Pasaje a la India. E. M. Forster

Pasaje a la India


Descubrir varios niveles de lectura en una novela es una de las mayores felicidades que puede encontrar un lector. En este sentido, Pasaje a la India (1924) es un caso ejemplar, una novela que oculta tras su amena y fácil lectura una honda reflexión sobre la esencia espiritual del ser humano. Curiosamente su autor, Edward Morgan Forster (1879-1970) no destacó como un escritor especialmente profundo, aunque sí como una gran narrador de historias. Con Pasaje a la India alcanzó la cumbre de su producción y encontró un lugar entre los novelistas más destacados del siglo XX, lugar que no hubiera merecido dada la mediocridad de buena parte de su obra.Esta novela es a la vez un documento histórico, una exposición filosófica y religiosa, y desde luego, una gran obra de arte, complicada y misteriosa, que puede pasar inadvertida para el gran público debido a su aparente sencillez. Se trata en realidad del viaje de iniciación de dos turistas inglesas a un país que trasciende los horizontes de la mentalidad occidental. Hasta la India llegan Mrs. Moore y Adela Quested, la primera, madre del magistrado de la ciudad de Chandrapore, y la segunda, su prometida, quien va a ver in situ a su futuro marido y a comprobar cómo será su vida en el país colonizado si al final decide casarse con él. Desde el principio muestran un vivo interés por conocer la auténtica India y sus habitantes, pero pronto se encuentran con la barrera infranqueable del racismo y la superioridad de la clase inglesa, recluida en sus clubs y en un clasismo que no oculta sus maneras despectivas y crueles hacia los habitantes nativos.

Por mediación del profesor Fielding, conocerán al médico Aziz, un joven musulmán, culto y viudo, pero a la vez ingenuo y bondadoso, que derrocha amor hacia los demás. Fielding, con su humanismo liberal que estima las relaciones personales y la amistad por encima de los convencionalismos, será el personaje-bisagra, el gran hallazgo de E. M. Forster, que hará posible el encuentro de las dos civilizaciones, la oriental y la occidental.

Aziz, por tratar de corresponder al gran interés mostrado por las dos inglesas hacia su país, se ofrece como anfitrión en una excursión a las Cuevas de Marabar, único lugar interesante en la pequeña población india. Pero algo extraño ocurre durante la excursión: por una razón u otra, los invitados a la misma quedan rezagados, y a las cuevas más altas sólo acuden el propio Aziz con su criado y Adela. Las cuevas en sí no tienen ningún atractivo; son una especie de laberinto oscuro en el que destaca un eco impresionante que aparece como un elemento perturbador para quienes las visita por primera vez. No sabremos muy bien lo que ocurre, pero Adela terminará denunciando a Aziz por intentar abusar de ella.

La maquinaria colonialista se pondrá entonces en marcha. Los ingleses tratarán de aplastar la osadía de los indios a través de Aziz; por contra, la comunidad nativa tomará el hecho como una forma más del desprecio de los ingleses y se preparan para defenderse como si de una batalla se tratara. La confrontación entre las dos civilizaciones estará servida.

Aparentemente, la novela parece situarse en este sentido como un relato político entre opresores y oprimidos en el que el autor se pone claramente del lado de las víctimas. Pero Pasaje a la India es mucho más que la narración de un enfrentamiento de culturas: es la exposición de esas mismas culturas, dentro de una historia intrincada e indignante, quizá realizada con la idea de reconciliar esas fuerzas discordes de la razón y el misterio, de armonizar la trágica antítesis del hombre.

Así lo entendió E. M. Forster, que dividió la novela en tres partes fundamentales: la Mezquita, las Cuevas y el Templo. Cada una de ellas corresponderá a una forma diferente de entender la vida real y la espiritualidad. El Islam, representado por la Mezquita y por Aziz, será la naturaleza emocional y la entrega incondicional; en el Templo, dedicado al culto de Shri Krishna, predominará el amor y la integración con el universo, encarnados por un personaje misterioso, Narayan Godbole, un hindú filosófico, tranquilo e imperturbable, en el que parece identificarse misterio y religión; y finalmente, las Cuevas, con su secreta llamada hacia lo insondable, se opondrán a la mentalidad racional y jerárquica de los cristianos occidentales.

Pasaje a la India es una novela llena de simbología, y dentro de ella, las Cuevas se erigen como un personaje más, indescifrable y enigmático. El eco que se escucha en su interior es el eco de nuestras propias conciencias: si están vacías, sólo resonará en vacío en nuestro interior. Ese eco simbolizará la ausencia de Dios, el lugar donde ninguna religión tendrá acceso; en suma, la presencia del mal. Lo que la protagonista escucha en el interior de las cuevas es su propio yo, desnudo, sin intermediarios, con el que no está de acuerdo. Por eso, muy sutilmente, E. M. Forster nos contará que durante todo el proceso judicial contra el presunto violador, la joven sigue escuchando el eco dentro de sí misma, y sólo cuando deje de hacerlo, se aclarará la terrible situación.

Por la inteligente fusión entre realismo y simbolismo, misterio y razón, Pasaje a la India es una obra maestra llena de ingenio y sabiduría. Su soberbio poder de ambientación, sus magníficas descripciones, el poder de sugestión de su trama, sus profundas reflexiones psicológicas y filosóficas y, a la vez, su gratificante amenidad, hacen de esta obra un gran atractivo para aquellos lectores a los que le guste leer algo más que una simple historia bien contada.

Pasaje a la India. E. M. Forster. Alianza Editorial.

No podemos dar por finalizada esta reseña sin recordar la excelente adaptación que hizo el director de cine David Lean, última de las cumbres de su cinematografía, donde recreó con inusitada sabiduría la esencia de esta novela a través de fotogramas llenos de pasión y emotividad.

Asimismo, queremos hacer mención al director estadounidense James Ivory, que ha conseguido difundir mundialmente la obra de E. M. Forster (Una habitación con vistas, Maurice y Retorno a Horward’s End) a través de unas películas cuya factura, menos sobresaliente que la de David Lean, ha creado una curiosa simbiosis entre el escritor y él, de forma que las virtudes y los defectos de uno se reproducen en el otro con una asombrosa precisión.

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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