Climas. André Maurois: Escenas de matrimonio

072.climas André Maurois

A veces, cuando se ama a una persona, todo cuanto se halla íntimamente relacionado con su imagen se encuentra a nuestros ojos adornado de las cualidades y virtudes imaginarias con que hemos investido a nuestro amor. Ortega llamó a ese momento supremo del amor una enfermedad de la atención, y Stendhal habló de la cristalización del amor: la tendencia a idealizar a esa persona, poniendo en ella todo lo bueno, grande, noble y hermoso que el ser humano es capaz de concebir. El escritor francés André Maurois (1885-1967) quiso escribir una novela donde esa cristalización alcanzara un grado muy intenso para después mostrarnos su lado más oscuro, el lado del declive y la imposibilidad de realizar ese amor deseado. Climas (1929) no es una novela de amor, sino una novela sobre el amor, y más concretamente, sobre el amor en el matrimonio, sobre la descomposición del matrimonio cuando de él se espera más de lo que puede dar.

Mientras se intenta reconstruir una vida a costa de la felicidad que otorga el amor, esa felicidad se convierte poco a poco en irreal, se va evaporando como el humo, porque el amor es cosa de dos. Phillipe, el protagonista de Climas, piensa que debería existir un amor tan perfecto que fuera posible, desde el primer instante, poder compartir todos los sentimientos con la persona amada. Phillipe, sin querer, se convertirá en el artesano de su propia desgracia. Se casa con una mujer bella, que parece colmar todos sus deseos. Los primeros momentos son, como en todo enamoramiento, sublimes: parece haber alcanzado el clímax de su existencia. Pero Odile, su mujer, tiene también su vida, sus propias inclinaciones y costumbres, sus proyectos, sus amistades.

Pronto aparecerán los celos. El tratamiento que Maurois da a los celos en este libro es excepcional, porque al principio son unos celos irreales, los celos absurdos de quien cree poseer el alma de la persona amada y se ve privado de ella. Phillipe se equivocará desde el principio: como tantas personas, pensará que los celos son un síntoma inequívoco del amor, como una consecuencia: quien no es celoso, no ama. No es que haga un infierno de su matrimonio, sino que lo dinamita. Phillipe ama y odia a la vez a Odile. No puede vivir sin ella, pero a la vez adquiere la costumbre de no escuchar nunca a su mujer sin preguntarse qué es lo que le oculta.

Maurois, en un momento muy intenso de la trama, le dará una vuelta de tuerca a esta situación y los celos irreales se convertirán en reales: Odile se enamora de un militar fanfarrón, duro e impertinente, y lo hace sin ocultarle sus sentimientos a su marido. Son páginas de una gran fuerza dramática, porque asistiremos, no sólo al desmoronamiento del mundo de Phillipe y a su matrimonio, sino que seguiremos de cerca los sentimientos a los que se tiene que enfrentar una persona que sabe que lo están engañando.  Desde ese momento, cada frase de su mujer, cada gesto lo va reteniendo porque es posible que sea el último que pueda compartir con ella. Curiosamente, ya no siente esos celos inventados del principio, ese sufrimiento figurado, sino que ahora todo es real, y lo único que importa es recuperar el amor que ve cada día más perdido. En ese triángulo amoroso, cada componente tirará para su lado, y el resultado terminará en tragedia: el amor, aun siendo un sentimiento grandioso, no da para tanto.

Pero Maurois no se queda aquí, en una historia que, si no fuera por su tratamiento inteligentísimo, podría parecer convencional. A la novela le espera una segunda parte sorprendente: Philippe se volverá a casar, esta vez con Isabelle, una chica falta de confianza, sensible y dulce, que tiene un sentido del amor muy conveniente. Sabe toda la historia de Phillipe, porque la ha leído en el diario de su marido. Por tanto lo conoce bien, sabe sus defectos y sus virtudes, la idea irreal que tiene sobre el amor. Y cuando todo parece que será una relación asentada en el conocimiento del otro, Philippe cambiará. Ya no será ese hombre celoso, ese idealista del amor.

Su espíritu estará formado por los sedimentos sucesivos aportados por las mujeres que lo han querido, conservará las imágenes superpuestas y confusas de las mujeres que han pasado por su vida y por los atroces sufrimientos que le han hecho experimentar. Phillipe es ahora víctima de su propia desgracia, un ser distinto al que hemos conocido en la primera parte del libro, cuya experiencia sólo ha sabido asimilar para empeorar su personalidad. La sorpresa será el denominador común de este segundo matrimonio. Ya nada será lo que parece: las personas no somos transparentes, y los sentimientos tampoco.

Climas es una gran novela que nos muestra muchas facetas del matrimonio, de las relaciones entre parejas, del amor concebido como un sentimiento supremo y también inestable y amenazador. No da descanso al lector: cuando creemos que todo se va a encaminar hacia un destino más o menos previsible, vira radicalmente para aportarnos una nueva visión de las relaciones conyugales, como si hubiera muchos matrimonios dentro de un matrimonio. Quien ha vivido muchos años con una persona, sabe de las victorias y las derrotas sucesivas de su relación, de esa azarosa travesía que es la convivencia. Climas aporta una mirada inteligente y muy veraz sobre un asunto que todos hemos vivido de alguna forma: que nada se puede dar por sabido, que en el amor nada está escrito sino que hay que escribir todas sus páginas continuamente, sin descanso.

Climas. André Maurois. Debolsillo.

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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