La importancia de llamarse Jardiel

Renovador, brillante, ingenioso, independiente y divertido, genial e inteligente, el gran Enrique Jardiel Poncela, con su enorme talento de equilibrista del arte, quiso hacer el más difícil todavía en un país y en una época que por desgracia no eran las suyas. Hace casi sesenta años que murió y es ahora cuando más se le quiere y se le respeta, cuando más se le echa de menos y se llenan los teatros diariamente para disfrutar de sus comedias, que están tan vivas como el día en que se estrenaron.

Comenzó muy joven escribiendo dramas, pero pronto descubrió que su irresistible genio creador estaba llamado a dignificar el género más difícil de tratar en la escena, el humor. Nadie hasta entonces había escrito comedias como las suyas, y llegó a un grado tal de originalidad, que después nadie ha sido capaz de seguirle en el difícil arte de hacer reír. Él decía que la comedia era el resultado de una cultura evolucionada y acertó como tantas veces: el hombre es el único animal que ríe y necesitamos de esa risa para contemplar la vida desde un sabio distanciamiento. Como escribió Mark Twain, “el que hace reír a seres que tienen tantas razones para llorar, les da fuerzas para vivir”.

A Jardiel me une un sentimiento de deuda impagable. “Si queréis mayores elogios, moríos” reza su epitafio, y yo quisiera hacerle caso confesando que él es una de las personas que más me ha hecho disfrutar en mi vida. Suya fue la primera obra de teatro que leí y suya la primera comedia que vi representada en el escenario. Yo a Jardiel no lo leo cuando quiero: lo leo cuando debo. Cuando estoy pasando un momento difícil, me agarro a sus libros como a una tabla de salvación y salgo de su lectura con fuerzas renovadas. Es mi terapia contra el desánimo y mi antidepresivo más eficaz y dicharachero. Tengo la suerte de haber crecido con sus palabras y también de que mis amigos más íntimos sean unos jardielistas tan entusiastas como yo. No sólo disfrutamos con sus libros sino también con la influencia de su humor, y en nuestras conversaciones a menudo aparece ese espíritu burlón que nos hace pasar en su nombre veladas inolvidables.

Siento que con Jardiel nunca se ha hecho justicia. Nadie parece reconocer que fue el primero que introdujo el humor del absurdo en la escena, y por eso nada tiene que envidiar a esa selecta tradición de humoristas que nos ha dado el cine americano, desde Groucho Marx a Woody Allen. En sus obras de teatro se prefiguró lo que más tarde sería la comedia loca americana, con aquellas hilarantes películas de Cary Grant o Katherine Hepburn llenas de escenas de enredo y frases ocurrentes. Porque eso es lo que nos ofrece Jardiel en sus comedias: ritmo desenfrenado, diálogos sorprendentes y llenos de frescura que no dan tregua al espectador, situaciones disparatadas o decididamente absurdas, protagonistas ingeniosos arrollados por su propio ingenio, mujeres aparentemente débiles que sobresalen con su inteligencia por encima de los hombres y, sobre todo, una inigualable complicidad con el espectador basada en que éstos saben más que los propios personajes de la comedia. En suma, Jardiel fue un mago que sacó de su profunda chistera humor de cinco estrellas.

Y lo que resulta increíble es que este extraordinario muestrario de virtudes nos lo ofreció Jardiel sin desmayo en sus 28 comedias, en sus 4 novelas y en el sinfín de cuentos y artículos que escribió durante su vida. Entró en la escena española como un gigante en una cacharrería y arrasó con su éxito la mercancía mercachifle que ofrecían los autores del momento. Triunfó casi siempre, conquistó con sus novelas, fue llamado a Hollywood para escribir guiones cinematográficos y vivió una vida acelerada de trabajo en los cafés y fracasos amorosos. Nunca renunció a sus convicciones y eso fue lo que le perdió. Enfermo, solo y arruinado, al final de su vida encontró la cara amarga del artista insobornable. Desengañado de todo, dijo: “Hay dos sistemas de conseguir la felicidad: uno, hacerse el idiota; otro, serlo”. Como a Oscar Wilde, nadie le perdonó el éxito.

La saña envidiosa de los mediocres es como la lepra: lenta, degradante e implacable. Los críticos lo fueron suicidando poco a poco y un sector del público, aleccionado, le volvió la espalda: en el estreno de Agua, aceite y gasolina comenzaron a patear en la sala a los seis minutos de comenzar la función y nadie pudo escuchar el resto de la obra. Para el estreno de su última comedia, algunos espectadores probaban sus pitos en la puerta del teatro. A pesar de eso, Jardiel sigue viviendo entre nosotros para escarnio de sus olvidados enemigos y con su pluma irrepetible vuela sobre el tiempo para traernos un poco de felicidad a nuestros corazones.

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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13 Comentarios

  1. «Termo cubierto de piel
    que llevas vidrio por dentro,
    tu recipiente del centro
    ¿lleva café, o lleva miel?

    Un abrazo fuerte,
    Paco.

    • Querido Paco, eres la leche. Me gustaría que todos los que entren en esta página supieran nuestra temprana devoción por Jardiel, cuando Rafa, Juan Enrique, tú y yo hacíamos aquellas transmisiones radiofónicas en alemán macarrónico, siguiendo estrictamente (con disciplina germana) el inconfundible e inteligente humor de Jardiel que tanto nos ha unido y nos une. Vaya tu comentario por aquellos tiempos inolvidables en los que éramos más jóvenes pero no más jardelianos, porque seguimos riéndonos juntos con la misma mirada surrealista sobre el mundo. Ahora solo queda que Rafa nos aparezca con alguna chorrada variada…

  2. Muchas gracias por su interés por Jardiel, mi abuelo.

    • Muchas gracias a usted por su comentario, que para nosotros es un privilegio recibir.

      Ignoro si leerá estas palabras, pero me gustaría contarle una pequeña historia:

      Hace unas semanas, representaron en Sevilla «Los habitantes de la casa deshabitada». Me pareció una magnífica ocasión para que mi hijo de 12 años conociera al gran Jardiel. Durante la función, yo estuve más pendiente de las carcajadas de mi hijo que de la propia obra. Se divirtió de lo lindo y salió del teatro con los ojos como platos. Al día siguiente, mi hijo me sorprendió pidiéndome las Obras Completas de Jardiel, que conservo como un tesoro, y que ya son para él.

      Esta pequeña historia se resume en que mi rendida admiración por Jardiel, que me inoculó mi tío, se la he transmitido a mi hijo, lo que ya son tres generaciones de admiradores. Supongo que estos detalles son parte de lo que se llama la inmortalidad de un autor.

  3. Muchas gracias por tus entrañables recuerdos, Jose Luis.
    Muchas gracias tambien a D. Enrique Gallud Jardiel por el libro biografico acerca de su abuelo, que lei inmediatamente despues de su publicacion y con el que pude saber mas de la parte humana de nuestro divino Jardiel.
    Sigo teniendo giros en mi lenguaje, que no son giros que son jirones, de Jardiel.
    Sigo teniendo trazas en mi caracter y en mis manieras de aquel Oshidori que interprete de jovencito, ademas, como olvidarlo, si acabe enamorandome de Helena, y en vez de aceptar, esgorcio.

  4. Hemos hablado muchas veces de nuestra admiración por Jardiel, pero pocas veces hemos mencionado la enorme crítica que emana de sus disparatadas situaciones y descacharrantes escenas. En estos tiempos de desánimo y dificultades, el humor y el sarcasmo son reconfortantes refugios, reflejos de una desencantada visión de la actualidad, que actualmente me gusta compartir con Jardiel.

    Es imposible olvidar sus cuentos «El amor que no podía esconderse», donde habla de la imposibilidad de la intimidad si tu novia es sorda; o del inesperado final de «Los vecinos del principal derecha»; del demoledor peso moral de «La tourne de Dios» o de la profunda reflexión a la que nos lleva la divertidísima lectura de «Amor se escribe sin hache».

    Y aún así, hay que seguir viviendo.

    «Yes. I have not bananas» ©2013.

  5. Madrid me mata, decimos los que vivimos en Madrid, que no los madrileños: es dificil encontrar uno autentico. Esta urbe, que amo y disfruto Jardiel, te desgasta, te agota, te consume, pero tambien te orgasma. La temporada pasada repusieron «Las cinco advertencias de Satanas», obra Jardieliana donde las haya.Es dificil olvidar las afirmaciones demoniacas:

  6. España siempre ha vivido preocupada por mi. ¡Encantadora España!. Solo ella me ha dedicado un monumento.

  7. Paco, Jardiel se equivocaba. En Turín hay también un monumento dedicado a Lucifer. http://es.wikipedia.org/wiki/Monumento_al_Traforo_del_Frejus

  8. Ahí seguimos disfrutando de su Humor. 🙂

  9. Retomo esta entrada antigua para recordar que además, Jardiel hizo guines de películas de Hollywood. Algo que es tan descabellado como cualquier obra de Jardiel. Ahora (noviembre 2014) la malafamada SGAE está haciendo un gran homenaje a Jardiel con varias exposiciones, lecturas y proyecciones de sus películas, alguna de ellas inédita hasta la fecha. También presenta el proyecto de teatro al que dedicó los últimos meses de su vida. Quien viviera en Madrid para poder asistir… http://www.abc.es/cultura/teatros/20141109/abci-homenaje-jardiel-poncela-201411081241.html

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