Patria, de Fernando Aramburu: sobre la paz y el perdón

Portada de la novela Patria, de Fernando AramburuPublicar una novela sobre un asunto tan sensible como el terrorismo y máxime cuando se hace en un país que lo ha padecido como una lacra durante más de 40 años es un acto arriesgado porque uno inmediatamente piensa que sea cual sea la trama, esta levantará ampollas. Sin embargo, creo que a veces enfrentarnos a nuestro pasado, por doloroso que resulte, es necesario. En la novela Patria, Fernando Aramburu trata, a mi juicio de un modo impecable, un tema que desde luego no es nada superfluo. Según declaró el autor en una de las entrevistas concedidas a propósito de esta novela que era sumamente sencillo caer en las redes de ETA, que para ello bastaba con ser joven e ingenuo, o simplemente ingenuo, para dejarse convencer por la retórica asesina de los terroristas y de quienes los auspiciaban. El título primero y luego el contenido de la novela me trajeron a la memoria un discurso pronunciado por Manuel Azaña un año antes de finalizar la Guerra Civil Española y que pasó a la historia por una de sus sentencias más célebres: “paz, piedad y perdón”, pero que también hablaba del cainismo que parece intrínseco a todo lo español, la noción de identidad nacional y, sobre todo, el mensaje de que con una guerra no se construye nada y que la violencia no lleva a ninguna parte.

Aunque Aramburu emigró de su tierra y se fue a vivir muy joven a Alemania, no me cabe duda de que tanto por sus propias vivencias como por las de su familia y amigos del  País Vasco tuvo que conocer muy de primera mano la realidad que se vivió entonces y no cabe duda de que sabe reflejar la realidad terrible e impresionante que se vivió entonces y que, a menos que se haya vivido en carne propia, nos resulta difícil de imaginar. El texto de Aramburu nos acerca, si cabe, aún más a esa realidad que algunos, entre los que me incluyo, sólo llegamos a conocer a través de la prensa, de la televisión, o de las manifestaciones de repulsa que se convocaban en muchas ciudades, tras cada atentado.

Sin dejar del todo a un lado el fondo de esta historia y su mensaje, desde un punto de vista más literario, lo que le encuentro de especial a esta novela es las múltiples perspectivas que toma, los diferentes puntos de vista que el autor sabe confrontar con maestría. Hoy en día es muy frecuente caer en la tentación del maniqueísmo, señalar a un personaje como bueno o malo, como cobarde o valiente, y si bien a veces esa polarización coincide con la realidad, uno puede hallar una serie de comportamientos que oscilan entre lo ético y lo inmoral, o entre lo acertado y lo erróneo, sin que eso nos cause mucha extrañeza.

La virtud de Patria radica precisamente, a mi entender, en esa multiplicidad de puntos de vista que se ofrecen y que presentan al lector un complejo prisma lleno de caras y aristas. Por lo pronto, nada más comenzar sabemos que los protagonistas pertenecen a dos familias que siempre tuvieron muy buena relación, llegando a ser amigos íntimos. Y a partir de ahí toda la historia parece estar escrita para que nos planteemos preguntas. ¿Qué pasa cuando uno de los miembros de tu familia es asesinado por una persona que pertenece a una casa en la que viven aquellos a quien tú considerabas tus amigos? ¿Qué mecanismo se debe activar en tu cerebro para decidir que un día vas a empuñar una pistola y matar en nombre de una idea abstracta? ¿Qué puede llevar a una persona respetable a defender, proteger o auspiciar un comportamiento que justifique el crimen, la extorsión, el rechazo social y la muerte?  ¿Cómo puede una persona defender el asesinato al mismo tiempo que acude a la iglesia a comulgar?

Aramburu nos desgrana una trama compleja en la que nos muestra lo que piensan, creen y sienten cada uno de los personajes, ofreciéndonos un auténtico abanico de posibilidades con todas las vertientes posibles. Así por ejemplo conocemos la vivencia de un empresario que sufre la extorsión y las amenazas y también la del resto de su familia que sufrirá no solo por el dolor causado con la muerte de un ser querido, sino con la posterior humillación, con el silencio cobarde de los vecinos y amigos, o con el acoso que llega a límites de insospechada crueldad, pues el terror no termina con el asesinato sino que se prolonga al extremo de, por ejemplo, profanar las tumbas de los muertos, eso sin contar con el trauma causado y que les acompañará hasta el fin de sus días. Pero además de la perspectiva de las víctimas directas de la barbarie también conocemos otras caras, entre ellas por supuesto la de los terroristas asesinos, la de los jóvenes a los que reclutan y que terminan huyendo de sus pueblos por miedo o, por el contrario, terminan aceptando las tesis talibanes de quienes les lavan el cerebro, o la visión de los policías que detienen e interrogan a los sospechosos. Aramburu dedica una atención especial a la los familiares de los terroristas y entre estos las relaciones son sumamente complejas, pues están los que defienden a sus hijos como si fuesen héroes que luchan por ese ideal patrio, los que se rebelan contra esa forma de actuar en privado, dentro del núcleo familiar, y los que se avergüenzan en silencio, aunque su silencio los convierta en unos cobardes. Este último es el caso del mejor amigo del empresario asesinado, que siente dolor por la pérdida pero no tiene el coraje suficiente para denunciarlo y rebelarse. En otro ámbito se nos presenta a una serie de personajes que apoyan a los terroristas basando su discurso en tesis un tanto contradictorias con la ideología que debería sustentarlos, como sucede en esta novela con el personaje del párroco del pueblo. Y por último también encontramos a los que se atreven a rebelarse, aunque sea de forma tímida y que muestran su rechazo total a la violencia. En todos los casos, destacan de forma muy especial en la novela la importancia y predominio de los personajes femeninos, cuyo carácter fuerte prima sobre el de los hombres, presentándonos auténticos clanes matriarcales.

La novela Patria es un paseo por la memoria reciente de la historia de España y plantea la necesidad del perdón como terapia. Uno de los personajes plantea con crudeza que nadie va a poder devolverle a su marido muerto y que todos los años de sufrimiento que ha pasado son ya irrecuperables, pero no quiere irse a la tumba con la sensación de no haber cerrado sus cicatrices y que para alcanzar la paz necesita poder perdonar. Muchos pensarán que esa tesis es poco creíble y creo recordar que leí una crítica de Vargas Llosa que iba en esa línea. Mi opinión no coincide, es este caso con la del maestro Vargas Llosa, pero no deja de ser mi opinión. Como sucede con toda creación literaria, cada lector la interpretará de forma diferente. En cualquier caso, el valor literario de Patria es indiscutible y el valor humano, también. A mi modo de ver, Patria es una novela imprescindible y posiblemente, una de las mejores novelas de este último año.

Patria. Fernando Aramburu. Tusquets

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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