Robin y Marian. Richard Lester

robin y marian

Decía Yukio Mishima que una promesa es un concepto vago, hasta que entra en juego el concepto de lealtad. Y la lealtad, para el protagonista de esta película, ha sido el sentido de su vida; Robin se había prometido a sí mismo ser fiel a sus convicciones, al sentido de la justicia, y también a su rey. Ha pasado años luchando en las cruzadas, por el fervor que sentía por su monarca, Ricardo Corazón de León, y pese a que en la guerra ha visto cometer todo tipo de atrocidades, tarda en tomar la decisión de regresar a su Inglaterra natal, justamente por ese sentimiento de lealtad sincera hacia su rey, en quien creía ciegamente. Pero la edad, la experiencia, el cansancio de una guerra interminable hacen aflorar en él la decepción y el desencanto. Robin ya no es el joven fuerte y atrevido de antaño cuando regresa a su tierra; pese a que en su corazón conserve destellos de aventurero, ha envejecido y está cansado y, como suele suceder cuando todo está en decadencia, la única válvula de escape para el desencanto que le queda la busca en el amor.

Esta atípica película fue rodada por Richard Lester en 1976, y si bien para algunos es una simple secuela o una continuación de la leyenda clásica de Robin Hood, creo que es mucho más que eso. Robin y Marian no podría catalogarse como una película de acción, ni de aventuras, sino, ante todo, como una historia de amor. El amor y la vejez son dos elementos que están presentes en toda la película.

Cuando Robin (interpretado por Sean Connery) regresa de las cruzadas, con su fiel amigo Little John (Nicol Willliamson), se reencuentra con muchos de sus viejos amigos. Pero a quien busca desde el principio es a su amada Marian (la extraordinaria Audrey Hepburn), a quien no ha olvidado en todos sus años de ausencia. Marian se ha recluido en un convento, y ya no confiaba en que su antiguo amor regresara. Robin le confiesa a Marian su decepción por sentir que ha desperdiciado su vida luchando por un ideal y, sin embargo, su impresión tras tantos años de lucha inane es que nada ha cambiado salvo para peor. “Fui triunfador en todas las batallas, pero no sé si realmente gané”, le confiesa Robin a su amada. Marian le reprocha haber desperdiciado toda su juventud apartado de ella, al principio esperanzada con un pronto regreso, pero viendo cómo los años pasaban implacables, hasta que se terminó cansando de esperarle y, cuando lo hace de forma ya inesperada, ella ha tomado los hábitos y ya no sabe cómo reaccionar. Hay una escena bellísima en la que Robin se lleva a Marian a un prado paseando de la mano. En un momento dado, sus cuerpos desaparecen entre la hierba para amarse de nuevo, con un deseo desesperado de recuperar el tiempo perdido. La música de John Barry y la fotografía de David Watkin añaden a ésta y otras escenas aún más lirismo, que contrastan sin embargo con otras escenas más crueles y sanguinarias.

El reencuentro de Robin y Marian supone para ambos la oportunidad de recuperar unas vidas truncadas. Sin embargo, los viejos enemigos de Robin, el malvado rey John (Ian Holm) que ahora gobierna el país y el implacable alguacil de Nottingham (un espléndido Robert Shaw en uno de los papeles más importantes de la película) le harán la vida imposible. Ante tal situación, Robin siente por un momento que ha regresado a una situación similar a la que vivió en sus años de juventud y eso le hace sentirse algo más vivo, como si recuperase una parte de su vida pasada; vuelve a ser un proscrito perseguido por la justicia y no le queda otra alternativa que luchar, algo que Marian le reprocha: “¿Qué vas a hacer ahora? ¿Combatir al Sheriff? ¿Más muertes? ¿No estás cansado de muertes?

Tras varias persecuciones y luchas, Robin y el sheriff de Nottingham se baten en un duelo que es una de las escenas más memorables de la película. Antes de luchar, ambos contendientes oran juntos. A pesar de su enemistad, la relación del sheriff de Nottingham y Robin Hood es respetuosa. El duelo se convierte en un combate de resistencia, en una prueba de fondo en la que ninguno de los dos se dará por vencido hasta ver caer al otro. La tensión que se palpa en esta escena está magistralmente lograda. El espectador siente desasosiego al asistir a un combate que parece no terminar nunca. El resultado final con el sheriff muerto pero un Robin malherido, no parece muy alentador. Robin se reúne con Marian, quien, para acabar con el sufrimiento de un amor imposible, envenena a su amado y a sí misma, para después dedicarle una de las frases de amor más conmovedoras, contundentes y recordadas de la historia del cine: “Te amo. Te amo más que a todo, más que a los niños, más que a los campos que planté con mis manos, más que a la plegaria de la mañana o que a la paz, más que a nuestros alimentos. Te amo más que al amor o a la alegría o a la vida entera. Te amo más que a Dios”.

Cuando Robin es consciente de que va a morir, incapaz ya de luchar, no desea ya otra cosa sino señalar el lugar en que permanecerá muerto, junto con Marian. Así pues, le pide a su fiel Little John que le alcance su arco y una flecha, que dispara a través de la ventana. Como colofón a esta escena increíblemente emotiva, Robin sentencia: “Donde caiga la flecha, John, colócanos juntos y déjanos allí.

 

5/5 - (1 voto)

Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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