La verdad sobre el Ángel Caído

angelcaido00Me congratulo de los comentarios de Paco y Rafa acerca de los monumentos dedicados al diablo que existen en el mundo, porque me dan la oportunidad de aclarar ciertos malentendidos sobre el tema, con la autorizada y vasta erudición que me otorga el haberme leído la colección completa de Mortadelo y Filemón.


Ahora bien, tengo que empezar con una solemne declaración: mira que me encanta Madrid; mira que dos de mis más queridos amigos son casi madrileños, y sus adorables hijas, madrileñas enteras; mira que me gustan los callos, el cocido, el licor de madroño y la cámara acorazada del Banco de España… pero en aras de la verdad y llevado por mi espíritu científico, siento decir que me veo obligado a negar que posean la estatua dedicada al diablo de la que tan orgullosos se sienten.

Para empezar, el nombre del monumento está claramente equivocado, como se puede deducir de su simple contemplación:

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Salta a la vista que no debería llamarse El Ángel caído, sino más propiamente El Ángel cayendo, como no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo. El autor de la obra, don Ricardo Bellver, quiso darse el pote de pseudointelectual afirmando que se había inspirado en unos versos de El paraíso perdido de John Milton, cuando a don Ricardo lo que de verdad le gustaba eran las novelas calentorras de don Juan Valera.

Pero es que ni el propio Milton sabía lo que estaba escribiendo, porque aparte de que era un poeta que no sabía ni rimar, además era un mal padre y un borrachín, así que vaya usted a saber lo que quiso decir con aquello de “Por su orgullo cae arrojado del cielo con toda su hueste de ángeles rebeldes para no volver a él jamás”, ya que pocos versos después puso (él o Johnny Walker) estas admirables y heroicas palabras en labios de Satán: “¿Qué importa perder el campo donde lidiamos? No se ha perdido todo. Con esta voluntad inflexible, este deseo de venganza, mi odio inmortal y un valor que no ha de someterse ni ceder jamás ¿cómo he de tenerme por subyugado?”, ideas, como se verá, más propias de un revolucionario tipo Che Guevara. Vamos, que a Milton le faltó poco para escribir «¡No pasarán!».

No albergamos duda alguna de la buena fe de don Ricardo Bellver en su intención de colarnos de matute el rollo de Milton, pero sesudos estudios han llegado a la conclusión de que el ángel del Retiro no es ni por asomo Lucifer.

En primer lugar, hay que destacar el detalle de la serpiente enroscada al cuerpo del ángel, que parece ser la causa de la caída que se está produciendo, en gerundio:

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En el Génesis, el diablo viene simbolizado por la ladina serpiente que induce a Adán y a Eva a hartarse de manzanas, no siendo hasta Ezequiel cuando se identifica por primera vez como un ángel, y ya sabemos que el Autor del Génesis era más listo que el profeta Ezequiel y además ha vendido más libros y tiene más entradas en Google. Entonces, si este ángel -supuestamente el Diablo- estaba en El Paraíso según el beodo de Milton, ¿no sería una redundancia que apareciera dos veces en la misma escultura? ¿Iba a cometer un ilustrado como don Ricardo Bellver tamaño error de duplicidad manifiesta? No, y como era un tío perspicaz (leía también a José María de Pereda), dejó las suficientes pistas para que la posteridad hablara de él.

Todo empezó cuando a principios del siglo XX, un reputado herpetólogo, Teodoro Marco, identificó la serpiente del monumento como una Anaconda Verde, que por entonces se creía especie endémica del Amazonas. ¿Qué hacía una serpiente americana a diez pasos de la Puerta de Alcalá? Se abría el umbral del misterio alrededor de esta escultura. Hubieron de transcurrir muchas décadas de interrogantes hasta la decisiva aparición de los angeólogos para el esclarecimiento del tema.

De toda la vida, la Cristiandad se ha conformado con saber el nombre de los tres Arcángeles, Miguel, Rafael y Gabriel -que también ejerció de ginecólogo de la Virgen-, ya que ni en la Biblia ni en el Nuevo Testamento aparece el nombre de ángel alguno. Fue el descubrimiento de la Cábala por parte de un grupo de espiritistas de Chamberí la que dio un nuevo giro al misterio.

No me pregunten cómo, pero la cuestión es que después de invocar a Wifredo El Velloso en la rotonda del monumento, sacaron la conclusión de que el ángel del Parque del Retiro se llamaba Mélahel (también recibieron la receta original del pan amb tomaquet, pero no soltaron prenda). Según ellos, lo dedujeron de «la detenida contemplación de sus atributos», sin llegar nunca a aclarar si hablaban de atributos como sinónimo de características o de sus atributos en el más vulgar sentido de la palabra.

Resulta que el ángel Mélahel tiene como atributo (en singular) el conocimiento de las hierbas medicinales, lo que proporciona en el individuo custodiado por el ángel un deseo intenso de curar, la localización de esas plantas y la facultad de aplicarlas a la curación, cuestiones que por lo visto son muy propias de los ángeles. Como única pega hay que advertir que el ángel Mélahel solo atiende a las personas nacidas entre el 13 y el 18 de julio, y las demás que nos vayan dando y a seguir yendo al Seguro a por recetas.

Como se puede observar en la siguiente reproducción, los angeólogos acertaron de pleno, puesto que el ángel Mélahel es clavadito al del Retiro:

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No obstante, no podemos proseguir nuestro estudio sin considerar la importancia que tuvo para la propagación del bulo el discurso de inauguración del monumento. La fría y húmeda mañana del 17 de noviembre de 1885, don José Abascal y Carredano, a la sazón alcalde de Madrid, se aprestó a pronunciar unas emotivas palabras delante de los cuatro viejos que andaban por allí echando migas de pan a las palomas (el autor de la estatua se quedó calentito en la cama leyendo a don Marcelino Menéndez y Pelayo). Don José Abascal, devoto admirador de la oratoria de don Nicolás Salmerón, comenzó su intervención con estas sencillas y diáfanas palabras: «Quomodo cecidisti de caelo, lucifer, fili aurorae?! Deiectus es in terram, qui deiciebas gentes!, qui dicebas in corde tuo: ‘In caelum conscendam, super astra Dei exaltabo solium meum, sedebo in monte conventus in lateribus aquilonis; ascendam super altitudinem nubium, similis ero Altissimo».

Como era de esperar, los ancianos colombófilos, en su pobre ignorancia de la lengua culta, tradujeron muy a la ligera las primeras frases como: «¡Cómo has caído del cielo, Lucero, hijo de la Aurora! ¡Has sido abatido a la tierra dominador de naciones!», cuando el alcalde quiso más bien decir: «¡Pues no nos ha merengao! Los purelas estos ni diquelan el mamarracho del ruler, y yo aquí de pringao con lo chipén que sería sobar en la piltra con mi ja y secarme los pinreles mojaos, que uno está de baranda pa’ trincar fetén y no pa’ puchar como un mano». Mas ya era tarde: no había terminado de hablar don José Abascal o la víctima de la elocuencia, cuando medio Madrid ya creía tener su merecido monumento al diablo.

Aunque a estas alturas es difícil albergar dudas acerca de la identidad del ángel, no es menos cierto que todavía hay gente que se pregunta: «¿Qué hacía un ángel de la guarda en mitad de la selva amazónica cogiendo plantas medicinales?». ¡Pues evangelizar, hombre, evangelizar! Con la excusa de descubrirles la ayahuasca y la camalonga a los indígenas, les endosaba el Evangelio según San Mateo, los liberaba del Limbo (entonces existía) y se quedaba tan a gusto. «¿Y el tema de la anaconda y el gesto de pavor mientras se está cayendo?». Esto tiene fácil contestación: ¿ustedes no han visto La Misión? Pues eso; quien se metía en esos berenjenales salía escaldado. Según la Teoría de la Conspiración, no es difícil de imaginar al chamán de la tribu arrimándole una anaconda al pobre Mélahel, mientras que lo apunta con la lanza en ristre para atravesarle el pescuezo, lo que explicaría plausiblemente el gesto intuitivo de protección que hace el ángel con el brazo. «¿Y todo eso lo pensó don Ricardo Bellver cuando esculpió el monumento?». Cosas más raras se han visto, lo que aprovecho para dar algunos ejemplos de lo caprichosos que han sido los escultores a lo largo de los tiempos.

Para ello no hay que irse muy lejos del Retiro, porque a pocos metros del Parque se erige el monumento dedicado al General Espartero montado a caballo. La estatua, más bien del montón, no tendría mayor historia si no fuera por un curioso detalle: el escultor, Pablo Gibert, consideró en sus cortas luces que había que sacar de dudas al ciudadano de a pie acerca de si Espartero montaba un caballo o una yegua, y para ello le plantó al animal un par de huevos como pelotas de fútbol:

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¡Mira que hay caballos en los monumentos de España, pero como éste ninguno! ¿A qué se debió tal generosidad testicular? Lo ignoramos, pero se cuenta que cuando Sigmund Freud pasó por Madrid, tal como iba de Sol a Manuel Becerra para tomarse un bocadillo de calamares, comentó algo sobre el escultor y un complejo de envidia de no sé qué, porque como hablaba en alemán, tampoco se le entendió mucho.

Pero el que se lleva la palma en caprichos escultóricos es Michelangelo Buonarroti. Podríamos citar varias excentricidades suyas, como dejar a medio hacer esculturas que le estaban saliendo bastante decentes, pero donde se pasó veinte pueblos fue con el Moisés y el par de cuernos (afeitados) que le cascó en la cabeza.

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¿Hay evidencias bíblicas de que la mujer de Moisés se distrajera más de la cuenta en la travesía del desierto? No, porque nunca tuvo esposa. Es más: recientes estudios de la Universidad de San Francisco han llegado a la conclusión de que Moisés era gay, del tipo oso, y es que ayudó mucho eso de que lo cuidaran tantas mujeres en el palacio del faraón. No decimos que no tuviera alguna aventurilla con Josué cuando le estaba enseñando a afinar las trompetas en si bemol, pero tampoco es que haya certeza absoluta sobre el asunto.

¿Y entonces esos cuernos? La teoría de que son dos rayos de luz no se sostiene por ningún lado, porque ya se hubiera esmerado más Miguel Ángel para que parecieran de verdad dos rayos y no un par de evidentes y rotundos cuernos. Sin embargo, otra teoría más sentimental se abre camino en la actualidad: de todos es conocida la homosexualidad de Miguel Ángel y no es menos sabido el episodio del martillazo en la rodilla de su magna obra. La cosa ocurrió así: cuando comenzó a esculpir el Moisés, Miguel Ángel se encontraba sin pareja, y como la carne es débil, inevitablemente se terminó enamorando del realismo sensual y viril de su escultura (ya le había pasado antes con el exhibicionista David). Pero he ahí que conoció al joven Cecchino dei Braci, para más inri barbilampiño, y empezó a tontear con él más por darle celos al Moisés que por otra cosa. En la intimidad del taller Miguel Ángel contaba, así como entre dientes, los sentimientos que le inspiraba el muchacho, pero Moisés, aunque parezca mentira, mostró una marmórea indiferencia y no abrió el pico; el resto ya es historia: el artista le preguntó histérico perdido: «¿Por qué no me hablas?», le arrojó el martillo a la rodilla (aunque su intención fue apuntar un poco más arriba) y finalmente le plantificó los conocidos cuernos.

Sirva esta digresión para retomar con más firmeza el tema de los excéntricos monumentos al diablo que circulan por el mundo. Como muy bien señalaba Rafa, en la cima del monumento construido en 1890 para conmemorar la apertura del Túnel Ferroviario del Frejus hay un ángel alado sobre cuya frente aparece un lucero, lo cual llevó a suponer que se trataba de Lucifer.

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(Aprovecho para meter una cuña publicitaria y recomendar la lectura de una excelente novela corta de Elio Vittorini titulada El Simplón guiña el ojo al Frejus. Fin del spot.)

Pues bien; la estrella que adorna la cabeza del ángel fue simplemente una concesión que el escultor hizo en aras de la Estética. De forma oficiosa, el monumento se erigió como homenaje al sufrimiento padecido por los obreros en la construcción del túnel (tiene una longitud de más de 13 kilómetros). Por ello el escultor, muy influido por las ideas de Kropotkin, hizo que la pirámide que sirve de pedestal fuera coronada por un ángel ataviado con un casco de minero, licencia artística que no fue del todo comprendida por las autoridades de la época. Una vez rechazado el primer proyecto, el escultor cambió el casco de minero por un casco de espeleólogo, en la creencia de que estos últimos son supuestamente más finolis que los obreros, pero no hubo manera. Finalmente cedió y le colocó al ángel una estrella sobre el tupé, para que se viera claro que él por lo menos lo había intentado…

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Lo peliagudo del asunto es que este monumento se encuentra erigido en Turín, posiblemente la ciudad más supersticiosa de Europa (el pueblo más supersticioso del mundo se halla en el Nepal, al sudeste de Pokhara, pero no puedo escribir su nombre porque me caerían 15 años seguidos de calamidades).

Una ciudad para la que la magia y el ocultismo es tan habitual como aparcar el coche en doble fila, no iba a dejar pasar el detalle de la estrella sobre la frente del ángel. En Turín, hasta los niños de pecho saben que Lucifer significa etimológicamente «portador de la luz»; así que sumaron dos y dos, y le atribuyeron nombre y apellidos al ángel del lucero, sin saber que el escultor ya había tomado como modelo a otro ángel mucho más pacífico cuyo nombre era… ¿cómo no?, el omnipresente Mélahel. Y no le busquen tres pies al gato: cuando ya lucía en su agradable rotonda madrileña el monumento de El ángel cayendo (antes El ángel caído), el escultor italiano fue becado para estudiar arte en la capital de España, ¿y no se iba a dar un paseíto los domingos por los Jardines del Buen Retiro? A buen entendedor, pocas palabras bastan.

Lo que ya es para nota es el tercer monumento al diablo que existió en el mundo durante unos meses. Se encuentra en Santa Cruz de Tenerife y anteriormente se llamaba Monumento a Su Excelencia el Jefe del Estado. Con eso lo digo todo.

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En él aparece un ángel en posición de despegue portando a sus espaldas a Franco, en plan Ricardo Corazón de León. Dado que todo el mundo lo llamaba El Monumento a Franco, vaya usted a saber por qué, en 2010, a alguna lumbrera canaria se le ocurrió cambiarle el nombre por el de El ángel caído, no sabemos si en referencia al ángel o en referencia a Franco. Al año siguiente, otra lumbrera de parecidas características mentales a la anterior, decidió que aquel ángel no parecía haberse caído de ningún sitio sino que más bien se manifestaba orgulloso de portar hacia el cielo al Generalísimo, por lo que la obra pasó a llamarse Monumento a la Victoria, tampoco sabemos si en referencia a Franco o a la Victoria de Samotracia, con la que guarda un incierto parecido en el ala izquierda.

En fin, visto lo visto, parece que no hay manera de saber cuál es el verdadero rostro del diablo. Por supuesto que hay infinidad de representaciones de su figura, desde las gárgolas de las catedrales góticas a las pinturas de Goya, pero como cada una es distinta, ¿cómo saber cuál es la verdadera?

Además, el único ser humano (es un decir) que se conoce que hablara con él en persona fue Jesucristo, pero como era más dado a las parábolas que a la descripción (no como Jacobo Müller), pues no nos sirve de mucha ayuda. El otro que vio al diablo, esta vez en visiones, fue San Juan, pero las lúgubres condiciones de la cueva donde escribió el Apocalipsis, el hambre que tuvo que pasar en aquella isla perdida y, sobre todo, la cantidad de plantas alucinógenas que da la fértil tierra de Patmos, nos hacen dudar de la exactitud expresiva del apóstol.

Ante la inutilidad del arte, la ciencia y la religión para responder a nuestra pregunta, solo nos queda el muy español remedio de acudir al refranero, cuya sabia precisión es más infalible que el Papa. En él encontramos multitud de alusiones al demonio como «Más sabe el diablo por viejo que por diablo», «Cuando el diablo no tiene nada que hacer mata moscas con el rabo», «El hombre es fuego; la mujer, estopa; llega el diablo y sopla», etc, etc.

Pero hay uno cuya verdad es incuestionable y además nos sirve para nuestro propósito: «Las armas las carga el diablo». ¿Y quién carga las armas? Pues es bien sencillo: la Asociación Nacional del Rifle. Así que al fin hemos encontrado al diablo en persona:

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Sí señores: el mismísimo Charlton Heston, ahí, con un par de cojones. Es que no hay más que verle la cara… Ese gesto triunfal solo quiere decir que con el escopetón que porta en la mano se cargó por fin a todos los simios que encontró a su paso, incluyendo los del Zoo de Los Ángeles; ahuyentó un ataque masivo de marabuntas por el sencillo método de pegarles un tiro una a una y no le soltó un trabucazo a Mesala en mitad del pecho porque tenía ocupadas las dos manos en las bridas de la cuadriga, que si no…. A mí, la verdad, es que nunca me convenció en el papel de Moisés, porque era como que le faltaba algo, hasta que un día me di cuenta de que le faltaban los cuernos…

Pero desgraciadamente, el gran Charlton Heston ya no está entre nosotros (aunque sabemos a ciencia cierta dónde está…), así que la única opción que nos queda es revisar las últimas novedades en demonología. Siento decirles que las noticias no son demasiado alentadoras, pero como parece haberse descubierto que el diablo viste de Prada, pues ustedes mismos…

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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3 Comentarios

  1. Descacharrante. Prometo réplica.

  2. José Luis, no tienes que ir muy lejos para encontrar un monumento que, aunque no dedicado expresamente a él, si contiene un ángel caído, o cayendo, o mejor dicho en la actitud de estar cayendo, porque cayendo no está, ya que me parece que lleva allí más de cien años y todavía no ha llegado del todo al suelo. Así que o está cayendo mucho o en gravedad cero.

    Las malas lenguas te dirán que es el amor herido, tal y como lo proyectaron los hermanos Álvarez Quintero, pero vete tú a saber qué tipo de ángel es. Aún así, parece que en esta romántica glorieta del parque de María Luisa la muerte acecha más que los bujarrones: las plantas de alrededor están siendo atacadas por las riquezas minerales de multitud de restos de incineración depositados en las cercanías, imagino que siguiendo el también romántico designio de las últimas voluntades de cientos de sevillanos. Podemos decir que muerte angelical está atrayendo la muerte humana, y la muerte humana está atrayendo la muerte vegetal, cosa que no es por menos que chocante. Si Gustavo Adolfo levantara la cabeza quedaría impresionado de su éxito cinerario, funerario y herbicida.

    En esto de los ángeles siempre hay discusión bizantina y polémica agustiniana. Seamos de Bizancio o no, a punto de perder Constantinopla o ganar Estambul, nunca ha estado claro eso del sexo de los ángeles. Dice san Mateo: “ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles”. Es curioso como en los países anglosajones los ángeles son mujeres, normalmente de pelo largo y con atributos mamarios, mientras que en los países latinos los ángeles son hombres, de pelo largo también aunque de pecho plano. La tradición judía no aclara nada, pues en ellos tienen nombres tanto de hombre como de mujer. La Biblia en inglés, sin embargo, se refiere a los ángeles siempre como “he”, es decir, varón. Así que esta disyuntiva sexual debió surgir de la cultura popular o de algún paganismo sajón en algún momento desconocido.

    Esto provoca una serie de inconvenientes a los españoles que llamándose Ángel comparten habitación en algún congreso, curso o estancia en una residencia de un país de habla inglesa. Los bienintencionados organizadores pueden crear interesantes situaciones que, según me cuentan mis amigos con ese nombre, no han podido aprovechar hasta sus últimas consecuencias, por lo que siempre acaba en molestias para ellos, pues en su galantería mediterránea acaban por elegir cambiar de habitación.

    Actualmente, me cuentan, estas confusiones ya no son tan comunes, imagino porque los españoles cada vez viajamos más y conocen nuestras extrañas costumbres onomásticas; y también porque ya aparece en la mayoría de los formularios de inscripción de cursos internacionales una casilla para el sexo. La confusión entre los ángeles puede ser más o menos comprensible, pues ya los sabios de Bizancio no se pusieron de acuerdo, pero es mucho más razonable ignorar el sexo de Xiùyīng, Fāng o Qiáng, estando además los chinos cada vez con mayor frecuencia en esto de los congresos.

    Mi amiga Fran Podolski, de familia católica originaria de Polonia, aunque de nacionalidad neozelandesa, me comentó una vez que le parecía raro que alguien pudiera llamarse Jesús. Si a un católico le puede parecer raro, a los protestantes anglosajones mucho más. De la misma manera nos parece raro que alguien se llame Satanás o Lucifer, antes o después de caer. Tampoco es común celebrar la onomástica fuera de España, y no entienden eso del día del santo, por muy católicos que sean. No me esperaba eso de católicos de pura cepa como los polacos, porque de los norteamericanos al norte del río Grande sí. Les parece muy normal que haya un día de san Patricio donde todo el mundo se viste de verde, pero lo de san Laurencio o san Hipólito no lo pueden comprender. Se entiende, pues no tienen Our Lady of Pittsburg o The Virgin of the Twin Cities que se pueda comparar a la Virgen del Carmen o a la Virgen de Częstochowa, lo que les hacer ser un poco como católicos de baratillo.

    Claro que tanta devoción mariana la pagan las pobres mujeres llamadas Coronada, Linarejos o Setefilla; ignoro si Częstochowa es un nombre común entre las polacas. Mi amigo Juanra de Valladolid también me comenta el resultado de la centenaria costumbre castellano-leonesa de bautizar a los niños con el nombre del santo del día que nacieron, los pobres. Así que conozco Próculos, Antimios y Mamertos, como si de un libro de Luis Mateo Díez hubieran salido. O más curioso es lo que me contó Esteban Zunzunegui (que no es vasco, sino de Algeciras, y nacido en Cali) de que en Colombia Edi es un nombre muy común, pues es la abreviatura de importantes magnates que ponen su nombre en los más altos rascacielos de Bogotá: Edificio Repsol, por ejemplo. Mal ejemplo, el de Repsol, que me perdonen los accionistas.

    Si no nos podemos poner de acuerdo en el sexo de los ángeles (en minúscula), claramente el sexo del caballo de Espartero es masculino. También en Sevilla hay unos cojones famosos, los del caballo del Cid, o simplemente “el caballo”, costumbre muy arraigada esa de ignorar el motivo cultural de la escultura o nombre de la plaza. Ya dice Muñoz Molina que saber algo siempre se ha visto muy mal en España. Volvamos al caballo. Cuando era estudiante novato de colegio mayor, encargaron a unos míos compañeros en la pardillez hacer un molde de los susodichos testículos. Cosa harto difícil, debido a la altura a la que se encuentran situados. Pero ser novato en aquella época era ir por Sevilla con un halo de invencibilidad manifiesta, para nosotros no había nada imposible, y se propusieron conseguirlo. Ya no recuerdo si al final lo lograron. Hubiera sido mucho más fácil hacer el molde del ángel del amor herido, y hubiéramos salido de dudas sobre su sexo.

    • Rafa, gracias por tus comentarios que, amén de regocijantes e instructivos (obsérvese el uso de la locución amén en tiempos de Cónclave), son de los más oportuno, porque me dan pie para continuar la réplica hablando del controvertido sexo de los ángeles (en especial del ángel del Monumento a Bécquer), el sospechoso “politeísmo” de la religión católica con su cohorte de santos hacendosos y advocaciones marianas, y los cojones del caballo del Cid, en los cuales ciertamente no me había fijado (yo me fijo en los de los animales de matadero, sobre todo los corderos, para comérmelos).

      Así que prometo réplica dentro de unos días, a la espera de que Maca, Teresa o Paco, cuando buenamente puedan, quieran aportar nuevas, y sin duda, apasionantes opiniones a estos temas (Rafa, entre tú y yo, ¿te has dado cuenta de la sutileza de mis indirectas?)

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