Lo puro y lo impuro. Colette: El feminismo militante

La figura de Colette tal vez no diga nada a las generaciones actuales de lectores, entre otras cosas por la ignorancia histórica en la que viven. Aparte de su notable literatura, Colette debería ser reivindicada además por el feminismo como lo que fue, una mujer libre que se impuso dentro de un mundo de hombres a los que superó en muchos aspectos. Su libro Lo puro y lo impuro (1932) es, quizás, el texto más reflexivo sobre esta condición.

Sin embargo, su vida como mujer no empezó siendo fácil. Después de una infancia feliz en contacto con la naturaleza tuvo la desgracia de casarse a los 20 años con el escritor Henry Gauthier-Villars, conocido como “Willy”, quince años mayor que ella. Este tal Willy era un vividor que se dedicaba a firmar novelas populares que le escribían negros. Pronto se percató de las posibilidades literarias de su esposa Colette y la obligó a redactar un buen número de libros conocidos como la serie de las Claudine, muy leídos en su época, cuya autoría se atribuía Willy sin escrúpulo alguno.

Las infidelidades de Willy eran notorias en París y Colette, harta de desempeñar el papel de esposa sufrida y sumisa, decidió divorciarse de su marido en 1906. Tenía 33 años. Había comenzado una prometedora carrera como cabaretera y había descubierto su singular sexualidad, que la liberaría definitivamente. Bisexual, en la primera década del siglo XX convivió con una pareja durante un tiempo y demostrando que la actual moda del poliamor se ha practicado desde la noche de los tiempos.

Sus novelas son todas prácticamente autobiográficas y su interés reside en la muy excitante vida de la que disfrutó y en un estilo sencillo, rotundo, muy claro, eminentemente narrativo y sin concesiones a la galería. Colette sabía que era el ejemplo de un estilo de vida que defendía con sus escritos y no quiso desperdiciar el significado de su rica experiencia con barroquismos vacíos.

Colette en la primera década del siglo XX

Lo puro y lo impuro es un libro inclasificable que comenzó siendo una novela titulada Ces plaisirs… para terminar derivando en una obra a mitad de camino entre el ensayo, las memorias y la ficción. Cosa rara en ella, no es Colette la protagonista sino que se limita a ejercer el papel de narradora-receptora de experiencias ajenas vividas por otras mujeres que en su mayoría ella conoció –y que en muchos casos fueron sus compañeras sexuales- y cuya trayectoria vital, por un motivo u otro, expresan la dificultad de las mujeres para encontrar su propio lugar en el mundo en contra de las costumbres y la cultura imperante, no solo la impuesta por la religión o la hipocresía, sino también por los hombres.

Colette, que era una mujer inteligente, no comete la torpeza de contraponer la anhelada libertad femenina a la imposición masculina. Pocos hombres aparecen en esta novela y los que salen lo hacen precisamente por su condición sexual distinta. Como curiosidad, junto a la homosexualidad masculina presenta el caso de un amigo que ejerce de don Juan, prototipo del hombre aparentemente libertino en sus costumbres pero de una sexualidad vacua. Como los demás personajes de la novela, este don Juan busca desesperadamente el placer, esta vez a través de la seducción, pero lo hace de una manera mecánica y triste.

La tesis del libro –porque el libro tiene una tesis que cada lector habrá de extraer por su cuenta, sin que la autora la explicite en ningún momento- es que si una mujer quiere obtener la independencia en una sociedad masculina lo tendrá que hacer sin manual de instrucciones, a riesgo de provocar su propia ruina o terminar cayendo en las mismas costumbres masculinas de las que pretendía huir.

Singular es el caso de lady Eleanor Butler y Sarah Ponsonby, dos jóvenes británicas que en 1778 decidieron dejar sus ventajosas posiciones sociales para ir a vivir juntas a un pequeño pueblo de Llangollen. Allí formaron una pareja sentimental que se mantuvo hasta la muerte de la primera, ya en su vejez.

Colette rescata el diario que lady Eleanor escribió durante toda la relación que mantuvo con Sarah y expone un hecho a su entender demoledor: su vida como pareja fue exactamente igual a la de cualquier matrimonio heterosexual. Lady Eleanor desempeñó un rol dominante en nada distinto al que podría ejercer cualquier hombre y Sarah Ponsoby fue la abnegada esposa que pasa de puntillas por la vida, hasta el punto de que apenas aparece en las páginas de un diario escrito durante lustros.

Obviamente, para Colette el lesbianismo no es sinónimo de libertad si no se emancipa de las ideas propias de una cultura masculina. El problema surge cuando una mujer tiene que inventar las reglas de una forma femenina de estar en el mundo en contra de las costumbres reinantes.

Aquí es donde el libro se vuelve oscuro, cerrado, envuelto en una atmósfera decadente y misteriosa, cuestión que finalmente será su mayor virtud. Colette logra devolver al lector una descripción impresionista de lo que ella conoció basada en la sugerencia y en lo implícito.

Al identificar independencia con liberación sexual las mujeres que aparecen en esta novela caen en la búsqueda de todo tipo de placeres, no siempre sanos, como si una cosa llevara a la otra. Visto desde nuestra época esta actitud nos puede parecer ingenua o simplemente equivocada, pero no deja de ser una conducta aún habitual en nuestros días; solo el escenario es distinto.

Así, la obra comienza con la entrada de Colette en un fumadero de opio en busca de una amiga de la que ha sido amante. Precisamente lo que da miedo a la escritora en esa búsqueda es comprobar con sus propios ojos la destrucción de una persona cuando lo que la había enamorado de ella eran sus gestos más sencillos.

Paradigmático es el ejemplo de la poetisa Renée Vivien, ejemplo de aquel París finisecular, libertino, exótico cuya memoria quiere recuperar Colette en este libro. Renée Vivien vivió una especie de infierno neurótico entre las brumas del alcohol, el amor por las formas refinadas y una insatisfacción crónica que terminó bruscamente con su muerte, aún joven.

Hay momentos en este libro en que recordamos las páginas de Proust por su sagacidad y por esa forma de penetración inmisericorde en el alma humana. Eso sí, un Proust escurridizo y de sintaxis desnuda, pero con igual capacidad para expresar con palabras una exquisita sensibilidad. No podemos olvidar que con Lo puro y lo impuro Colette comenzó la última etapa de su producción literaria en la que muestra su madurez no solo creativa sino como mujer; echa la vista atrás y se ve asentada en el mundo: ha llegado a donde quería, y renunciando a la idea del bien y del mal impuesta por la sociedad masculina, prefiere distinguir lo puro de lo impuro.

Lo puro y lo impuro. Colette. Global Rhythm Press.

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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