Aldous Huxley: la capacidad de adaptación

El ser humano es capaz de adaptarse a todo, por algo se lo considera la criatura sobreviviente por antonomasia. Pero Aldous Huxley (nacido en Surrey, Gran Bretaña, el 26 de julio de 1894) es un ejemplo, más que de adaptación, de auténtica evolución.

Criado en una familia que albergó lo mismo médicos, que zoólogos, artistas, filósofos y desde luego literatos, el joven desarrolló un gran amor por el descubrimiento, inclinación que fue saciada con libros y buenos colegios, entre ellos Eton, donde asistió cuando se adentraba a la pubertad. El cruel destino quiso que a los 16 años, cuando su aguda inteligencia prometía convertirlo en todo un moderno visionario, fuera atacado por una crisis inflamatoria de la córnea que lo dejaría ciego y postrado en cama durante casi dos años y, posteriormente, afectado con una visión reducida a casi el 90%.

No hay freno para el viento

Aunque el joven jamás conseguiría restaurar su visión, rápidamente aprendió a tocar el piano guiado por su oído, así como a leer y a escribir en braille. Con estas herramientas comenzaría a rondar nuevos caminos que no sólo despertarían su interés en campos de estudio distintos a aquellos en los que pretendía desarrollarse (había quedado imposibilitado para la medicina, carrera que había elegido antes de su enfermedad) sino que le inyectarían el empuje y la inspiración que estaba perdiendo. En estas rutas alternativas es donde el muchacho descubre el poder del lenguaje junto con el de otras disciplinas que permiten a cualquiera percibir universos inimaginables sin hacer uso de la visión.

Enfocado a los principios popularizados por el doctor William Bates, que recurría a diversos métodos psicológicos y emocionales para “reeducar” a las personas en su modo de ver físicamente el mundo, conseguiría mejorar su calidad de vida y, al cabo, convencerse del todo de que el estado de su visión no iba a impedirle desarrollar las inquietudes de su mente y espíritu.

Puertas bien abiertas

Era 1915 Huxley se graduaba en letras inglesas del Balliol College de Oxford. Su habilidad con la pluma le había dado ya buenas críticas a través de poesía y algunos ensayos cortos, por lo que el año siguiente se animaría a lanzar su primera publicación titulada The burning Wheel (1916), un libro de poemas al que daría seguimiento hasta 1920 con dos volúmenes posteriores. Durante este periodo comienza a redactar periódicamente en diversas gacetas y revistas londinenses y abandonar poco a poco sus ambiciones como profesor de literatura para centrarse en la creación de sus primeros cuentos.

Con gran pericia como narrador y una enorme capacidad para desvelar significados bajo superficie, su talento aflora en 1921 mediante la novela Los escándalos de Crome que, con afilada ironía y profundas reflexiones filosóficas, echa un vistazo mordaz a las costumbres de la burguesía de la época. La danza de los sátiros (1923), su siguiente obra, lo consolida como autor y lo convence de dedicarse de lleno a la escritura.

Un final esperado

Aunque durante buena parte de su juventud, Huxley estuvo interesado en la psicología y la filosofía, con el tiempo se acercó también a la mística hindú y posteriormente a los psicotrópicos, todo, para convertirse en una voz contracultural de corrosiva lucidez. Tras publicar dos de sus obras claves: Un mundo Feliz (1932) y Las puertas de la percepción (1954) se establece como figura insigne de las letras y el pensamiento moderno. La primera lo catapultó a la fama y hoy está considerada una de las obras más importantes de la narrativa contemporánea. La segunda narra su experiencia con el mundo de las drogas.

El 22 de noviembre de 1963 Aldous Huxley se despide de la vida compartiendo, con familiares y amigos, sus pasajes preferidos del Libro Tibetano de los Muertos combinados con potentes dosis de LSD. La teoría que hasta ese momento el literato guardaba era, que la agonía de los momentos finales daba una claridad extraordinaria a la mente, la cual, en conjunto con el LSD, daba la oportunidad de apreciar dimensiones reservadas al misterio de la muerte. Los lectores tendremos que conformarnos con la esperanza de ver cumplida dicha promesa en el momento de la verdad.

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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