Ana María Matute: La memoria desde la infancia.

anamaría4Para Ana María Matute, la infancia era un mundo total y cerrado: el niño no es un proyecto del hombre que será, sino que el hombre, si acaso, es lo que queda de aquel niño, y no para mejorarlo. La literatura de Ana María Matute contiene la precisa melancolía de la mujer que vio pasar el irracional mundo de los adultos con los ojos de una niña.

Nació para la cronología en Barcelona en 1925, aunque para la literatura naciera pocos años después, cuando el asombro de los 12 años detuvo su tiempo sin remedio. Lo que leemos de ella es la interpretación de ese asombro, el intento por comprensión a los demás, la búsqueda de esa fraternidad que habita y justifica la infancia.

Dos hechos marcan su vida: la rebeldía ante una madre severa que, como en los cuentos infantiles, la encierra en la oscuridad de un armario, y el odio de la Guerra Civil, esa mezquindad tan española que enemista a los que son hermanos. Estos dos hechos la llevan a un sentimiento de soledad que sólo puede remediar por medio de la escritura.

anamaría6Con 17 años acaba su primera novela, Pequeño teatro, que da a leer al más importante escritor y editor del momento, Ignacio Agustí, ya olvidado. Esta obra no se publicará hasta 1954, galardonada por el Premio Planeta, premio que no merece tener en su desacreditada historia a una escritora como ella.

Como una premonición de lo que será uno de sus temas obsesivos, titula Los Abel a su primera novela publicada, en 1948. Su siguiente obra, Fiesta al Noroeste, ya es un libro memorable: sus personajes son ambiguos, ni del todo buenos ni del todo malos, como en la vida misma. No obstante, las novelas de Ana María Matute no caen en ese defecto pretencioso que es el realismo gracias a la visión poética y un tanto mágica con que se acerca a los personajes.

Esa visión se refuerza en Los hijos muertos, su primera obra maestra, que ya lleva en el título lo que será a partir de entonces su narrativa: el mundo de los niños, de los hijos propios y sobre todo de los hijos de los otros (así se llama uno de sus mejores libros de cuentos) y el sentimiento de dolor y de frustración ante la frialdad del indolente mundo.

anamaría7El sufrimiento o la adversidad (que quizás sean lo mismo), vividos desde la infancia, parecen cebarse frente a su carácter optimista: en 1958, la España oscurantista de la censura rechaza por completo su novela Luciérnagas, que tiene que esperar hasta 1993 para ver la luz. Sin embargo, los problemas económicos, que la obligan a escribir un cuento a la semana para sobrevivir, quiebran su orgullo y acepta publicar unas páginas que tituló En esta tierra y que jamás podrá considerarse como una novela suya, sino del tiempo que le tocó vivir. Paradójicamente, la editorial donde se editó se llamaba Éxito.

Ese férreo tiempo del mundo que no marcaba las mismas horas de su reloj interior, tal vez demasiado inocente, la llevó a no seguir viviendo el engaño que representaba su infeliz matrimonio. La característica caridad cristiana de aquella época no sólo le niega la separación sino que le quita a su hijo Juan Pablo, al que recuperará cuando éste cumple 11 años.

Sólo su fuerza interior le permite seguir escribiendo una gran novela detrás de otra: Primera memoria, Los soldados lloran de noche, La trampa. Cada vez se vuelve más entrañable, más comprensiva con los que son diferentes, más tierna en sus planteamientos. En estas obras ya está completamente la Ana María Matute que tanto queremos, la que nos llama la atención sobre la tristeza, porque según ella la literatura no está para explicar alegrías: la vida depende, por desgracia, de cómo te la dejen vivir.

anamaría2Acumula un premio literario detrás de otro, que era la única forma para que un autor fuera leído en un país de analfabetos por decreto gubernamental. Se convierte en una de las pocas mujeres escritoras en un país de hombres; una de las pocas autoras de libros infantiles en un país de adultos.

En 1971 publica la que para mí es su mejor novela, La torre vigía. Atraída desde niña por la Edad Media, rompe con todos los esquemas de lo que será después la ramplona novela histórica con una narración en el que los hechos son tan extraños para nosotros los lectores actuales como lo serían nuestros hábitos para esos personajes asilvestrados e ignorantes, frutos también de un secular oscurantismo. La fuerza expresiva de esta narración es inolvidable.

La escritora, asentada entonces en una encantadora habitación con las paredes de cristal cuyas vistas daban al mar de Sitges, con el mundo a sus pies y en la época más dichosa de su vida, se termina resquebrajando. Afirmaba que acabó perdiendo el mundo de vista, que se alejó tan deliciosamente de la realidad que acabó abandonándose en los laberintos de la depresión.

Durante casi 20 años su voz habitó el silencio. Al tiempo, cada noche, a los pies de su cama, dormía en un arcón el manuscrito de lo que consideraba la obra de su vida y que, para consolarse, le puso un título y lo llamó Olvidado rey Gudú. Todo lo que había aprendido de la existencia, todas sus palabras, todos sus silencios, sus deseos, sus ideas, el asumido odio entre hermanos, la infrecuencia de la felicidad, el mundo infantil y el de los sueños, todo ello estaba contenido en esa novela que se negaba a terminar cuando para ella escribir era una necesidad vital.

anamaría10Finalmente, en 1996 reaparece ante nosotros una Ana María Matute de pelo blanco y ojos eternamente soñadores, con esa sonrisa de niña que acaba de descubrir un secreto y ese secreto sabe que está escrito en las más de mil páginas de su libro. Ya será la Ana María Matute que quedará entre nosotros, en color, ya no sola entre hombres vestidos de traje oscuro, agasajada por el público y por las instituciones, poseedora de una serenidad que transmite en cada entrevista que le hacen, siempre inocente en sus palabras, con la mirada sorprendida por el éxito del que ella descree.

En un país de novelas obcecadamente realistas, sorprende de nuevo la escritora fantástica que a finales del siglo XX aún habla de bosques encantados, reinas malvadas y trasgos caprichosos, la niña que dentro de un armario imagina los colores brillantes con que están dotadas las leyendas pero que no olvida que está allí castigada por una realidad de la que se esconde y que luego mostrará en su última novela publicada en vida, Paraíso deshabitado, que tal vez sea la otra cara necesaria de la moneda, el dolor de quien reivindica la inocencia.

Ana María Matute falleció en junio de 2014, dejando inconclusa una novela: Demonios familiares. Pocas veces un último título dijo tanto de su autora. Su obra, que contiene hermosos libros de cuentos, está traducida a 23 idiomas. Nunca escribió una sola obra que no fuera de ficción.

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Ana María Matute, en sus textos:

Fiesta al Noroeste:

El látigo de Dingo hablaba seco, como un relámpago negro. Estaba lloviendo desde el amanecer, y eran ya cerca de las seis de la tarde, tres días antes del miércoles de ceniza. El agua empapaba las crines del viejo caballo y el carro de titiritero rumoreaba sus once mil ruidos quemados: sonrisas de caretas y pelucas, bostezos de perros sabios y largos, muy largos lamentos sin voz.

Los hijos muertos:

Un viento frío le hizo estremecerse. “Nueve años hace que se acabó aquello. Pero yo no lo he olvidado. Y volvería mil veces, siempre con las mismas razones. No. Me duelen aún las cicatrices. Yo no sé perdonar, no olvido. No comprendo a los que perdonan, a los que hacen cuenta nueva. A mí me duelen las cicatrices. No creo en perdones, ni en arrepentimientos. Nunca me arrepentí de nada. Las cosas no mueren fácilmente. Ni siquiera los hombres. Yo he visto lo que les cuesta morir a los hombres, delante de mí lo he visto. Nunca lo hubiera creído. Nueve años, ya, de aquello. Bueno como el primer día. Otra vez saldría yo a la calle, a morterazo limpio.”

Primera memoria:

Era yo, sólo yo, la que me traicionaba a cada instante. Era yo, yo misma, y nadie más, la que traicionaba a Gorogó y a la Isla de Nunca Jamás. Pensé: ‘¿Qué clase de monstruo soy ahora?’. Cerré los ojos para no sentir la mirada diminuta-enorme del dragón de San Jorge. ‘¿Qué clase de monstruo que ya no tengo mi niñez y no soy, de ninguna manera, una mujer?’

Los soldados lloran de noche:

Qué importancia tiene ser bueno o malo, el mundo está planeado de otra forma, construido martillazo a martillazo, clavo a clavo, ajuste con ajuste de acuerdo a otro plan.

Libros de juegos para los niños de otros:

Deberíamos bordar un largo cinturón de guardias, de soldados, alrededor de nuestros parques, para que no vengan los niños de los otros a orinarse en la arena de oro, donde se hunden las manos de los niños verdaderos.

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La torre vigía:

-¡No comprenden! ¡Nunca comprenderán, raza mostrenca y desdichada!

Esta raza comprendía, para él, la humana naturaleza en peso. Ortwin denostaba entonces contra la obtusa y maligna especie que utilizaba en tales menesteres [malévolos comentarios] el precioso don de la palabra. Aseguraba que mejor se entendía con los caballos y los perros, que con hombre alguno. Lo cual, según aprecié, era muy cierto, pues no tenía más amigos que su caballo y su perro.

Olvidado rey Gudú:

Ondina del Fondo del Lago habitaba desde hacía cuatrocientos treinta años en el más bello lugar del Lago de las Desapariciones. Ondina era de una belleza extraordinaria: suavísimos cabellos color alga que le llegaban hasta la cintura, ojos largos y cambiantes como la luz, que iban del más suave oro al verde oscuro, y piel blanco-azulada. Sus brazos ondeaban lentamente entre las profundas raíces de las plantas, y sus piernas se movían como las aletas de una carpa. Una sonrisa fija y brillante, que iba del nacarado de la concha al rosa líquido del amanecer, flotaba entre sus labios.(…) A pesar de ser nieta de la Gran Dama del Lago, no poseía ni un ápice de su sabiduría, ni siquiera un granito de mínima inteligencia -como ocurre con frecuencia entre las ondinas- Por el contrario, era de una tal dulzura y suavidad, y emanaba tal candor, que su profunda estupidez podía muy bien confundirse con el encanto y hechizó más conmovedores.

Paraíso inhabitado:

La noche era mi lugar, el que yo me había creado, o él me había creado a mí, allí donde yo verdaderamente habitaba. Despertar en la noche, adormecer en la mañana, y aquel vivir a contrapelo, fue quizá la razón de la tenue felicidad que me salvó de cosas como saber que nunca fui deseada, de haber nacido a destiempo en una familia que había ya perdido la ilusión y la práctica del amor.

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Obras de Ana María Matute:

  • Los Abel. 1948. Novela. Finalista del IV Premio Nadal.
  • Fiesta al Noroeste. 1953. Novela. Ganadora del III Premio Café Gijón 1952
  • Pequeño teatro. 1954. Novela. Ganadora del III Premio Planeta 1954
  • En esta tierra. 1955. Novela.
  • Los niños tontos. 1956. Cuentos.
  • El país de la pizarra. 1957. Literatura infantil.
  • El tiempo. 1957. Cuentos.
  • Los hijos muertos. 1958. Novela. Ganadora del Premio de la Crítica 1959. Ganadora del Premio Nacional de Literatura 1959
  • Paulina, el mundo y las estrellas. 1960. Literatura infantil.
  • Caballito loco. 1961. Literatura infantil.
  • El saltamontes verde. 1960. Literatura infantil.
  • Primera memoria. 1960. Novela. Ganadora del XVI Premio Nadal 1959
  • A la mitad del camino. 1961. Cuentos.
  • Libro de juegos para los niños de los otros. 1961. Cuentos.
  • Historias de la Artámila. 1961. Cuentos.
  • El arrepentido. 1961. Cuentos.
  • Tres y un sueño. 1961. Cuentos.
  • El río. 1963. Cuentos.
  • Algunos muchachos. 1964. Cuentos.
  • Los soldados lloran de noche. 1964. Novela. Ganadora del Premio Fastenrath 1962
  • El polizón del Ulises. 1965. Literatura infantil. Ganadora del VIII Premio Lazarillo 1965
  • La trampa. 1969. Novela.
  • La torre vigía. 1971. Novela.
  • Carnavalito. 1972. Literatura infantil.
  • El aprendiz. 1972. Literatura infantil.
  • Sólo un pie descalzo. 1983. Literatura infantil. Ganadora del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 1984
  • La virgen de Antioquía y otros relatos. 1990. Cuentos.
  • Luciérnagas. 1993. Novela.
  • La oveja negra. 1994
  • El verdadero final de la Bella Durmiente. 1995. Cuento.
  • El árbol de oro y otros relatos. 1995. Cuentos.
  • Olvidado rey Gudú. 1996. Novela.
  • Aranmanoth. 2000. Novela.
  • Paraíso inhabitado. 2008. Novela.
  • Demonios familiares. 2014. Novela inconclusa (póstuma).

 Ana María Matute, su vida en propia voz:

 

 

 

 

 

 

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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