Quizá nos lleve el viento al infinito. Gonzalo Torrente Ballester: el juego de las identidades

quizá nos lleve el viento al infinitoA Torrente Ballester, como a otros muchos escritores, lo conocí a través de la recomendación de mi padre, que poseía un indiscutible buen gusto literario y, en general, artístico. Lo que siempre me ha sorprendido de las novelas de este genial escritor es su inagotable imaginación y su capacidad para escribir en registros muy diferentes. Torrente podía pasar de un estilo realista e incluso costumbrista con novelas tan extraordinarias como Los gozos y las sombras o Filomeno, a mi pesar, a novelas de corte más bien humorístico o satírico como Don Juan y Crónica del rey pasmado, a lo que se suman novelas inclasificables como Off-side o La saga/fuga de J. B. Con Quizá nos lleve el viento al infinito, Torrente Ballester nos sorprende con una historia en la que se atreve a mezclar los patrones de la novela de espías o policial con la ciencia-ficción. He disfrutado muchísimo con todas las obras que he leído de este autor aunque, personalmente, quizá sea esta una de las que guardo un recuerdo más gratificante.

Nada más comenzar su lectura sabemos que no nos enfrentamos a un libro convencional, pues el propio autor nos advierte en una especie de prólogo del siguiente modo:

Este relato es completamente inverosímil, lo cual no quiere decir que sea falso. Todos los relatos de éste género sin excepción, son inverosímiles, lo que tampoco les obliga a ser verdaderos. Entre éste y ésos existe, sin embargo, otro género de diferencia: éste confiesa su inverosimilitud y advierte de ella; los otros no: esa es la razón por la cual la gente, a fin de cuentas, acabará prefiriéndolos. Allá ella.

El argumento de esta historia tiene, como ya he apuntado, una cierta relación con las novelas de espías. El protagonista principal, conocido con el ampuloso nombre del «Maestro de las huellas que se pierden  en la niebla«, es un espía que posee una asombrosa cualidad de transformismo, pues es capaz de adoptar la apariencia de distintos personajes (una cualidad que, dicho sea de paso, apareció con posterioridad en películas de ciencia-ficción como las de la saga Terminator). La actividad del “Maestro de las huellas que se pierden en la niebla” se desarrolla en el Berlín de la guerra fría y su singular misión es, en cierto modo, generar una suerte de caos y confusión en las distintas redes de espionaje en las que se va introduciendo aprovechando su extraordinaria capacidad de transformismo. Eso es, al menos, lo que el propio protagonista nos hace creer, que todo su afán es el de divertirse jugando a ser agente doble o triple que pasa de un bando a otropor simple amor al juego. Torrente Ballester desarrolla esta magnífica novela con una multitud de variantes que, desde el punto de vista literario, son auténticas piruetas que dejan al lector verdaderamente asombrado. La capacidad de jugar que tiene Torrente Ballester parece no acabar nunca: Torrente no solo juega con el lenguaje, juega con la trama, juega con el lector y, lo más extraordinario, llega a jugar incluso con su personaje principal, a quien coloca en una tesitura un tanto unamuniana de llegar a descubrir que su confusa identidad no depende únicamente de él mismo, pues presiente que él no es el verdadero narrador de la historia que está contando sino que algún otro está escribiendo su historia.

Al margen de este argumento, digamos, un tanto metafísico, está la trama meramente policial que lleva al “Maestro” a conocer a una misteriosa mujer llamada Irina, que resulta ser una agente soviética del KGB de la que acaba enamorándose. Gran parte de la historia es la búsqueda inacabable de Irina, que se ve interferida por la intromisión de otra espía, en esta ocasión americana, llamada Eva Gardner y que, como posteriormente se desvelará, es un androide con una implacable capacidad sexual y una ambición desmedida. Aparte de la existencia de esta mujer cyborg se añade la de otro androide, un tal James Bond, cuya sola mención por sí sola ya nos hace sonreír y que es el precursor de Eva. La trama deriva por unos vericuetos verdaderamente sorprendentes y con una capacidad de fabulación ilimitada, Torrente Ballester proporciona, de una forma inigualable, un auténtico despliegue de imaginación desbordante en la que se tratan temas tan interesantes como la identidad, la libertad, la política, la ciencia y, por supuesto, el amor. La búsqueda sin fin de Irina y el descubrimiento de que nada es lo que parece, conducen al narrador, el “Maestro”, hacia un final que todavía recuerdo como uno de los más impactantes y emotivos que he leído nunca. El libro termina con la frase que da título al libro y, puedo garantizar que, cuando uno llega a ese punto, se siente sobrecogido.

Me resulta fascinante la libertad formal de Torrente Ballester. Si se caracterizó por algo a lo largo de mucho tiempo, fue por escribir con auténtica libertad lo que verdaderamente le apetecía, si n entrar en consideraciones comerciales. Hoy en día, intuyo que pocos editores se arriesgarían a publicar algo parecido. Sus lectores siempre estaremos agradecidos de que hubiese editores que, en su momento, apostasen por este genial prosista que alabaron escritores de la talla de Cela, Delibes, o Saramago. No habría que dejar que la obra de este inmenso novelista se perdiera. A veces, cuando contemplo el horizonte desde el balcón de mi casa, o desde la terraza de un hotel, o desde el rompeolas de alguna playa, y sopla un viento ligero, recuerdo esas últimas palabras que cierran esta novela de este modo: “Lo haré un atardecer, cuando el viento se mueva. Si escojo bien el instante, quizá nos lleve el viento al infinito”, y las pronuncio quedamente, con la sospecha de que nadie las entenderá. O tal vez sí.

Quizá nos lleve el viento al infinito. Gonzalo Torrente Ballester. Plaza y Janés

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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