Gilda

Gilda

Quién no tiene grabado en su memoria la imagen de Rita Hayworth enfundada en su vestido de satén negro cantando «Put the Blame on Mame«, en una de las secuencias más eróticas e incendiarias que dio el cine de los 40, aunque siempre que veo Gilda me apasiona la escena en la que Charles Vidor nos presenta al personaje:

Johnny Farrell, ese tahúr de medio pelo, al que Mundson ha sacado de los barrios bajos de Buenos Aires y convertido en su mano derecha, llega a casa de éste para darle la bienvenida tras un largo viaje encontrándolo feliz y deseando que vea una sorpresa. Tras subir las escaleras escucha una voz femenina tarareando una canción. Johnny avanza incrédulo hasta desembocar en la luminosidad de un fastuoso dormitorio donde a la pregunta de Mundson: Gilda, are you decent?, ésta responde a golpe de melena: Me? Sure, I’m decent.

Cuando Rita alza su mirada y vemos su rostro y su sonrisa espectacularmente iluminados por Rudolph Maté, la pantalla se incendia de belleza y sensualidad y me pregunto siempre que la veo si aquellos espectadores del año 46 sentirían al ver esta secuencia que en ese mismo instante estaba naciendo un mito. Ese mito que encumbró a Rita Hayworth convirtiéndola en una de las «mujeres fatales» de los años 40 y, desgraciadamente para ella, marcando el resto de su carrera ya que nunca volvería a tener un éxito igual. En cualquier caso, como rezaba en la publicidad de la película: «Nunca hubo una mujer como Gilda«, aunque cuando le preguntaban a su compañero y amigo Glenn Ford, el hombre que durante los años de enfermedad de la actriz y hasta su muerte todas las mañanas le envió una rosa roja, él siempre respondía la misma frase: «Nunca hubo una mujer como Rita«.

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