Embarrassments. Henry James: La infinita postergación

Cuatro relatos de obstinada postergación forman el volumen Embarrassments, aparecido en junio de 1896. No es casual que el título se refiera directamente a la vergüenza, el ridículo, el bochorno de sus protagonistas; no es casual que el primero de los cuentos fuera el único escrito durante el fatídico 1895, el año que Henry James sufrió su mayor degradación ante el público tras el estreno de Guy Domville; no es casual que las cuatro historias tengan en común una estúpida lucha contra el destino que aplaza indefinidamente la consecución de las metas hasta la muerte de los personajes; no es casual, en fin, que los narradores acepten la infinita postergación mostrando un resignado cariño por las obsesionadas víctimas, prefigurando así las narraciones de Kafka y Dino Buzzati.

Tras su época de cinco años de fracaso teatral en la que escribió 6 obras seguidas de las cuales solo dos vieron las luces de los escenarios, Henry James decide volcar sus esperanzas literarias en el único camino que le queda, el de los relatos cortos, donde reconoce haber alcanzado un cierto grado de maestría, tiene facilidad para colocarlos en revistas y escapan a la normal medida del éxito o del fracaso propios de la novela.

Al menos al principio decide autorretratarse en historias de sórdida ironía protagonizadas por escritores, en las que, a diferencia de otros relatos anteriores, él no es el observador que narra las inquietudes del artista sino el propio artista expuesto a sus luces y sus sombras. La próxima vez (The Next Time, julio de 1895) es la crónica de un escritor que no sabe escribir mal. El argumento arranca con una situación insólita: una dama, Mrs. Highmore, cuyo éxito de ventas editorial es clamoroso, pide a un crítico que se encargue en su columna de su última novela; piensa que así le llegará el divino fracaso que dé lustre a su más que vulgar carrera literaria. En otras palabras, quiere parecerse a su cuñado, Ralph Limbert, apreciado por los expertos pero negado por el público.

La historia de Ralph Limbert es patética: después de hacer todo tipo de trabajos periodísticos para conseguir dinero para casarse, publica una primera novela que ya da sobradas muestras de una maestría innegable. Aunque las críticas son excelentes, logra un nivel muy bajo de ventas. Su segunda novela, en la que vuelca todas sus esperanzas de éxito, también le es esquiva en el favor del público. El narrador lo explica con unas palabras sobradamente irónicas:

La novela de Ralph Lambert logró una gran hazaña en vez de un gran éxito. Convirtió a sus lectores en amigos y a sus amigos en adoradores; consagró al autor, por así decirlo, colocándolo fuera de discusión; pero en referencia a las ventas desapareció en la oscuridad. Era en suma una obra exquisita, pero que dudosamente merecía publicarse desde el punto de vista económico, e incapaz, sin lugar a dudas, de permitir que hogar alguno se mantuviera a su costa.

Así empieza una carrera literaria a contrapelo, puesto que Ralp Lambert, con una nutrida familia que mantener, necesita dinero y acepta cualquier cosa para sobrevivir, mientras que en su escritorio se obstina por escribir mal, por producir una novela como las de su cuñada Mrs. Highmore, anodina pero popular. Cada nueva novela suya será una nueva obra maestra, y como sus libros anteriores, caerá en el más absoluto silencio.

Hay algo patético en esta lucha contra las propias aptitudes; Lambert se obstina en escribir un bodrio, pero no le sale, no sabe hacerlo, a pesar de que invierte todas fuerzas en conseguirlo. Cada nueva publicación es un motivo de desaliento, no porque sus libros sean malos, sino por todo lo contrario; es incapaz de hacer lo que quiere, es un exquisito fracasado de su paradójico empeño, imitar a su cuñada, en cuyas novelas no consigue desvelar el secreto del éxito.

Justamente del secreto del artista va el siguiente relato La figura en la alfombra (The Figure in the Carpet, enero de 1896), un extenso examen del significado íntimo de las historias de un imaginario escritor, Hugh Vereker. El narrador critica una de sus novelas, y tras reunirse en un encuentro casual con el propio Vereker e interpelarle sobre su maestría, el autor alude a una interpretación no percibida por el crítico. Como buen personaje de James, Verecker no es directo, sino que solo alude de pasada que sus novelas ocultan una clave –sencilla, por lo demás- que explicaría sin dificultades los méritos artísticos de sus obras.

Este secreto, según el escritor, salta tanto a la vista en cada una de las páginas, que encomienda a la sagacidad de su joven amigo crítico su revelación: es como esa figura de la alfombra que, vista muy de cerca, no desentraña nada, pero que con una pequeña distancia desvela su forma.

Después de estudiar a fondo todas las novelas de Vereker, el narrador cree haber encontrado indicios de esa figura oculta, pero cuando va a preguntarle al escritor, éste –parece que arrepentido o molesto- se niega a darle más pistas, alegando que ya ha hecho suficiente con confesarle parte de su éxito. Frustrado, el crítico le da a entender a un amigo que hay un misterio escondido en la obra de Vereker y le transmite la obstinación por encontrarlo. Después de un largo viaje por el mundo y un estudio pormenorizado de los textos, el amigo muestra su entusiasmo en una carta porque cree haber descubierto lo que buscaba, pero a su regreso muere.

A pesar de la terrible noticia, el crítico no pierde las esperanzas e interpela a su esposa en la creencia de que ella sabe el secreto, pero ella, molesta por el inoportuno interés, jamás le responde. Cuando la joven vuelve a casarse, el crítico acude al flamante esposo para indagar si lo ha hecho partícipe del secreto que seguro habrá compartido su esposa con él. La inminente publicación de una nueva obra de Vereker también parece que puede dar una respuesta a esa pregunta de la cual el crítico ha hecho su vida. La muerte, los accidentes, los celos, las inoportunidades serán jalones que irán postergando durante años la revelación de ese secreto tan ansiado.

La ironía de este relato estriba en que algo tan sencillo como es una crítica analítica y rigurosa que extraiga lo mejor de los autores es casi un imposible o bien una lucha titánica por parte de los profesionales del género, empeñados en ver el trazo grueso y las connotaciones artificiales de los textos en lugar de adquirir la debida distancia para encontrar el hilo de la trama que les lleve a la contemplación de esa magnífica metáfora que es la figura en la alfombra.

Lentes (Glasses, febrero de 1896) es otra curiosa historia de obstinación que nació con la rémora de estar basada su idea en un pequeño relato de Maupassant llamado Les Lunettes, que hace resentirse la imaginación de James, ese punto perverso que suele utilizar en sus cuentos más logrados.

A pesar de ello, estamos ante una historia de la que el escritor saca el máximo jugo y cuyo argumento desarrolló en su Cuaderno de notas: una joven muy guapa y hermosa, consagrada a su belleza (que cuida y tiene en alta estima, y en la cual se complace más que en cualquier otra cosa en el mundo), se ve amenazada por una enfermedad de la vista acerca de la cual consulta a muchos oculistas. Hace largo tiempo que la padece, y le han dicho que debe usar cierta clase de gafas, grandes, sólidas, poco favorecedoras, con una gran barra transversal, si es que quiere conservar la vista.

Ella no ha podido sobrellevar semejante desfiguración y ha evitado la carga usándolas solamente en secreto o cambiándoselas a veces por quevedos, hasta el punto que el mal ha avanzado. La chica adora su belleza, y ésta tiene otros adoradores. La historia está contada por una tercera persona, que a su vez conoce a un pintor que se siente fascinado por Flora Saunt, o más concretamente, por su mirada, cuyo atractivo lo lleva a querer hacer un retrato de ella.

Se da la circunstancia de que el pintor Dawling es feo hasta el extremo de lo ridículo aunque brillante en otros aspectos, pero siente tal admiración por la belleza de Flora que se enamora de ella. La escabrosa situación se da cuando se percata que ella no ve su fealdad gracias a sus problemas en la vista, lo que supone una doble postergación del problema: ella aplaza su obligación de usar lentes por vanidad, y él la demora por tal de que no descubra su horrible aspecto. Aunque él es rechazado en un primer momento, a pesar de haberla retratado de la manera más favorecedora, ella se encuentra con la posibilidad de terminar casándose con él, pero solo cuando ella no puede ver a Dawling puesto que se ha quedado ciega.

Aunque a primera vista pueda parecer un cuento algo ñoño –el tratamiento de la ceguera suele llevar a sentimentalismos baratos- sin embargo el autor consigue darle un tono ácido, incluso socarrón, a través de la figura de una anciana, Mrs. Meldrum, a quien acompaña la pobre joven. Un atisbo de lo que será este tono a lo largo del cuento puede ser descubierto en esta descripción que el narrador hace de Mrs. Meldum, cuando la compara con la belleza de la cautivadora mirada de su acompañante:

Era la más cordial, la más aguda, la más fea de las mujeres, la menos dispuesta a buscar excusas, la menos morbosa en su desgracia […] Consistía principalmente en una gran caraza roja, indescriptiblemente irregular, desde la cual nos examinaba gracias a la ayuda de su montura de oro, círculos ópticos de tal diámetro y tan frecuentemente desplazados que alguien la habría descrito diciendo que aplastaba su nariz contra el cristal de sus gafas.

James vuelve a sus relatos fantásticos con el extraordinario Los amigos de los amigos (The Friends of the Friends, mayo de 1896). En este caso, se trata de la historia de dos almas gemelas, dos personas con una especial capacidad sensorial: por un lado, una mujer encantadora, inteligente y desgraciada que tuvo una visión, a los 18 años, mientras estaba de viaje con su tía: cuando visitaba un museo vio con asombro allí mismo a su padre, que en realidad debería estar a miles de kilómetros en Inglaterra, mirándola con inusitada angustia y con una impaciencia que casi era un reproche. Cuando fue a preguntarle qué le pasaba, él se desvaneció y a las pocas horas la muchacha supo que su padre, esa misma mañana, había muerto.

Por otra parte, un hombre sufre la misma experiencia respecto a su madre: estando en Oxford, una tarde cuando regresó a su habitación, a la clara luz del día, vio allí a su madre, de pie y como con los ojos fijos en la puerta. Esa misma mañana había recibido carta de ella en la que le decía que estaba junto a su padre en Gales. A pesar de ello, se acercó a abrazarla pero ella se desvaneció. A la mañana siguiente le llegó la noticia de su muerte.

Estas prodigiosas experiencias son contadas por una mujer que se va a casar con éste chico, y que, conociendo a la joven que tuvo aquella percepción extrasensorial a los 18 años, pretende que se conozcan al considerarlos seres excepcionales que se enriquecerán mutuamente con una amistad.

Lo curioso de ese encuentro es que nunca se llega a producir por una serie de accidentes que persisten a lo largo de los años como si fuera una especie de enigmática condena que recae sobre ellos. Por mucho que lo intentan, por mucho esfuerzo que hacen por coincidir, jamás lo consiguen.

Acercándose el día de la boda, la narradora, en calidad de amiga, invita a su casa a la mujer para que, inexcusablemente, pueda conocer por fin a su futuro marido, que está allí con ella. Pero por una intuitiva maniobra difícil de entender fuera de los celos, es la propia futura esposa la que impide que su novio vea a la mujer…sin saber que, al mismo tiempo, éste está recibiendo la visita tan esperada de la mujer en su propia habitación, lejos de donde, a la vez, ella está esperándolo en un salón. Ésta será la única y última vez que ambos se vean.

Aparte del enigmático secreto que James logra mantener a lo largo del cuento con esa sucesión de casualidades que impiden el encuentro y la extrañeza que indefectiblemente crean en el lector, la gran virtud de este relato está en el punto de vista escogido: la narradora no es ninguno de los protagonistas, y esos desencuentros, y sobre todo, ese último encuentro solos de dos seres tan extraordinarios, nos es contado de una manera un tanto contradictoria que lleva al lector a pensar que lo que está leyendo no es fiable, que hay algo que se oculta en el texto, o en la propia personalidad o interés de la narradora.

El final, como suele ocurrir en los relatos fantásticos de James, es antológico, contado en un clima de renuncia sobrenatural que supera con creces nuestras expectativas.

Los amigos de los amigos. Editorial Siruela.

La próxima vez se encuentra en el volumen El altar de los muertos y otros relatos. Valdemar.

La muerte del león está en la selección de cuentos de la Biblioteca personal de Jorge Luis Borges. Hyspamerica.

Glasses pertenece al volumen Complete Works of Henry James. Delphi Classics.

Reseñas sobre Henry James en Cicutadry:

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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