El crepúsculo de los dioses. Billy Wilder

El crepúsculo de los dioses. Billy Wilder

En 1950 Billy Wilder rodaría una obra maestra cuyo título original fue Sunset Boulevard, en alusión a una famosa avenida de Los Angeles. Una película perfecta, intensa y descarnada que muestra el Hollywood menos atractivo, aquél en el que todo tiene un precio, en el que ambición y frustración caminan juntas y donde resulta incompatible edad, fama y poder.

A pesar del duro retrato que se hacía del mundo hollywoodiense, salvo excepciones como las de Louis B. Mayer, que lanzó todo tipo de improperios a Wilder, no causó el rechazo de esta comunidad y pronto se convertiría en un clásico sobre el cine.

Configurar el casting no era tarea fácil ya que los papeles principales eran poco agradecidos. El personaje de Norma Desmond creado por Wilder y Charles Brackett sería una antigua leyenda, una estrella del cine mudo, acabada y olvidada, enclaustrada en un mundo irreal y con una fijación: la de su regreso triunfal al cine. Y el de Joe Gillis, un joven guionista que no pasa por sus mejores momentos de inspiración y con una acuciante necesidad de ingresos para saldar deudas que, por azar, se convierte en corrector, protegido y finalmente amante de Norma.

Se habló con todas las grandes leyendas del cine de los años veinte: Mary Pickford, Pola Negri, incluso se pensó en Greta Garbo. Nadie quería interpretar ese tipo de papel y fue George Cukor quien sugirió a Wilder Gloria Swanson que llevaba retirada casi 20 años.

El papel masculino sí había sido escrito para un actor en concreto, Montgomery Clift, que sólo dos semanas antes de comenzar el rodaje se retiró del proyecto por miedo a enturbiar su carrera con un papel de gigoló, dando así paso a un joven pero ya veterano actor, William Holden, cuya carrera llevaba años sin despegar y que tendría un proverbial encuentro con Wilder tanto a nivel profesional , como personal, convirtiéndose desde ese momento en la estrella y gran actor que siempre fue.

El comienzo de El crepúsculo de los dioses es puro cine negro: coches a toda velocidad, sirenas de policía, una piscina, un cadáver en ella y una voz en off. Solo que en esta ocasión la voz que nos narra los sucesos es la del hombre que flota en el agua y que comienza a contarnos cómo llegó allí. En pocos minutos conocemos el principio y el final de la historia.

Joe Gillis (William Holden) rememora cómo intentando salvar de sus acreedores la única posesión que le queda, su coche, comienza una huída por Sunset Boulevard y un pinchazo lo obligará a refugiarse en una de las mansiones de esa avenida. Una mansión que parece abandonada pero en la que pronto descubre que viven dos personas una antigua actriz a la que pronto reconoce, Norma Desmond (Gloria Swanson) y su mayordomo Max (Erich Von Stroheim).

Al saber Norma que es guionista, le invitará a quedarse para que le revise el guión de Salomé que ella misma ha escrito preparando su vuelta ante las cámaras y Joe aceptará pensando que no le vendría mal dinero fácil, cama y comida gratis. El oportunismo será el pecado mortal que cometa Gillis.

El asfixiante control de Norma, la histeria y la crispación continúa en la que vive y el aislamiento y servilismo al que somete a Joe, hará que éste la abandone e intente reunirse con sus amigos, jóvenes, risueños, con proyectos e ilusiones. El encuentro con otra joven guionista Betty Schaefer (Nancy Olson) será una bocanada de aire fresco pero un intento de suicidio por parte de Norma hará que se apiade y regrese con ella. Los encuentros furtivos de Joe y Betty intentando escribir un nuevo guión entre los dos hará que éste recupere el deseo de encauzar su vida, incluso ¿por qué no con Betty? Solo la paranoia de Norma, los celos, la enajenación harán imposible un final feliz para ninguno.

Esta cruel y claustrofóbica visión de Wilder está en todo momento salpicada de referencias al verdadero cine. Uno de los más importantes será la presencia de Von Stroheim como el criado de Norma, ya que habiendo sido uno de los más grandes directores del cine mudo junto con Griffith y De Mille (hecho que Wilder apunta en uno de los diálogos del mayordomo Max), se vio arruinado, olvidado y condenado a trabajar como actor en películas de serie B. También Gloria Swanson, gran diva en los años 20 vio prácticamente terminada su carrera tras hacer La Reina Kelly, precisamente dirigida por Stroheim , y cuyo fracaso supuso el fin de sus carreras. Pero a diferencia de su personaje, Swanson supo encarrilar su carrera hacia el ámbito empresarial, en radio y posteriormente en televisión.

La aparición de H.B Warner o Buster Keaton, antiguas leyendas, desempeñando papelitos como amigos de Norma resulta otro guiño más a la historia del cine y la aparición de Cecil B. DeMille durante el rodaje de Sansón y Dalila es antológica, por la intensidad y crueldad de ese momento y porque da lugar a una de las escenas más conmovedoras cuando Norma visita al director en el set y un viejo iluminador la reconoce y dirige el foco sobre ella. Ese será el único momento de gloria para Norma.

Mención especial merece la escena final de Norma Desmond: el patético y escalofriante descenso por las escaleras de su mansión rodeada de policías y periodistas, ahora ya completamente enajenada, creyéndose Salomé y avanzando hacía las cámaras al son de la excelente música de Franz Waxman que a modo de tango ayuda a remarcar la triste irrealidad en la que está instalada y el trágico fin de la que fue una Diva causa en el espectador verdadero estremecimiento.

Sorprendentemente, la realidad añadió un curioso epílogo a esta producción: en 1950 dos grandes obras maestras competían por los Oscars, una era Eva al desnudo, la otra El crepúsculo de los dioses. Aunque una trate sobre cine y otra sobre teatro, ambas tenían en común los personajes de actrices maduras que sufrían a causa de su edad.

Ni Gloria Swanson, ni Bette Davis se alzaron con la estatuilla a pesar de haber interpretado a dos iconos de la ficción cinematográfica, Norma Desmond y Margo Channing, sino que fue la joven y apenas conocida Judy Holliday quien se llevó el premio por una buena actuación pero lejos de las sublimes interpretaciones de estas dos grandísimas veteranas.

La realidad demostró que Wilder conocía bien la mentalidad del microcosmos hollywoodiense y que no era pura ficción todo lo que mostró en este fantástico e imprescindible clásico.
 

4/5 - (1 voto)

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Un comentario

  1. Recuerdo las sensaciones que sentí al ver esta película por primera vez. Entre inquietud y desasosiego. Era bastante jovencito y me causó una profunda huella, tanto que tardé varios años en volver a visionarla. En esta ocasión la pude disfrutar bastante más, aunque esa sensación ya nunca me abandonó.

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