El amante. Marguerite Duras

El amante, novela erótica de Marguerite Duras, reseña de Cicutadry

En 1984 la escritora francesa Marguerite Duras obtuvo un inesperado éxito -y el premio Goncourt- con un breve libro, El amante, escrito tan solo en cuatro meses e inspirado en una serie de fotografías familiares de su adolescencia y juventud. Dueña de un estilo pulcro y preciso, la obra pasó como una novela autobiográfica, aunque bien pudiera ser una autobiografía a secas si en su momento la autora hubiera aclarado lo que había de realidad y de ficción en las páginas recién publicadas.

Se cuidó muy bien de revelar nada en este aspecto, sobre todo por la escabrosa temática que recogía la obra: la relación sexual entre una niña de 14 años y un joven de 26 en la Indochina de entreguerras. Sin duda esa niña era la propia Marguerite Duras, y el muchacho con el que se inició en el sexo se trataba del hijo de un millonario chino que también existió en la realidad, y cuya muerte, en 1990, propició que la escritora volviera sobre este mismo texto para rehacerlo de un modo más literario y cinematográfico bajo el título El amante de la China del Norte, y de camino protestar contra el guion adaptado que estaba escribiendo Jean-Jacques Annaud sobre la novela original.

Lo cierto es que quien haya visto la película se ha perdido la esencia de esta exquisita novela. El erotismo que destilan sus páginas no se basa en la descripción de escenas sexuales –en este sentido, solo hay un párrafo en toda la novela- sino en el ambiente corrupto, opresivo y enfermizo en el que se desarrolló la infancia y adolescencia de la escritora.

Esa niña que fue Marguerite Duras escogió el sexo como una válvula de escape frente a los problemas familiares que sufría en su casa. A su padre apenas lo conoció y su madre era una mujer inestable, desquiciada, agotada mentalmente, unida a su hijo mayor por un descomunal complejo de Edipo que la incapacitaba para tomar cualquier decisión que no fuera complacer a éste en todos sus vicios y caprichos.

En estas circunstancias, la relación de la madre con sus otros dos hijos –la adolescente y su hermano menor, hijo adoptado- no es que fuera problemática: era más bien desesperante. La niña tenía pocas salidas más que soñar en un mundo sin la pesada herencia familiar y alimentar los deseos de convertirse en una mujer adulta, independiente, cosa que hizo vistiéndose con la ropa y los zapatos más escandalosos de su madre.

De esta forma llama la atención de un joven que asiste todas las mañanas desde su limusina a la entrada de ella en el colegio hasta que un día decide llamarla para que entre en el vehículo y posteriormente la lleva a un apartamento donde la desvirga, dando comienzo a una extraña serie de encuentros eróticos.

La relación entre el poder y el sexo siempre ha sido fascinante. En esta novela el poder de la madre (o su falta de poder, si se quiere, ya que lo delega en su hijo mayor) se contrapone al poder del joven millonario, que por otro lado tampoco lo ostenta, ya que está en manos de su padre y de las convenciones culturales de la época que hacían imposible la unión de un chino con una mujer de raza blanca, aparte de la odiosa desigualdad económica entre la pareja.

¿Qué es lo que hace diferente a esta novela erótica? La atmósfera malsana en la que se desenvuelve. Cada encuentro sexual entre los jóvenes es una especie de burbuja irreal y a la vez salvífica que los redime de la miseria moral que sufren en su vida diaria. Nótese que la relación de un adulto con una niña debería ser el motivo escandaloso desde el punto de vista de la moralidad y, sin embargo, las condiciones en las que se desarrolla la convierten en lo único digno de esta historia.

En este aspecto colabora decididamente la prosa delicada, poética y rigurosa de Marguerite Duras: hay una pureza en las intenciones de los jóvenes, una inocencia en la conducta de la niña, que transforma ese sexo furtivo en un acto de santidad laica. En medio del dolor, de la muerte, del miedo, de la corrupción del dinero, incluso del incesto, el sexo entre estos dos seres marginados se muestra como una especie de forma inmaculada de supervivencia.

En aquel año de 1984, Marguerite Duras acababa de salir de una brutal cura de desintoxicación alcohólica. Su mirada sobre aquella niña que fue, sobre esa historia no superada de su infancia, es de una virginidad apabullante. Es imposible imaginar insanas intenciones en el joven millonario que cada día va a esperar a su amante a la salida del colegio y, sin embargo, una vez cerrado el libro, fuera de la influencia hipnotizadora de la prosa de la escritora francesa, cabe la duda acerca de la belleza de esa relación.

Tal vez por eso Marguerite Duras rehusó incluir escenas explícitas de sexo en los encuentros de los amantes: hubiera sido como manchar la podredumbre que representa todo el resto de la novela, y este tal vez fue el mayor error que cometió Jean-Jacques Annaud en su película: el sexo es sucio cuando la mente de quien lo piensa o lo contempla está infestada de prejuicios.

El director francés quiso recuperar la hermosura del texto convirtiendo la relación en una historia de amor imposible, desesperante, derrotada de antemano por las circunstancias; es decir, en una trama convencional. Aunque hay momentos en que puede deducirse algo de ello, en la novela este cariz de la historia apenas queda vislumbrado, y en todo caso siempre por parte del joven chino, al que espera un matrimonio de conveniencia concertado por sus padres y que, en determinados momentos, se ve atacado por ese conflicto entre la vida y la muerte, tan presente en la novela.

Pero afortunadamente no hay esa pasión desesperada en el libro, esa urgencia del encuentro entre dos cuerpos. La pareja se acuesta dentro de una rutina perfecta que da brillo a sus vidas. Suponemos que saben que aquello tendrá su fin, pero la escritora no se recrea en ello, dando tan solo sabias pinceladas de cómo afecta el riguroso futuro a los protagonistas, sobre todo a través de frases cortas y sobrecogedoras pausas. Ellos mantienen la dignidad de sus mentes a través de sus cuerpos, toman el sexo como algo bello, liberador, vitalista, percepción que se incrementa con la sensualidad y los silencios con los que está escrita esta magnífica obra.

El amante. Marguerite Duras. Tusquets.

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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