Olvido……. de hilo blanco: Del olvido y la memoria

monica-rundeInés Narváez lleva en una carretilla una extraña bovina de alambre rojo, a su alrededor, la atmósfera es asfixiante. Un atardecer interminable se proyecta en una fuente de metacrilato llena de leche y un amasijo de cuerpos avanza por el espacio, ajenos al trasiego de las protagonistas.

La carretilla se detiene y reparamos en que, dentro del capullo de alambre rojo, hay una mujer, sobre la que gira todo alrededor.

Onírica y simbólica, Olvido……. de hilo blanco,  la nueva pieza de Narváez y Runde, segunda parte de una trilogía iniciada con Reflexiones de una disléxica, se detiene en los vericuetos de un tema tan comprometido y difícil como lo es la patología del Alzheimer, pero lo hace huyendo categóricamente de todo lo que tiene que ver con lo lineal o reconocible, apostando por una línea mucho más confusa y subjetiva, dejando fuera del tapiz de danza todo aquello que lleve a la sensiblería o la lágrima fácil, cosa que se agradece.

Fotografía: Luis Carlos Molina Cuevas
Fotografía: Luis Carlos Molina Cuevas

Así, asistiremos a una sucesión de escenas en las que la progresiva regeneración de esta mujer se va fraguando, desde la ausencia absoluta en el inicio en la carretilla hasta el momento final, cuando recobra sus capacidades, proceso en el cual es asistida por ese otro personaje encargado de cuidarla, surgiendo entre ellas exquisitos momentos de delicada coreografía.

Olvido……..de hilo blanco está trufada de imágenes de elevadísima belleza, que se desarrollan en un campo abierto a la improvisación pautada, entre las que cabe destacar el arranque de la pieza, en el que los bailarines componen un tableu vivant en constante movimiento, inestables, escurriéndose por la pared y trepándose los unos a los otros, llevando los cuerpos por los derroteros de la experimentación de la torsión y el escorzo barroco, dejando el eje de sus cuerpos lejos de sí mismos, y usando el apoyo para la composición de figuras fugaces que se diluyen, como hojas llevadas por el viento en una tarde melancólica. Así mismo, en la recta final de la pieza, los protagonistas deambulan por el espacio recalando en imágenes cerradas, componiendo pequeños fragmentos estáticos, a los que, a continuación, les restarán componentes como símil de la caída de un recuerdo, preciosa imagen que me trasporta inequívocamente a la sensación de olvidar un sueño a los pocos minutos de haberme levantado.

Fotografía: Luis Carlos Molina Cuevas
Fotografía: Luis Carlos Molina Cuevas

La apuesta de este «olvido» es arriesgada, cinco bailarines (Alberto Almazán, Carmen Fumero, Mar López, José Luis Sendarrubias y Miguel Zomas) toman el rol de un maremágnum de recuerdos, una alegoría de la memoria que recorre el cauce de la pérdida de la consciencia, ajenos y a la vez partícipes de la coreografía paralela y diferente, que en todo momento siguen Narváez y Runde, esa escalada titánica por la búsqueda de la memoria; propuesta que se presta a todo tipo de confusiones y que dificulta una dramaturgia sencilla, dado que vemos dos planos de acción y, a ratos, confundimos la mirada y derrapamos en los sentidos, ebrios de movimiento. Cierto es que no hay un hilo (blanco, o de cualquier otro color) fácil de seguir; cierto también, que las coreógrafas plantean su pieza en un campo expositivo y se deleitan en la forma dejando la puerta abierta a toda interpretación que se aventure; y sin embargo, resulta un bálsamo para las mentes ávidas de disfrute escénico de todo aquel que se acerque a un teatro con ánimo de disfrutar como se hace paseando por las salas de un museo de arte contemporáneo.

Como es habitual en la trayectoria de la formación fundada en 1989, sobre el escenario podemos disfrutar de un puñado de excelentes bailarines, sobresalientes exponentes de la élite de la escena madrileña, entre los que ninguno destaca, porque son todos ellos fabulosos, capitaneados por la premio nacional de danza Mónica Runde, que en esta ocasión firma la coreografía junto a Inés Narváez, llegando a un total de siete intérpretes, uno por cada uno de los puntos suspensivos del título.

La longeva compañía 10&10Danza ha vuelto a la madrileña Cuarta Pared con esta propuesta para el Festival Internacional Madrid en Danza, la compañía no estrenaba una pieza de conjunto desde hacía tres años, y en ese espacio de tiempo tan sólo había presentado «Episodios», una serie de solos coreografiados por grandes figuras de la danza y la escena española (Abreu, Berdäyes, Werner y Luque), interpretados por Mónica Runde, para conmemorar los 25 años en el escenario de la compañía y ha vuelto con fuerza, enmarcada en un contexto el que las compañías de danza contemporánea españolas se ven obligadas a reducir los elencos a la mínima expresión o incluso a cerrar las puertas de sus formaciones como tristemente ha pasado hace pocos meses con la compañía de Teresa Nieto.

Olvido……. de hilo blanco. Runde & Narváez Arróspide. 10&10 danza.

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