Memorias de Altagracia, de Salvador Garmendia: el recuerdo de la infancia

Portada de Memorias de Altagracia, de Salvador Garmendia

Con un punto de vista muy particular, el de un narrador de edad indeterminada que recuerda su infancia, Salvador Garmendia nos presenta en esta deliciosa novela de Memorias de Altagracia toda una serie de evocaciones a veces llenas ternura, a veces crueles y a veces lindando con el terreno de la fantasía. Y es que en esta novela el recuerdo, para el narrador, equivale a una sucesión de historias que no siempre fueron realmente vividas por quien las cuenta, sino que a veces simplemente fueron escuchadas, o contadas por terceras personas. Toda esa sucesión de historias, sin embargo, constituyen el imaginario de una especie de mundo paralelo en donde el narrador vivió o imagina haber vivido.

El escritor venezolano Salvador Garmendia recurre a ese narrador niño que el lector interpretará a menudo como una suerte de alter ego que, a través de un lenguaje poético y precioso, para revisitar los rincones de su memoria con indudable añoranza. El propio título de la novela nos sitúa en el territorio de lo pasado, del recuerdo de sus años en el barrio de Altagracia, perteneciente a la localidad de Barquisimeto, ciudad natal del autor.

En Memorias de Altagracia, Salvador Garmendia nos adentra en las profundidades del mundo infantil a través de dieciocho capítulos que tienen la peculiaridad de conformar un conjunto muy sólido, aunque son completamente independientes e incluso podrían leerse siguiendo un orden indiferente, sin afectar al conjunto. Esta estructura totalmente innovadora proporciona, si cabe, mayor encanto aún a la novela. Esta serie de capítulos o narraciones tienen como denominador común un espacio real, aunque con saltos temporales a veces bastante importantes, pues ciertas historias se refieren a hechos pasados que no han sido directamente vividos por el narrador, puesto que cuando sucedieron, él ni siquiera había nacido.

En este sentido, los diferentes capítulos que componen Memorias de Altagracia tenemos, en primer lugar, relatos de hechos vividos en primera persona por el narrador, por ejemplo, muchos de los referidos a su familia, sus tíos, primos, o sus padres, así como una serie de personajes, a veces entrañables, vecinos de Altagracia o visitantes circunstanciales que pasaban por allí. En segundo lugar, en la novela encontramos también relatos de hechos que aunque no fueran directamente presenciados por el narrador, sucedieron cuando el niño narrador vivía en Altagracia y que, o bien presenció directamente o llegaron a sus oídos a través del testimonio de sus familiares o amigos. En tercer lugar, en este libro de memorias, Salvador Garmendia nos narra ciertas historias que pertenecen a un pasado anterior al del narrador, pero que llegaron a sus oídos por terceras personas. Entre estos últimos tenemos el relato de la guerra que asoló Barquisimeto, o la historia del Padre Azuela enterrando los muertos de dicha guerra con la ayuda de algunas prostitutas.

A lo largo de los dieciocho los capítulos Salvador Garmendia nos dibuja un universo que parece oscilar entre la realidad y la ensoñación de unas evocaciones que llevan a un final en el que su personaje narrador parece tomar conciencia del tiempo presente en el que se choca de bruces con una realidad brutal, mucho más áspera y cruel que esas poéticas evocaciones de su infancia.

Además de la estructura compleja, casi circular, de Memorias de Altagracia, cabe destacar la exquisitez de su lenguaje, el léxico cuidado y cultivado de Salvador Garmendia, muy rico en palabras propias del vocabulario venezolano pero que son un auténtico deleite para el lector.

Memorias de Altagracia. Salvador Garmendia. Editorial Barral.

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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