Poetas de Venezuela: Rafael Cadenas

Rafael Cadenas  (Barquisimeto, Lara, 1930)  es un poeta atípico: su país, Venezuela, no tenía una gran tradición lírica, acaso por el aislamiento político en el que siempre se ha visto inmersa la nación. El diálogo, el debate, la controversia, la polémica, el ejercicio sin cortapisas de la crítica es fuente innegable de una bien desarrollada vida literaria, y la descomposición de la sociedad civil y el apartamiento del país de la modernidad, ya desde sus orígenes, no ha contribuido al florecimiento de una literatura viva.

La búsqueda del yo individual

En ese contexto, Rafael Cadenas publicó en 1960 Los cuadernos del destierro, título que ya es una declaración de intenciones acerca de su relación con el aislamiento de su tierra. Lejos de cultivar la memoria y la nostalgia, Cadenas decidió adentrarse en su yo individual con un lenguaje pasional y lúcido, capaz de un análisis riguroso del ser humano, “víctima de su propia psique”, del sufrimiento, la angustia y la agonía.

Respecto a esa búsqueda del concilio con nuestra condición humana, Rafael Cadenas contestó así en una entrevista:

El origen está en una especie de quiebra psíquica al comienzo de los años 60, la cual me llevó a hacerme preguntas que creía resueltas. Fue un despertar, pues hasta entonces yo había vivido conforme a ideas procedentes de un esquema que a todo responde, que todo lo explica, cuando en realidad no existe nada que esté fuera del misterio, de ese misterio de fondo que también nos constituye, y cualquier explicación no trasciende el campo de lo relativo donde sí puede tener validez. Es allí donde funciona el pensamiento, más allá no, más allá tiene que enmudecer, lo que no está mal pues es muy hablador, porque ha de toparse con lo desconocido, con la fuente infranqueable, con lo que ha recibido muchos nombres, pero en realidad no puede tener ninguno.

Los cuadernos del destierro supuso una poesía rupturista y desafiante, algo absolutamente novedoso en Venezuela, en la que el yo se exalta con la declaración radical de su diferencia y la asunción de su marginalidad:

Yo nunca supe si fui escogido para trasladar revelaciones.
Nunca estuve seguro de mi cuerpo.
Nunca pude precisar si tenía una historia.
Yo ignoraba todo lo concerniente a mí ya mis ancestros.
Nunca creí que mis ojos, orejas, boca, nariz, piel, movimientos, gustos, dilecciones, aversiones me pertenecían enteramente.
Yo apenas sospechaba que había tierra, luz, agua, aire, que vivía y que estaba obligado a llevar mi cuerpo de un lado a otro, alimentándolo, limpiándolo, cuidándolo para que luciera presentable en el animado concierto de la honorabilidad ciudadana.
Mi mal era irrescatable.
Me sentía solo. Necesitaba a mi lado una mujer silenciosa, paciente y dúctil que me rodease con una voz.
Yo era un rey de infranqueable designio, de voluntad educada para la recepción del acatamiento, de pretensiones que hacían sonreír a los duendes.
Un rey niño.
Cuando advino, inopinadamente, una era de pobreza, perdí mi serenidad.
Mis pasiones absolutas -entre ellas el amor, que para mí era totalidad- fueron barridas.
En suma, yo era una pregunta condenada a no calzar el signo de interrogación. O un navío que se transformaba en fosforescente penacho de dragón. O una nube que se demudaba conforme al movimiento.
Habitaba un lugar indeciso.
Mi historia era un largo recuento de inauditas torpezas, de infértiles averiguaciones, de fabulosas fábricas.
Un dios cobarde usurpaba mis aras.
Él había degollado el amor frente a una reluciente laguna, en un bosque de caobos. Huía mugiendo sábanas ensangrentadas. Escapaba del recinto feliz. Las nubes eran símbolos zoológicos de mi destierro.
El amor me conducía con inocencia hacia la destrucción.
El odio, como a mis mayores, me fortalecía.
Pero yo era generoso y sabía reír.
Como no soportaba la claridad, dispuse entre anaranjados estertores de sol mi regreso hacia el final. Las aguas me condujeron como el sensitivo lleva la pesadilla. Volví insomne al lugar de la ficción
.

Leer a Rafael Cadenas es asomarse a un discurso contundente, riguroso, sobrio, contrario a la verbosidad, resultado de un proceso de escritura riguroso y lento. Militante del Partido Comunista de Venezuela, encarcelado y después exiliado por el dictador Marcos Pérez Jiménez, sus reflexiones llevan a la idea de la vida como totalidad, como una aceptación de la existencia finita, de la realidad en su justa crudeza:

Me fustigo.
Me abro la carne.
Me exhibo sobre un escenario.
Allí no ofrezco el número decisivo.
Devorarme ¡mi gran milicia!, pero soy también un armador tenaz.
Sé reunirme pacientemente, usando rudos métodos de ensamblaje.
Conozco mil fórmulas de reparación. Reajustes, atornillamientos, tirones, las manejo todas.
A golpes junto las piezas.
Siempre regreso a mi tamaño natural.
Me deshago, me suprimo, displicente, me borro de un plumazo y vuelvo a montar,
                                                                                                                                   montar al carafresca.
(No se trata de rearmar un monstruo, eso es fácil, sino de devolverle a alguien
                                                                                                                                   las proporciones.)
Planto mi casa en medio de la locuacidad.
Me reconstruyo con un plano inefable.
Calma. Ya está. Entro a la horma.

Rutina. Falsas maniobras, 1966

El peligro de las palabras

Con una fuerte influencia de Walt Whitman, en un momento determinado de su carrera literaria se ve a sí mismo como un impostor e intuyó que en la suntuosidad verbal acechaba un gran peligro: el peligro de perderse en el laberinto de la palabra:

Hace algún tiempo solía dividirme en innumerables personas. Fui sucesivamente, y sin que una cosa estorba a la otra, santo, viajero, equilibrista.

Para complacer a los otros y a mí, he conservado una imagen doble. He estado aquí y en otros lugares. He criado espectros enfermizos.

Cada vez que tenía un momento de reposo, me asaltaban las imágenes de mis transformaciones, llevándome al aislamiento. La multiplicidad se lanzaba contra mí. Yo la conjuraba.

Era el desfile de los habitantes desunidos, las sombras de ninguna región.

Ocurría al final que las cosas no eran lo que yo había creído.

Sobre todo, me ha faltado entre los fantasmas aquel que camina sin yo verlo.

Tal vez el secreto de lo apacible esté allí, entre líneas, como un resplandor innominado, y mi soberbia injustificada ceda el paso a una gran paz, una alegría sobria, una rectitud inmediata.

Hasta entonces
.

Falsas maniobras, 1966

Así aparece en 1977 su libro Intemperie, una obra nacida desde la depresión, desde la búsqueda de sí mismo sin ninguna pretensión exhibicionista, solo una declaración angustiada, una sed de integridad que bien pueden resumir estos dos poemas:

¿Cómo pudo
volverse tribunal
de su vida
(no es sino la sala
donde se reúne
a rumiar fallos)
el
que menos juzga,
el
que existe desde su cuerpo,
el
menos concluyente
de los nacidos?

***********************************************

Puesto que estás aquí,
tienes que

Aquí se camina
sin preguntar.

Tienes que
No precisemos.
Haz como que entiendes.

Ya sabes:
sin interrogar.
(Todas las preguntas caen
a los pies de tienes que.)

¿Angustia?
Nada de eso,
quédate tranquilo
en tu silla, contando las horas.

Una lucidez desencantada

La búsqueda de la voz auténtica, junto a su acercamiento al taoísmo y el zen, llevan a Rafael Cadenas a tomar una postura ética respecto a la propia poesía: la preocupación por la palabra justa, el decir recto, el rigor en las ideas.

Su poesía se vuelve epigramática, ya bien alejada de sus comienzos en Los cuadernos del destierro, de una lucidez desencantada, de una fuerte desconfianza por la capacidad del lenguaje para decir y hacer decir cualquier cosa. Es cuando su poesía se afila:

Mal

Detenido, no sé dónde, mas es un hecho que estoy, detenido.
Llevo años en el mismo lugar, al fondo. ¿Vivo? Funciono, y ya es mucho.

* * *

Angst

No es nada, nada
algo sin trascendencia,
nada.
Una dificultad leve
en la respiración.
Problema de angostura
parece.
¿Acaso no sabías
que la puerta es estrecha?

* * *

As if

Es como si amáramos. Es como si sintiésemos. Es como si viviéramos.

Esto fatiga. Hasta se ansía un error. Puede que al equivocarse,
                                                                                            los actores rocen la verdad.

Memorial, 1977

En 1983 publica Amante, un poemario que sorprende por su sensualidad, por el acercamiento al lenguaje del amor, siempre desde la rigurosidad de su pensamiento y su escritura. Aparece así un Rafael Cadenas más humano que nunca, más individual dentro de un tema tan universal, dándonos una visión sublime del más huidizo de los sentimientos:

¿Cómo pudiste vivir
de la idea
que la ocultaba,
con un sabor
que no era el de ella,
huyendo
de su aparecer
que era también el tuyo?

El poeta escéptico

Y de nuevo la lucidez en Gestiones, de 1992, que viene a demostrar algo que siempre ha defendido Rafael Cadenas: “El que escribió mis libros es otro, el de ayer es otro, el de hace unos minutos, ya que cambiamos, es otro, otro y el mismo, pero ese mismo es sólo la sensación de ser, de sentirse siendo.” Escepticismo, para lo que siente en cada momento. Rafael Cadenas afirma que basta ver lo que ocurre todos los días en el mundo para no incurrir en optimismos ingenuos, que nos colocan en las afueras de la realidad. Su libro Gestiones contiene ese escepticismo del poeta que sale del ensueño de la literatura para darse de bruces con lo real:

Matrimonio

Todo, habitual,
sin magia,
sin los aderezos que usa la retórica,
sin esos atavíos con que se suele recargar el misterio.

Líneas puras, sin más, de cuadro clásico.
Un transcurrir lleno de antigüedad,
de médula cotidiana,
de cumplimiento.
Como de gente que abre a la hora de siempre.

Gestiones, 1992

O este poema desgarrador de tanta pura realidad que contiene:

¿Quién deja de oponerse?
¿Quién se sale del juego?
¿Quién se vive en el vacío?
¿Quién hace del desabrigo refugio?
¿Quién se disuelve en el percibir?
¿Quién se expone sin arrimo al descampado?
¿Quién abandona el trajín por la hora solitaria?
¿Quién puede comer con tenedores de absoluta piedad?
¿Quién accede a trocar su día por un rostro que no ha de ver?

Gestiones, 1992

Derrota

Quisiéramos terminar esta breve reseña del gran poeta venezolano con un largo poema que acaso resuma toda su trayectoria vital, todo su dolor y su lucidez, su humildad y su grandeza, con las palabras rectas y justas que siempre ha usado y que han convertido Rafael Cadenas en uno de los mejores poetas actuales del mundo:

Derrota

Yo que no he tenido nunca un oficio
que ante todo competidor me he sentido débil
que perdí los mejores títulos para la vida
que apenas llego a un sitio ya quiero irme (creyendo que mudarme
                                                                                                   es una solución)
que he sido negado anticipadamente y escarnecido por los más aptos
que me arrimo a las paredes para no caer del todo
que soy objeto de risa para mí mismo
que creí que mi padre era eterno
que he sido humillado por profesores de literatura
que un día pregunté en qué podía ayudar y la respuesta fue una risotada
que no podré nunca formar un hogar, ni ser brillante, ni triunfar en la vida
que he sido abandonado por muchas personas porque casi no hablo
que tengo vergüenza por actos que no he cometido
que poco me ha faltado para echar a correr por la calle
que he perdido un centro que nunca tuve
que me he vuelto el hazmerreír de mucha gente por vivir en el limbo
que no encontraré nunca quién me soporte
que fui preterido en aras de personas más miserables que yo
que seguiré toda la vida así y que el año entrante seré muchas veces
                                                                   más burlado en mi ridícula ambición
que estoy cansado de recibir consejos de otros más aletargados que yo
                                                         («Ud. es muy quedado, avíspese despierte»)
que nunca podré viajar a la India
que he recibido favores sin dar nada a cambio
que ando por la ciudad de un lado a otro como una pluma
que me dejo llevar por los otros
que no tengo personalidad ni quiero tenerla
que todo el día tapo mi rebelión
que no me he ido a las guerrillas
que no he hecho nada por mi pueblo
que no soy de las FALN y me desespero por todas esas cosas y por otras
                                                           cuya enumeración sería interminable
que no puedo salir de mi prisión
que he sido dado de baja en todas partes por inútil
que en realidad no he podido casarme ni ir a París ni tener un día sereno
que me niego a reconocer los hechos
que siempre babeo sobre mi historia
que soy imbécil y más que imbécil de nacimiento
que perdí el hilo del discurso que se ejecutaba en mí y no he podido encontrarlo
que no lloro cuando siento deseos de hacerlo
que llego tarde a todo
que he sido arruinado por tantas marchas y contramarchas
que ansío la inmovilidad perfecta y la prisa impecable
que no soy lo que soy ni lo que no soy
que a pesar de todo tengo un orgullo satánico aunque a ciertas horas
                                               haya sido humilde hasta igualarme a las piedras
que he vivido quince años en el mismo círculo
que me creí predestinado para algo fuera de lo común y nada he logrado
que nunca usaré corbata
que no encuentro mi cuerpo
que he percibido por relámpagos mi falsedad y no he podido derribarme,
                                               barrer todo y crear de mi indolencia, mi flotación,
                                               mi extravío una frescura nueva, y obstinadamente
                                               me suicido al alcance de la mano
me levantaré del suelo más ridículo todavía para seguir burlándome de los otros
                                               y de mí hasta el día del juicio final.

Sobre otros poetas de Venezuela:

Andrés Eloy Blanco

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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