La Virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo: los ángeles exterminadores.

Portada de La Virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo

La Virgen de los sicarios es una novela extremadamente dura que nos relata sin piedad ni concesiones la violencia existente en las calles de la ciudad de Medellín, en Colombia. Fernando Vallejo nos describe un paisaje urbano verdaderamente desgarrador donde jóvenes adolescentes, en ocasiones niños, se pasean con un arma en el cinto dispuestos a disparar sin ningún tipo de escrúpulo contra cualquier persona que se les cruce en el camino por el simple motivo de haber estado en el momento más inoportuno en el lugar inadecuado. Estos adolescentes -niños de entre 12 y 17 años- son auténticos ángeles exterminadores que ofrecen sus servicios a cualquier desaprensivo que esté dispuesto a pagar por ello. Y la ciudad, o todo el país, a juzgar por los comentarios del narrador, se han convertido en un lugar inhabitable donde la vida carece de valor, donde para sobrevivir a la miseria social y a la corrupción política los jóvenes se desempeñan como matarifes, traficantes, o asesinos a sueldo. La religión juega un papel de contrapunto en toda esta historia, primero por la visión escéptica por parte de su narrador, que la desprecia, y además, porque los jóvenes sicarios se acercan a la iglesia a rezar antes de realizar uno de sus encargos, para que de este modo la Virgen a la que se encomiendan les proteja y los mantenga con vida hasta que hayan concluido sus trabajos.

Con ese punto de partida, la historia de esta novela se encuentra narrada en primera persona por Fernando, un hombre adulto, ya envejecido, que regresa a la ciudad que dejó treinta años atrás cansado de la vida y con el único deseo de morir: “La vida es muy corta y cuando menos lo pensamos este negocio se acabó. Estoy viviendo horas extras, vine a morir aquí”. A su vuelta rememora a uno de estos jóvenes sicarios, un joven de dieciséis años llamado Alexis, que trabajó para él y a quien también convirtió en su amante. La primera sorpresa del libro es la forma sincera en que Alexis se entrega a su protector, no sólo en el plano sexual, sino que llega a convertirse en su amigo, en su guardaespaldas y protector incondicional. Fernando se sorprende a veces de las reacciones impulsivas de su joven protegido, cuando un simple comentario negativo hacia una persona con la que se han cruzado por la calle es suficiente para que Alexis reaccione sacando su pistola y disparando sobre la persona señalada sin planteárselo siquiera y sin preguntar por la necesidad de su acción. Esta serie de crímenes en plena calle, a plena luz del día, rodeados de testigos, no perturba en absoluto al joven Alexis y, la sensación que nos produce es que la muerte violenta, el asesinato, se han convertido en un elemento cotidiano que ya a nadie importa ni afecta lo suficiente. Se ha perdido el asombro por la violencia, se ha perdido la capacidad de sentir dolor, compasión o empatía por las víctimas. Cuando un vecino presencia uno de esos crímenes continúa su camino ignorando haberlo visto por temor a ser él el siguiente en caer muerto de un balazo en la frente o de un machetazo en el cuello. A lo sumo, el crimen callejero, si es capaz de generar algo es pura curiosidad, como si se tratase de un entretenimiento o un espectáculo morboso. En uno de los momentos de la novela, un grupo de chiquillos gritan alrededor de un muerto: “¡Corran, vengan a ver al muñeco!”

El joven Alexis es también asesinado en un momento dado de la novela y Fernando, sin su compañía, se queda con una sensación profunda de desamparo y abatimiento. Sin embargo, al poco tiempo conoce a otro muchacho, Wilmar, que también le ofrece sus servicios. Con Wilmar la esperanza de reencontrar la ternura del amor renace en Fernando. Pero Wilmar es un sicario igual de implacable que lo era Alexis y Fernando se queda en estado de shock cuando descubre que Wilmar fue el asesino de su querido Alexis. La venganza planea entonces por la mente de Fernando, pero finalmente se da cuenta de que dejarse llevar por el la ira y el rencor para cobrarse su venganza es completamente inútil. Cuando le pregunta abiertamente a Wilmar por qué mató a Alexis, éste no muestra sorpresa, sino que asume que Fernando ya conocía su autoría y simplemente le responde: “Porque él mató a mi hermano”. Todo ello nos conduce, por parte del autor, a una visión desoladora y trágica de la vida, sin posibilidad de redención, en donde la religión no puede solucionar nada, la ética no existe, la vida no tiene un porqué, y la muerte tampoco. El protagonista lo explica de este modo tan rotundo: “Y qué más da que nos muramos de viejos en la cama o antes de los veinte años acuchillados o tiroteados en la calle. ¿No es igual? ¿No sigue al último instante de la vida el mismo derrumbadero de la muerte?

La Virgen de los sicarios. Fernando Vallejo. Alfaguara.

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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