Una mirada en la oscuridad, de Philip K. Dick: en los límites de la percepción

philip k dickEs casi seguro que, nada más leer el nombre de Philip K. Dick, muchos de ustedes habrán pensado automáticamente en el género de la ciencia-ficción. Sin embargo, este autor escribió libros que resultan difíciles de encajar en un género concreto. Si tuviera que definir o catalogar este, por ejemplo, no me referiría a él nunca como un libro de ciencia ficción, aunque en su contenido existan ciertas trazas que evoquen muy ligeramente a dicho género.

A mediados del siglo XX, Aldous Huxley escribió un ensayo titulado Las puertas de la percepción, en el que describe sus experiencias con drogas alucinógenas. El título proviene de una cita de William Blake que dice:

Si las puertas de la percepción se purificaran, todo se le aparecería al hombre como es, infinito.

 En esta novela, de una forma sutilmente autobiográfica, sin abandonar el lado más puramente narrativo, Philip K. Dick nos relata su experiencia con las drogas. De hecho, el propio escritor nos lo desvela en uno de los epílogos más escalofriantes que puedan imaginarse, en donde dedica unas líneas a cada uno de los amigos y conocidos que murieron o quedaron física, psíquica o neurológicamente destrozados por causa de las drogas. “Eran como niños jugando en la calle”, nos confiesa el autor refiriéndose a todas esas almas perdidas a las que conoció e incluso amó. Él mismo sufrió de una forma perversa los efectos de las drogas: la ruptura familiar, un intento de suicidio y, por último, tras una reclusión voluntaria en un centro de rehabilitación, aunque curado de su adicción, quedó marcado para el resto de sus día por una esquizofrenia paranoide.

Una mirada en la oscuridad nos cuenta la historia de Bob Arctor, un traficante y adicto a las drogas que al mismo tiempo es un infiltrado de la policía, quien lo conoce bajo el nombre de Fred. La policía no puede reconocer la dualidad Bob / Fred, porque, como confidente, usa una especie de traje electrónico que distorsiona su imagen. De hecho, para hacerlo más complejo, el objetivo del infiltrado Fred es desenmascarar a Bob Arctor y su cuadrilla de traficantes, que viven en la misma casa. Esta dualidad convierte esa doble vida de Bob / Fred en una realidad paranoica, pues su misión consiste en vigilarse a sí mismo al tiempo que debe evitar ser descubierto. De ese modo, cada uno de sus actos se convierte en una amenaza en donde su existencia se complica por partida doble: por un lado, debe ser lo suficientemente astuto para ocultar su doble identidad a la policía permitiendo que pongan ciertas trampas en su casa para evitar recaer en sospechas y, por otro, tiene que evitar levantar dudas entre sus propios colegas drogadictos, quienes terminan sospechando que entre ellos hay un topo. Esa es la trama de fondo en la que intervienen como personajes principales todos los colegas de Bob que viven con él en la casa y que comparten la droga y el negocio, además de algún que otro lance amoroso y competición sexual. Las relaciones entre ellos y, sobre todo, el ritmo de vida y las situaciones esperpénticas que pasan a causa de su permanente estado de excitación por la droga M (de muerte) que toman es lo que conforma esta original y personal narración que, posiblemente, sea una de las novelas de culto fundamentales de Philip K. Dick.

El ambiente que envuelve toda la narración no es para nada futurista, sino que el lector puede reconocer bastante bien un mundo y unas costumbres que encajan perfectamente en la actualidad. Pese a estar escrita en los años 70, muchas situaciones son extrapolables a nuestros días. Como única traza de ciencia ficción está ese “disfraz” que Bob Arctor utiliza para distorsionar su imagen y su voz pero, por lo demás, yo diría que esta es una novela de corte realista en donde los personajes traspasan ampliamente esas puertas de la percepción que mencionaba al principio. Como botón de muestra, las primeras páginas del libro nos describen la psicosis de uno de los personajes que está convencido de que la casa está plagada de insectos que recorren todo su cuerpo (lo que trata de evitar dándose largas duchas) y creyendo incluso que esos insectos habitan en el interior de su organismo.

El escritor escoge una perspectiva narrativa objetiva que rehúye la moralina. No se juzga en modo alguno a los personajes ni a sus adicciones, sino que el autor se limita a contar la realidad que viven los personajes bajo los efectos de las drogas y cuáles son los efectos que éstas ocasionan. De un modo análogo a lo que dijera Flaubert de Madame Bovary, Philip K. Dick, afirmó que él no era un personaje concreto de esta novela, sino que él era esta novela. Muchos de sus elementos narrativos típicos y de sus obsesiones están presentes en esta extraordinaria narración: el control policial, la obsesión de sentirse vigilado, el juego de la doble identidad. Son muchas las historias conocidas del novelista en las que resulta fácil identificar estos elementos. Yo diría que esta es, posiblemente, su obra más singular, más diferente y, al mismo tiempo, la más perfecta, por todo lo que tiene de sincera, incluyendo el hermoso homenaje final a los que fueron sus amigos: “dejemos que todos jueguen de nuevo, de alguna manera, y sean felices”.

Una mirada en la oscuridad. Philip K. Dick. Minotauro

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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