No habrá más penas ni olvido, de Osvaldo Soriano: Perón o muerte

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Osvaldo Soriano fue un escritor que gozó del privilegio de tener éxito literario apenas recién comenzada su carrera como escritor y, de hecho, se convirtió en uno de los escritores argentinos más vendidos y traducidos. Su muerte temprana truncó la que podía haber sido una carrera fulgurante. Lo extraño es que, pese a su indudable calidad y éxito de entonces, parece haber sido relegado, injustamente, a un segundo plano dentro de la literatura hispanoamericana. Claro que a él esto quizá no le hubiera importado demasiado puesto que, como decía irónicamente, él no estaba interesado en la literatura, a él lo que le importaba era, sencillamente, escribir.

Tras su estreno como escritor con Triste, solitario y final, su segunda novela fue No habrá más penas ni olvido, una novela de temática política que, aunque no se publicó hasta 1978, Osvaldo Soriano la escribió en 1974, dos años antes de que se produjera el golpe de estado que dio lugar a una de las dictaduras más terribles que ha vivido Argentina y que propició el exilio, entre otros muchos artistas e intelectuales, el del propio Osvaldo Soriano. El título de esta novela está extraído de la letra de un tango de Carlos Gardel que dice: “…mi Buenos Aires querido, cuando te vuelva a ver, no habrá más penas ni olvido”. El propio autor explicó en una entrevista cómo fueron las circunstancias en las que escribió esta novela:

Escribí No habrá más penas ni olvido acá, en 1974, aunque muchos creen que fue durante el exilio. Era un momento difícil de mi vida. Mi viejo se estaba muriendo. Yo estaba muy sensibilizado por ese disparate que ocurría en el país y que nos desbordaba en todos los aspectos: ¿qué era eso de que Perón bautizara como peronistas a quienes no lo eran y echara peronistas que sí lo eran?….

La trama de esta novela se puede considerar, en cierta medida, un anticipo del golpe militar que sufriría Argentina en 1976 y, para poder contextualizar el argumento, hay que referirse necesariamente a la atmósfera política y social que se vivía en Argentina durante aquellos años, un país que padeció en un  periodo de apenas 40 años ocho golpes de estado promovidos por las fuerzas militares. Con Perón exiliado, el peronismo triunfó en las elecciones de 1973. Sin embargo, tras esas elecciones los peronistas se dividieron en dos facciones, los conocidos como “montoneros”, alineados con la izquierda, y los “justicialistas” alineados con el sector más conservador. Ambas facciones se enfrentaron, literalmente, en más de una ocasión dando lugar a enfrentamientos a veces tan dramáticos como la masacre de Ezeiza, que ocurrió el día en que Perón regresaba a Argentina del exilio.

Una vez puestos en contexto, diremos que la acción de No habrá más penas ni olvido se sitúa en un pueblo ficticio llamado Colonia Vela, y el comienzo no puede ser más directo: un comisario le advierte a Ignacio Fuentes, el delegado municipal, que lo van a acusar de tener infiltrados -un eufemismo para referirse a los comunistas-, y entre esos acusados de infiltrados está Mateo, un amigo de Ignacio. Así pues, Ignacio es conminado a depurar o “normalizar” los hombres a su cargo, pues es una orden superior. Ignacio no da crédito a lo que escucha, pues si han acusado a su amigo Mateo eso significa que pronto lo acusarán también a él, algo que terminará sucediendo y que sencillamente no entiende, pues se considera un peronista incontestable, de primera línea, que ha probado sobradamente su lealtad, perplejidad que Osvaldo Soriano concentra en una sola frase de forma genial cuando Fuentes dice aquello de: “yo nunca me metí en política: siempre fui peronista”.

Sin embargo, Ignacio Fuentes no se arredrará: va hasta su casa en busca de un arma, se atrinchera en la comisaría con un par de hombres y decide enfrentarse, no se sabe si por heroísmo o por pura terquedad, al comisario Llanos y a toda su cuadrilla. De esa forma, un tanto esperpéntica, se iniciará en el tranquilo pueblo de Colonia Vela, poco acostumbrado a los sobresaltos, una auténtica batalla campal que irá degenerando y subiendo de temperatura conforme la historia avanza. Ambos bandos se acusarán recíprocamente de deslealtad y traición. Hay una escena bastante notable en este sentido en la que Fuentes y Llanos se intercambian una serie de mensajes escritos que terminan en ambos casos con la frase “¡Perón o muerte!”. Es de destacar que, en medio de todo este drama, Osvaldo Soriano utiliza el lenguaje con una sutil ironía que a veces es capaz de arrancarnos una sonrisa, como por ejemplo cuando Fuentes trata de mantener la lealtad de García, uno de los hombres atrincherados con él, firmándole sucesivos ascensos. El esperpento de la situación consiste en que nadie parece saber muy bien por lo que está luchando, y lo que inicialmente podría haberse resuelto como un simple disputa, termina alcanzando el paroxismo y convirtiéndose en un caos sin precedentes, una vez que la locura colectiva se ha contagiado a todo el pueblo y en donde los bandos oponentes son capaces de matar con un frenesí que nos parece absurdo, pues ni siquiera se dispara por defender una ideología, sino por resistirse a ceder al empeño del otro.

El ritmo trepidante con que está escrita esta novela hace que su lectura sea muy sencilla y agradable. La introducción del humor, aunque sea negro, y una redomada ironía, rayana a veces en el sarcasmo, hacen que este libro sea un auténtico goce para el lector, si bien es cierto que la última parte de la novela alcanza momentos en los que ese tono paródico se diluye en escenas de un dramatismo que llega a ser brutal, con ejecuciones y torturas incluidas. La triste realidad que Osvaldo Soriano nos refleja de un modo genial en No habrá más penas ni olvido es la del riesgo  de la intolerancia y el peligro que conlleva de caer en el fanatismo más exacerbado. En medio de todo eso, pese a que parezca imposible, Osvaldo Soriano parece sentir una enorme ternura por sus personajes, incluso al final, cuando todo parece que va a resolverse con la llegada del ejército, premonición esta que acabaría por suceder en la realidad, y con una frase final con la que el autor parece querer cerrar la novela con una especie de guiño simpático, cuando uno de los personajes mira al cielo y comenta el buen día que hace, y añade “un día peronista”.

No habrá más penas ni olvido. Osvaldo Soriano. Editorial Sudamericana

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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