La boca pobre. Flann O’Brien: El poder de la parodia

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¿De qué hablamos cuando hablamos de literatura? De juego, de una especie de espejo de la realidad que a veces puede ser deformante, de una sucesión de mentiras que se convierten en realidad en la mente del lector por obra y gracia de un escritor que sabe hacer pasar de matute sus ficciones de manera que quien las lea crea que eso realmente ha sucedido, en ese momento de suspensión mágica que es la lectura. ¿Qué ocurre cuando el escritor no quiere hacer pasar por mentira su mentira, sino que parodia la realidad y la convierte en un auténtico esperpento? Eso es lo que le ocurrió al irlandés Flann O’Brien (1911-1966) cuando se dispuso a escribir esta obra maestra, La boca pobre (An Béal Bocht,1941), un prodigio de imaginación, un delicioso juego, un tour de force que deleita con su frescura y que no intenta hacer creíble la historia, sino que su objetivo consiste en que sepamos en cada momento que se trata de una parodia, como hizo Cervantes en El Quijote.

De hecho, La boca pobre es una novela escrita en gaélico, un idioma en desuso pero de fuerte raigambre histórica, donde las narraciones orales y escritas han tenido una formidable presencia en la formación de la cultura irlandesa. Flann O’Brien se ríe de toda esa tradición, la actualiza y la ironiza, de manera que lo que nos presenta es una narración exagerada, hiperbólica, legendaria, y a la vez, de una humildad apabullante. La propia expresión “la boca pobre» hace referencia a cargar las tintas sobre la pobreza y las penurias que se padecen, con objeto de obtener compasión y lástima, y sobre los beneficios que estas reportan. En este caso, ese beneficio revierte en el lector con una sonrisa permanente en los labios, porque lo que aquí se cuenta es tan estrambótico que apenas es creíble, y por otro lado, no cabe más que la compasión por los personajes.

La narración, como no podía ser de otra manera, está escrita en primera persona (en este sentido, nos recuerda a la novela picaresca española) por un tal Bonaparte Ó Cúnasa, que vive en una zona extremadamente deprimida de Irlanda llamada Corcha Dorcha junto a su madre y su abuelo. El personaje del abuelo, llamado el Viejo Canoso, es inolvidable. Es difícil encontrar un tipo más pillo en la literatura, más vago, más traidor y a la vez más simpático. La historia se ciñe a un solo propósito: contar la miseria gaélica, todos los infortunios, penurias, desastres, estrecheces, dificultades, oprobios, calamidades, necesidades y desgracias de los pobres protagonistas y, en extensión, del pueblo gaélico.

Pero no se crean que se trata de una miseria encontrada, cultural o histórica: desde el principio queda claro que son sus protagonistas, con su poco afán por el trabajo, por su tendencia a la trapacería, los que se buscan esta situación de pobreza extrema. En toda la narración no se come otra cosa que patatas, porque no parece que exista otro alimento en la región, tanto para los hombres como para los cerdos, que son otros protagonistas de la historia, puesto que conviven con los hombres como si se tratara de parte de la familia. Con ellos cohabitan y con ellos duermen, y esta coexistencia con animal tan sucio supone una serie de historias desternillantes.

De lo que en definitiva se trata es de mostrar que ser gaélico es lo más importante del mundo, y los protagonistas no se saldrán ni un milímetro de todo su pasado miserable y de la tradición de sus antepasados, de lo que está ya escrito en los «libros buenos», como si estuvieran destinados a malvivir de esta manera por el honroso modo de ser gaélico. Se podrían contar muchísimas escenas de esta divertidísima novela en la que lo gaélico resulta aplastante y forma el hilo conductor de toda la historia. Una de ellas, una fiesta que se hace en la zona para obtener fondos para crear una Escuela de Gaélico. En esa fiesta aparece sintetizado todo el sentir gaélico, toda su forma de ser. Y el discurso del Presidente es una antología de la estupidez que hará las delicias del lector: asegura no haber pronunciado nunca una palabra que no sea gaélica desde que nació, y es más, nunca ha hablado de otra cosa que no sea sobre un tema versado acerca de la lengua gaélica, porque es necesario que siempre se ocupen de la cuestión gaélica y de la gaelicidad. No hace falta comprobar la terrible sátira del autor sobre cualquier afán de nacionalismo, presentando a los personajes como seres primitivos que no paran de mirarse el ombligo y que piensan que todas las desgracias les caen por mantener sus tradiciones y por sentirse víctimas de todo lo que no tenga que ver con su cultura.

Es en este sentido donde la novela muestra una especial profundidad, porque nos viene a enseñar las consecuencias de las culturas endógenas, que se parecen unas a otras como gotas de agua. El resultado es una serie de peripecias en las que se muestra toda la brutalidad a la que puede llegar el ser humano en su afán de demostrar su propia identidad nacional.

La boca pobre es una genialidad, un dechado de imaginación, una novela original y tremendamente fresca y un alegato contra los nacionalismos a ultranza. Pero tampoco es necesario leer esta novela en otra clave que la que otorga como divertimento, porque en ese juego cómplice que establece con el lector se encuentra toda su fuerza. En definitiva, un ejemplo de cómo se puede divertir al lector mientras se divierte el propio escritor, con una escritura firme y sólida, abrumadoramente inteligente, es decir, un festín para los sentidos que no se le puede escapar al lector avezado que busca degustar platos exquisitos…y a la vez reírse a carcajadas.

La boca pobre. Flann O’Brien. Nórdica Libros.

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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