Basada en hechos reales. Nada se opone a Delphine.

Empecemos por el final.

Llega a mis manos un ejemplar de Basada en hechos reales, la última novela de la autora parisina Delphine de Vigan, avalada por mi encantadora librera que siempre me recomienda excelentes obras.

“Es algo que no se parece a nada, me la terminé en una noche”, me dice.

“Todo lo que sea literatura francesa, me interesa”, le contesto.

Y pienso para mis adentros cuán cierto y cuán absurda es semejante apreciación.

Basada en hechos reales es, ciertamente, un libro peculiar. Narrada en primera persona, con Delphine De Vigan como protagonista y, sin embargo, con un halo de ficción presente en todo momento, a pesar de ser, como su propio título reza, algo «real».

La autora hace de su proceso de escritura su discurso y nos sumerge, haciendo alarde de un exhibicionismo cuasi vergonzante, en su día a día enfrentándose a un bloqueo literario del que estuvo aquejada tras la publicación y el rotundo éxito de su anterior libro: Nada se opone a la noche.

Digo que empiezo por el final porque, en este Basada en hechos reales las referencias a Nada se opone a la noche son constantes y, en cierta medida, todos los conflictos que se plantean en ella, vienen propiciados por la anterior novela, no sólo en lo que a su temática se refiere, sino, también por el éxito alcanzado a través de ella. No por esto se requiere de la lectura de una antes de la otra y ninguna es deudora o continuación, más allá de las evidencias referenciales que la propia cronología que De Vigan infiere.

Sin embargo, al terminarla –en tiempo récord, aunque no tanto como mi librera- resultaba una ineluctible asignatura pendiente leer la otra, mucho más si pretendía escribir sobre ella. Culminada la pesquisa, me enfrento a tal proyecto, satisfecho, encantado y deleitado no solo por las palabras de Delphine, sino más bien por su coraje y su entereza, con una serie de dudas razonables que intentaré reflejar aquí y fascinado ante la epopeya literaria de esta galardonada escritora gala.

Basada en hechos reales nos cuenta cómo Delphine pasó por un largo periodo de su vida en el que le suponía incluso enfermar el plantarse delante del ordenador para continuar con su carrera literaria. Impedida absolutamente ante la posibilidad de escribir nada tras la conclusión, publicación y atronador éxito de Nada se opone a la noche. En estas lides, debatiéndose ante la incapacidad y la ociosa vida de madre de unos hijos que ya han volado a la búsqueda de sus propias vidas, salpicada de notas de morriña ante la ausencia del  “hombre al que ama”, quien está produciendo documentales en Estados Unidos;  aparece en su vida un personaje nuevo, una amiga, L., que poco a poco se va instalando en su existencia y progresivamente ejerce un poder manipulador y vampirizador sobre la autora. A todo esto, hay que añadir que, mientras tanto, Delphine recibe unas misteriosas y aterradoras notas anónimas que la increpan precisamente por haber escrito su anterior novela.

Ante semejante cuadro, L. aparece como su salvadora, la persona que la acompaña y la ayuda, la anima a escribir, exhortándole que su literatura ya no puede volver a la ficción tras Nada se opone a la noche. L. es un personaje fascinante y deliciosamente orquestado en las líneas de la francesa, va rascando en la cordura de la protagonista al tiempo que el lector se va rindiendo progresivamente a su absorbente personalidad. La relación que se entabla entre ellas, alienante, angustiosa, va perpetrándose con absoluta naturalidad y, tal como contaba la oleada de muertes accidentales o premeditadas que fue mellando la familia de su madre en la anterior obra, los abusos de su abuelo, el lento pero seguro paso de su madre en el terreno de la locura;  en ésta, es ella misma la que va cediendo a la pérdida de la razón, hasta acabar sometida por completo a la presencia de L. que suplanta su personalidad y la lleva al borde mismo del precipicio, ante los ojos de la imaginación de un espectador que no da crédito a las palabras que está leyendo.

Ahí precisamente es donde radica el interés de Basada en hechos reales en ver hasta dónde va a apretar (o, según parece, apretó) las tuercas esa misteriosa L. quien como aparece desaparece, dejando a Delphine dudando de su propia cordura y planteándose el acabar su vida visitando las instituciones mentales que frecuentó su difunta madre.

Pero, ¿cuánto hay de verdad es esta segunda “autoficción”? –así lo denomina la crítica especializada y yo no soy quién para rebatirlo-. Tal como uno se preguntaba si todo el referenciado trabajo de documentación e investigación de la primera era real y, lo cual, consiguientemente, llevaba a pensar no sólo en hasta dónde llegaba su ánimo de airear trapos sucios –sucísimos, en ocasiones capaces de dejarte atónito- sino en cómo iba a tomarse semejante publicación la familia (una de las más brillantes subtramas del texto, el cómo se involucran los miembros del clan); entonces, en ésta, la colección de barrabasadas que L. le hace, dejándola al pique de la muerte, ¿son una licencia literaria?. Los géneros, las claves del lenguaje se mezclan en Basada en hechos reales hasta tal punto que hay pasajes en la novela en los que uno está convencido de que está inmerso en las páginas de un betseller de intriga y terror, no en balde las partes de la obra está separadas y encabezadas por citas de Misery y El Resplandor de Stephen King.

En cualquier caso, la autora de Días sin hambre –otra ficción basada en su propia experiencia, esta vez sobre los años que paso enferma de anorexia- propone un interesantísimo texto, una charada misteriosa y apasionante, que te arrastra por los derroteros de una mente inestable y que te hace echar un vistazo en el siempre excitante mundo de la creación literaria.

Basada en hechos reales. Delphine de Vigan. Anagrama

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