Patrick Modiano: la memoria de la ocupación

A Patrick Modiano se le podría definir como el escritor de la ocupación. La Academia Sueca ha decidido otorgarle este año el Premio Nobel de Literatura «por el arte de la memoria con la que ha evocado los más inasibles destinos humanos y descubierto el mundo de la ocupación».

libros modiano

Patrick Modiano pertenece a la generación de escritores que escriben a mano, con la pluma, porque, según sus propias palabras, para escribir necesita un objeto sólido que lo ancle a la materia. Modiano es de esa extraña y olvidada clase de escritores que escriben o han escrito en los cafés junto a una copa o una taza que permanecen casi inalterables con el transcurrir de las horas. A este respectó él mismo declaró en una entrevista:

Necesito una cierta distancia para poder corregir mis textos. En una pantalla, sería más sencillo, pero también demasiado rápido. Tengo miedo de que la tensión se dispare.

En su modestia, Modiano asegura que siempre ha escrito el mismo libro, que su escritura es en realidad una única obra que ha sido dividida, troceada, como piezas de un puzzle que vamos conociendo conforme se van publicando. Algo hay de cierto en eso. No en vano, recientemente, tras la concesión del Nobel, se ha reeditado en un solo volumen la conocida como “La trilogía de la ocupación”.

Lo más curioso de Modiano es que le gusta escribir sobre una época y unas circunstancias que él nunca llegó a conocer personalmente. Esa trilogía de la ocupación incide en un periodo oscuro de la historia de Francia. El hecho de que Modiano escriba sobre ello responde a una necesidad, a un afán íntimo de justicia, tal vez porque considera que es necesario recordar para no olvidar, incluso cuando se trata de recordar aquello que nunca se ha vivido o experimentado.

Las novelas de Modiano suelen ser cortas, pero concentradas. El escenario en el que se mueven sus personajes es la ciudad de París, casi siempre en los años cuarenta. Hay algo en sus novelas que convierte a París en una ciudad que parece de ficción, tal vez, paradójicamente,  por la exactitud con que recorre cada calle con sus nombres y números, con sus descripciones de locales, portales, cocheras y callejones, descripciones tan exactas que nos llegan a hacer dudar si París para Modiano no es más que uno de esos territorios míticos, como la Santa María de Onetti, la Comala de Rulfo, la Región de Benet, la Mágina de Muñoz Molina o la Celama de Luis Mateo Díez. Modiano recorre esas calles como un fantasma, en busca de una persona, o de un lugar o de un tiempo que, en el fondo, sabe que nunca va  a encontrar, pero aun así, no ceja en su empeño. Modiano lo admitió así en una entrevista:

Mis novelas son siempre un universo urbano, vivo aquí y hablo de ello. A veces me sabe mal, porque me hubiera gustado escribir esos novelones rusos del XIX que suceden en el campo, tengo esa nostalgia, me hubiera gustado describir bellos paisajes rurales. Pero es el azar, uno está obligado a hablar de lo que ha visto.

Del mismo modo que el Modiano escritor es un buscador incansable, sus personajes se afanan en huir, en escapar del mundo conocido y para hacerlo, paradójicamente, se resisten a salir de la ciudad de París, como si el solo hecho de salir de sus casas y adentrarse en otras calles implicara introducirse en un laberinto,  y Modiano nos guía a través de él con una narrativa sin adornos, exacta, precisa, en la que la ciudad es el auténtico personaje, el alma de sus novelas.

Modiano asegura que cuando comienza a escribir una novela, no sabe cómo va a ser el territorio por el que se va  a adentrar escribiendo. Como muchos escritores, siente la pulsión, la necesidad de escribir, pero no sabe a dónde le llevará su pluma, lo que sucederá con sus personajes, o cómo terminará la novela. Con admirable sinceridad, Modiano explica que en sus historias se le suelen cruzar personajes o situaciones que le hacen cambiar de ritmo y de dirección continuamente. Una escritura casi laberíntica que, sin embargo, él resuelve sus narraciones con maestría, haciendo que todo parezca tan fácil, dando la falsa sensación de que sus historias las ha escrito sin esfuerzo, con una naturalidad asombrosa. Y no se trata de una simplificación, para Modiano la escritura es todo lo contrario a una simplificación; en su opinión, todo escritor tiene por misión mostrar el lado más complejo de las cosas, su cara oculta. Citando nuevamente a Modiano:

Cuando empiezo un libro, no sé bien adónde voy. Estoy igual que el lector, no sé nada y la cosa se va definiendo poco a poco, a medida que uno avanza. Es como conducir un coche sin ninguna visibilidad, uno no sabe si está al borde del barranco o en una autopista.

Y es que escribir, para este escritor, como para muchos otros, es un acto que puede resultar una necesidad y una esclavitud simultáneamente. Por un lado, Modiano asegura que escribe para liberarse de las cosas dolorosas que le acucian o que en algún momento le han afectado, pero al mismo tiempo, como les ha sucedido a muchos escritores, anhela el día en el que descubra que ya ha escrito todo cuanto tenía que escribir y se libere definitivamente de la carga que le impone la literatura, como esa piedra que Sísifo se veía obligado a empujar, montaña arriba. El escritor se refirió a este sentimiento de este  modo:

Durante un tiempo he tenido un sueño recurrente: sueño que ya no tengo que escribir más, que soy libre. Pero, vaya, resulta que no soy libre, que sigo despejando el mismo terreno, con la impresión de que nunca se acaba.

Sin duda, la concesión del Premio Nobel de Literatura a este autor es un motivo para congratularse, pues sus obras forman parte de la gran Literatura. A modo de recomendación, me gustaría mencionar algunas de las novelas de Modiano que se consideran más “esenciales”:

Trilogía de la Ocupación.

Incluye las tres primeras novelas del autor (El lugar de la estrella, La ronda de noche y Los paseos de circunvalación). En ellas Modiano disecciona a la sociedad francesa hablando de un de las épocas más turbias de su historia, en donde afloran la indiferencia o la complicidad social, el antisemitismo, o el crimen organizado. La acción transcurre en el París ocupado, en plena guerra mundial.

Dora Bruder.

De nuevo en plena guerra mundial una muchacha desaparece en París y sus padres ponen un desesperado anuncio en el periódico para tratar de encontrar a su hija de 15 años, que se había fugado de un colegio de monjas. Nueve meses más tarde, el nombre de la muchacha aparece en una lista de deportados al campo de exterminio de Auschwitz. El libro trata nuevamente el antisemitismo, en esta ocasión tomando como referencia la biografía inventada de una niña en aquellos años.

En el café de la juventud perdida.

En esta ocasión, Modiano se adentra en la escritura de una novela con matices de historia policial, pues en la trama hay una investigación. Los personajes y las historias giran alrededor de una enigmática mujer conocida como ‘Louki’, que ha desaparecido. Cuatro hombres nos cuentan distintas versiones para intentar hacernos comprender quién era esa mujer.

Calle de las Tiendas Oscuras.

Ganadora del prestigioso Premio Goncourt, esta novela cuenta la historia de ‘Guy Roland’, un hombre sin pasado y sin memoria. Después de trabajar ocho años en una agencia de detectives, se jubila para emprender la búsqueda de su identidad perdida. Sus pesquisas lo llevan a reconstruir su historia incierta y así es como, poco a poco, va encajando las sucesivas piezas del rompecabezas que es su vida y que lo llevan a lugares tan dispares como Bora Bora, Nueva York, Vichy o Roma, durante el periodo de la ocupación nazi. Una novela sobre la memoria perdida y el afán por recuperarla.

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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