El ángel de Audrey

Audrey Hepburn sin pretenderlo se convirtió muy pronto en un icono de la elegancia. De la mano de su amigo y admirado Givenchy que la vistió casi desde los comienzos de su carrera nos ha dejado la memoria plagada de imágenes hermosas de su bella y grácil figura, y los cineastas que trabajaron con ella siempre destacaron y alabaron su extraña belleza que sin cumplir los cánones de la perfección continúa hoy en día siendo admirada por todos.

En una Cara con ángel, el fantástico musical de Stanley Donen en el que Fred Astaire, un fotógrafo de moda, descubre en una desaliñada dependienta de librería a una mujer con un enorme potencial expresivo y una belleza fresca y diferente a lo establecido convirtiéndola en modelo, parece un trasunto de lo que supuso la llegada de Audrey a la gran pantalla .

Su imagen descendiendo gozosamente las escaleras del Louvre con su espectacular vestido rojo en una explosión de color y belleza, será por siempre una de sus imágenes más recordadas y un auténtico deleite visual.

Estilo, elegancia, sofisticación, todo queda aunado en ella. Quizás Donen en esta escena se aventuró a decirnos que, sencillamente, ella era la Victoria de Samotracia del siglo XX.

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