Confesiones de una máscara, de Yukio Mishima: la negación de la identidad

Si hay algo que convierte en especial la obra de Yukio Mishima titulada Confesiones de una máscara es, precisamente, su carácter confesional pues, si bien no es completamente autobiográfica, sin duda una buena parte de esta novela está inspirada en su propia vida.

También es más que reseñable el contexto y el tiempo en que Yukio Mishima publicó Confesiones de una máscara. En Japón, con una cultura muy tradiconal y conservadora, y en el año 1949, apenas unos años después del fin de la II Guerra Mundial, en un país que tuvo que admitir la derrota –para muchos japoneses, la humillación- ante los aliados. Y en ese tiempo y esas circunstancias, Yukio Mishima se atreve a abordar un tema tan tabú y controvertido como el de la homosexualidad.

El descubrimiento de una identidad.

El protagonista de Confesiones de una máscara es Koo-chan, que nos narra en primera persona los recuerdos desde su infancia hasta su recién alcanzada madurez, con veintipocos años. En el colegio es donde Koo-chan descubre su auténtica sexualidad, al sentirse atraído por uno de los alumnos de su escuela. Sin embargo, ese descubrimiento no es admitido por el protagonista quien trata de rebelarse contra su instinto tratando de afirmarse como lo que no es y no podrá ser. En este sentido, toda la novela describe la lucha sin tregua de Koo-chan contra sí mismo.

El título de Confesiones de una máscara viene a apoyar esa lucha interna del protagonista, ya que tratará de ocultar a todos los que le rodean -su familia, sus amigos- su verdadero ser y sus verdaderos sentimientos. Un esfuerzo arduo para tratar de disimular bajo una máscara la condición que a él mismo le avergüenza y que trata de negar sistemáticamente. Koo-chan intenta de forma frustrante conseguir una especie de “normalidad” que le impone la sociedad tradicional en la que vive.

La vida como una impostura.

De esta forma, Yukio Mishima nos adentra en la vida  de un niño que ya desde su nacimiento se anticipa como una persona diferente. Koo-chan se nos presenta como un niño débil, con enfermedades que le impiden hacer una vida como los demás, Su familia es de clase media y eso le permite llevar una vida acomodada. Desde su infancia, la abuela de Koo-chan jugará un papel decisivo en su educación, pues se trata de una persona que controla continuamente los movimientos del nieto. De esta forma, Koo-chan vivirá en una atmósfera de sobreprotección. Sin embargo, ese ambiente se vuelve contra el niño ya que, al mismo tiempo que siente esos excesivos cuidados, siente que la sexualidad de la que está tomando conciencia supone una especie de traición hacia su familia y hacia sí mismo. Así, el protagonista nos relata:

En esta casa se me exigía comportarme como un chico. Así fue como, contra mi voluntad, empecé a hacer teatro. Fue a partir de entonces cuando empecé a comprender vagamente el mecanismo de este hecho: lo que los demás consideraban una pose por mi parte era en realidad la expresión de mi ansia de volver a mi naturaleza y a la inversa: lo que la gente consideraba mi naturaleza era una actuación por mi parte.

Koo-chan se sentirá cada vez más confundido por sus pasiones y, más aún, se sentirá asustado. Ciertas figuras como las del cuadro de San Sebastián de Guido Reni le atraerán irremisiblemente  Y no solo lo harán por la figura escultural y semidesnuda del mártir, sino por el dolor que representa. El dolor y la muerte se convierten, para Koo-chan en un elemento de erotismo con una buena dosis de morbosidad. Tanto es así, que la idea de la muerte comienza a fascinarle y cuando el protagonista se ve inmerso en los tiempos de la II Guerra Mundial, uno de sus mayores deseos es el de convertirse en un kamikaze, una obsesión que, sin embargo, ve frustrada pues, una vez más, su condición física y su estado de salud le impiden alistarse como soldado para perder su vida heroicamente y con honor en el campo de batalla.

La negación de la identidad

Lo que convierte a Confesiones de una máscara en una novela brillante, desconcertante e inquietante no es tanto el intento de su protagonista de negar su propia sexualidad. Koo-chan no sólo es una persona real que ha construido un personaje de sí mismo, sobre un mundo en el que él escribe su propia ficción. Los intentos denodados por enamorarse de una mujer con la que está a punto de prometerse en matrimonio, o incluso de encontrar el placer sexual con la visita a una prostituta forman parte de ese mundo ficticio en el que Koo-chan aspira a despertarse alguna vez, como si su verdadero yo fuera una pesadilla en la que se siente atrapado y de la que quiere despertar.  El protagonista lo llega a expresar de este modo:

Un instinto oculto me exigía la búsqueda de la soledad, me exigía vivir aparte, como un ser diferente.

Confesiones de una máscara es una novela en la que el narrador centra todos sus angustiosos esfuerzos en negarse así mismo a su propia identidad. Y esa negación va acompañada, como no puede ser de otro modo, por una larga confesión en la que Koo-chan apenas si puede aliviar su tremenda represión y su sentimiento de culpa. El protagonista aspira inútilmente a convertirse en esa máscara que ha ido construyendo, pero el fracaso resulta inevitable.

Yukio Mishima explora las múltiples aristas de una personalidad compleja con indudable maestría y con una enorme madurez (cuando escribió esta novela apenas contaba con 25 años). Confesiones de una máscara se ha ganado su lugar entre una de las más interesantes novelas de la literatura japonesa contemporánea y una de las imprescindibles de Yukio Mishima junto a El pabellón de oro y la tetralogía El mar de la fertilidad.

Confesiones de una máscara. Yukio Mishima. Alianza Editorial.

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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