Temas Publicaciones: Novela

La condición humana. André Malraux: El destino del individuo

Hay personas para las que la historia se configura como un destino. Más allá de la propia individualidad, el bien de la comunidad se alza como un objetivo vital. Ese hombre históricamente puro se consagró en el siglo XX, y pocos escritores -o intelectuales- tomaron sobre sus hombros esa premisa vitalista y arrolladora como André Malraux (1901-1976). Revolucionario, aventurero, político, …

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El lecho de Procusto. Camil Petrescu: La medida del amor

Procusto era un ser mitológico siniestro y embaucador, que atraía a su mansión a los caminantes para robarles y aplicarles terribles suplicios. Acostaba a sus víctimas en un lecho de hierro y las sujetaba con firmeza. Si las piernas de los prisioneros sobresalían de la cama, les cortaba la parte sobrante; pero si las piernas eran más cortas que el …

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Un mundo feliz. Aldous Huxley: La dictadura de la felicidad

Aldous Huxley (1894-1963) imaginó un mundo estable, en el que la gente fuera feliz. Un mundo en el que las personas tendrían lo que desearán y nunca desearían lo que no pudieran obtener. Se sentirían a gusto, a salvo, sin enfermedades, sin temor a la muerte, un mundo donde se ignorara la pasión y la vejez; un mundo sin padres …

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Extraños en un tren. Patricia Highsmith

La maldad acecha en el dormitorio o en la carretera, en el corazón del extraño con quien compartimos asiento en un tren: así lo dice la historia de Bruno y Guy, dos hombres que viajan hacia destinos distintos y un mismo fin, y que imaginó Patricia Highsmith en su primera novela, Extraños en un tren (1950). No basta con haber …

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Santuario. William Faulkner: La insoportable atracción por el mal

Hay algo de misterioso en la atracción que algunos sentimos por determinados escritores que ponen al descubierto el mal del mundo. Quizá no haya otro escritor más admirado y a la vez más empecinado en descubrir y describir la maldad que William Faulkner (1897-1962). Ignoro si alguna vez estuvo realmente de moda, si sus contemporáneos devoraban sus libros cuando se …

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La verdad sobre el caso Savolta. Eduardo Mendoza: (y VI) El placer de contar, el placer de leer

Ignoro la influencia que los medios de comunicación puedan tener en la difusión de la literatura. Sólo me cabe imaginarla en aquella España de Franco moribundo: cero. Los motivos que adujo Mendoza para abandonar el país e irse a Nueva York en 1973 creo que son suficiente muestra del desierto cultural en que se vivía en España. Cuenta Mendoza que …

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La verdad sobre el caso Savolta. Eduardo Mendoza: (V) La novela inaudita

Portada de la 1ª edición de La verdad sobre el caso Savolta Acaso exagerando los encantos del sistema decimal, hoy celebramos 40 años desde que vio la luz La verdad sobre el caso Savolta, el 23 de abril de 1975, coincidiendo con el Día del Libro. Según asegura Eduardo Mendoza –que no estaba allí- aquel día se vendieron 8 ejemplares, cuatro de …

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La verdad sobre el caso Savolta. Eduardo Mendoza: (IV) La novela que nunca se publicó

Desde el propio título, Mendoza hace pivotar la trama de su novela alrededor del asesinato del empresario y fabricante de armas Enric Savolta, hasta el punto que el escritor dedica, como en muchas novelas policiales, las últimas páginas a narrar los sucesos acaecidos de forma lineal, de tal manera que el lector tenga la certeza de saber lo que ha …

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La verdad sobre el caso Savolta. Eduardo Mendoza: (III) Cuando Barret se convierte en Savolta

Eduardo Mendoza nunca ha ocultado su afición a investigar en bibliotecas, hemerotecas y archivos a fin de documentarse para sus futuras novelas. Como él mismo ha indicado “creía y sigo creyendo que cuanto más sólida es la base real de un relato, más disparates te puedes permitir  luego en su confección. Y en La verdad sobre el caso Savolta hay muchas …

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La verdad sobre el caso Savolta. Eduardo Mendoza: (II) La génesis de la novela

Ni siquiera se titulaba La verdad sobre el caso Savolta y el original contaba con unas mil páginas. Cuando llegó a manos de su editor, Pere Gimferrer, la novela había rebajado su extensión a más de la mitad y se llamaba Los soldados de Cataluña. La censura, el propio Pere Gimferrer y un divertido plagio dieron con el título final. …

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