al viejo continente hundirse en una pesadilla.

Finalmente, huyendo de la guerra y hundiéndose en sus dilemas, Stefan Zweig se mudó a Brasil tras publicar su último libro (Novela de ajedrez de 1941) para suicidarse junto con su esposa. Convencido de que el nazismo se erigía listo para extenderse por el mundo, en su carta se despedía diciendo: «Ojalá puedan ver el amanecer después de esta larga noche. Yo, demasiado impaciente, me voy antes de aquí«.

Zweig es uno de esos escritores que dejan una huella indeleble. Como otros muchos escritores que he tenido la suerte de leer, este lo hice por recomendación personal de mi padre, que fue quien me introdujo en su prodigioso mundo literario. Lo curioso del caso es que, cuando yo comencé a leerlo, siendo yo aún muy joven, Zweig había sido olvidado y, prácticamente descatalogado de las editoriales de entonces, resultaba muy difícil encontrar sus obras, salvo que uno indagara pacientemente en ciertas librerías de ocasión. Y digo que es curioso porque Zweig fue mucho más que un escritor brillante, fue un escritor popular y reconocido en su época, una estrella de la literatura capaz de congregar a cientos de personas en las conferencias y presentaciones que dio por medio mundo. Pocos escritores han logrado el nivel de introspección psicológica como él. Baste con recordar algunas de sus obras más importantes: Veinticuatro horas en la vida de una mujer, Carta de una desconocida, Amok, Una carta, o Una novela de ajedrez. Casi todas ellas destacan además por pertenecer al género narrativo de la novela corta, un género literario que, al igual que ocurre con los relatos, suelen despreciar las editoriales por no considerarlo comercial. Y precisamente dentro del relato corto Zweig compuso algunos de los mejores cuentos que he leído jamás, la mayoría de los cuales fueron reunidos en una obra que se publicó bajo el título de Calidoscopio. Citaré solo uno de los cuentos que allí están publicados a modo de ejemplo: La colección invisible. No entraré a desentrañar el argumento de ese relato porque merece la pena que el lector descubra por sí mismo como a lo largo de escasas veinte páginas Zweig logra crear de un modo magistral una tensión creciente de un hecho aparentemente trivial.

Un final inexplicable

Recientemente tuve ocasión de ver en el cine un biopic basado en su vida, titulado Stefan Zweig: adiós a Europa. Resulta complicado que la película entusiasme demasiado sin haber leído ni una sola de sus páginas, pero reconozco que a mí me encantó. En la película conocemos al escritor que fue criticado por ser un intelectual pacifista, algo que muchos consideraban una contradicción, pues confundían ser pacifista con no estar comprometido. Al margen de su obra literaria, de su vida, sin embargo, más que su clamoroso éxito me llamó siempre la atención la forma en que eligió morir, dejándose llevar por el pesimismo y por el derrotismo, pues pensó que el nazismo llegaría adueñarse del mundo. Lo llamativo es que logró convencer a su mujer para que se suicidaran juntos, y eso es lo que siempre me ha resultado sorprendente: ¿con qué palabras se puede uno dirigir a la persona amada para convencerla de que ambos están de sobra en este mundo? Aunque dejó varias notas para sus amigos antes de suicidarse, la muerte de esta pareja siempre ha resultado para mí el mayor misterio que escondía este artista que, en sus escritos, sin embargo, demostró ser un profundo conocedor del alma humana.

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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