Cicutadry Reseñas y Recomendaciones literarias, cinematográficas y musicales
África y el cabello femenino siempre han tenido una cierta connotación de incompatibilidad. En la película de aventuras de 1950 Las minas del rey Salomón, Deborah Kerr paseaba su melena por la selva ocasionándole todo tipo de incomodidades hasta que decide hacerse un corte maravilloso con la sola ayuda de unas toscas tijeras, hecho que encandila, como no podía ser menos, a Allan Quatermaine, personaje que encarnaba Stewart Granger .En 1985 Sidney Pollack realizó una de las mejores películas que se hayan hecho nunca sobre África, ayudado por la historia que Isak Dinesen relató de su aventura africana: “Yo tenía una granja en Äfrica, al pie de las colinas de Ngong…”, y de la relación que mantuvo con el aventurero inglés Dennys Finch Hatton
Esta película que resultó perfecta tanto en su guion, como en su realización, tuvo, además, la inestimable ayuda de tres personas: John Barry que hizo una de sus mejores bandas sonoras, difícil de olvidar, y la actuación de la pareja Streep-Redford, absolutamente perfectos en sus caracterizaciones.
Aventura y romanticismo se fusionarán de manera impecable guardando infinidad de secuencias inolvidables; pero volviendo a las incomodidades que puede causar el cabello largo en tan inhóspitas tierras, hay una gran escena en la que Robert Redford ayuda a Meryl Streep a desenredar su cabello con un lavado antológico.
La belleza y la enorme sensualidad que desprende toda la secuencia genera un sentido de la intimidad y del romanticismo que queda para siempre impreso en la memoria de quien la contempla. Me atrevería a decir que es la escena en que más hermosamente ha sido fotografiada Meryl Streep y uno de los momentos claves para que siempre recordemos la historia de amor entre Karen Blixen y Denys Finch Hatton.
La forma en que Redford contempla a Meryl una vez aclarado su cabello mientras sostiene delicadamente su cabeza y le dice «Perfecto» dejará siempre un recuerdo imperecedero de lo que es componer una imagen realmente bella.
yo me considero más fan de la menos mítica «el paciente inglés», que vendría a ser la versión macdonalds de «memorias de áfrica», pero sí, la escena del lavado melenil no tiene precio…