La Fundación 2.1. Jaime Molina

Portada de La Fundación 2.1, de Jaime Molina

Lo dice Jaime Molina en su novela La Fundación 2.1: “A veces, con quien más queremos estar es precisamente con quien no podemos estar”. Ismael nos va a confesar la dolorosa verdad de su vida y para empezar nos avisa que no se llama Ismael. Tampoco sabemos cómo es porque nos cuenta su historia desde el otro lado de la realidad, desde un blog, desde la Red por la que dice sentirse seducido por no confesar que se encuentra atrapado.

Jaime Molina narra en La Fundación 2.1 la crónica detallada de una apariencia que es casi igual que hablar de la nada. En esa apariencia entra Ismael desde el momento en que se conecta, pero ¿a qué se conecta?: a un salvavidas, a la claudicación de lo físico, al espacio donde todo se puede hacer porque no hace falta mantener el compromiso de vivir la propia existencia.

Cuando se ha perdido, cuando se ha desperdiciado tanto, sólo nos quedan las palabras. Una frase tras otra Ismael arma los recuerdos persistentes de una alumna de quien se enamoró, Marian, de la que parece no quedarle nada más que su obstinación por aparecer en la Red bajo esos nick que son como muñecas rusas: Marian6, Marian10, Marian24, esa posible y múltiple Marian conectada a él que juega al escondite como jugaban los escritores sobre los que hace su tesis: los grandes novelistas que firmaban guiones en Hollywood bajo nombres falsos, los que escribieron una sola obra maestra y después callaron para siempre, los que se empeñaron en permanecer en el anonimato a pesar de vender millones de ejemplares. Marian tiene ese poder: aparece y desaparece a su antojo, primero en las aulas de la universidad y luego en la pantalla de un ordenador, no hay lógica en su conducta pero su conducta es fascinantemente atractiva, para ella todo depende del instante, y cuando alguien se encuentra con una persona cuyo comportamiento descansa en un depende, empieza a depender inmediatamente de ella, y entonces es cuando nos acordamos de esa frase que escribe Ismael o Jaime Molina: “A veces, con quien más queremos estar es precisamente con quien no podemos estar”.

La Fundación 2.1 es una novela sobre la negación, sobre el No que preside parte de nuestras vidas. Ismael cuenta su pasado igual que se hace a un amigo en un bar a las tantas de la madrugada mientras se comparten unas copas, lo cuenta todo con esa cruda verdad de los borrachos y de los perdedores, pero Ismael no es nuestro amigo, ni conocemos su nombre ni sus gestos; cuenta porque es una terapia para él pero no una enseñanza para nosotros, aunque esas palabras hipnotizan al lector porque intuye que lo que va conociendo son esas partes oscuras de la vida que son como pozos en un terreno yerto, agujeros negros por donde se escapan las ilusiones, sumideros de lo negativo, la inabarcable verdad que hay en el anonimato, en la nada.

Cuando Marian parece más interesada por su profesor, se esfuma. Vuelve a aparecer mediante correos electrónicos, desde Estados Unidos, pidiendo quedarse en aquella tierra ajena para escribir sobre célebres escritores ajenos a la celebridad, jugando a un juego sin reglas del que Ismael desconoce su propósito porque detrás de las frases que le escribe Marian no hay nada más, no hay un solo sentimiento, una palabra amable, algo que recuerde ese amor que se ha convertido en dependencia emocional, tan perjudicial como la heroína, tan adictiva como el alcohol o la esperanza.

Pero el mundo es ancho, e Internet es tan ancho como el mundo. Millones y millones de extraños se conectan entre ellos para dejar de ser extraños a los demás y a sí mismos. Uno escribe en un chat y no sabe con quién habla, aunque pueda ser la vecina de enfrente o el vecino haciéndose pasar por la vecina, y da miedo enseñar el rostro porque a lo mejor muestra toda la verdad que las palabras de la pantalla desmienten.

Y en ese ancho mundo de Internet seguro que debe haber una promesa de felicidad, pero cómo encontrarla. La Fundación tiene la respuesta y con esa intención se dirige a Ismael. Parecen saberlo todo de él aunque nunca lo hayan visto; pero en la Red todo deja huella, somos babosas que vamos dejando despacio, día a día, un rastro líquido e incoloro que sólo necesita de una mano experta para ir sacando a la luz la autobiografía paralela que vamos escribiendo sin querer cada vez que mandamos un correo electrónico o entramos en una red social, ese autorretrato que vamos dibujando con nuestras búsquedas, nuestras compras, nuestras preferencias, nuestros contactos, interrelacionados en infinitos nodos que pueden ser rastreados, estudiados, utilizados.

Jaime Molina se propone con esta novela crear la incertidumbre de lo cotidiano, indagar en la misteriosa falta de misterio de internet, reconstruir el perfil de quien cree que no es visto desde el teclado de su mesa de trabajo pero puede ser transparente para un programa informático, poner en tela de juicio la invisibilidad del anonimato y la presunta concreción de la realidad, disolver la distinción entre la verdad y la mentira desde el momento en que no somos los que creemos ser, no aparecemos ante los demás como pensamos, no podemos diferenciar ni en el impasible hiperespacio ni dentro de esa infinidad de nodos que es nuestra mente lo que hay de posible, de probable, de auténtico, de incierto, de falsedad y de engaño.

La Fundación 2.1. Jaime Molina. Éride Ediciones.

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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