Subsuelo. Marcelo Luján: la perversidad subterránea.

subsueloPaul Auster asegura en sus novelas que el azar es algo que determina continuamente nuestras vidas; para otros autores, sin embargo, todo lo que nos sucede es fruto de nuestras propias decisiones. En cualquier caso, ya hablemos de azar, destino o elección, nuestras vidas tienen determinados puntos de inflexión a partir de los cuales ya no existe marcha atrás. Kafka lo expresó de una forma trágica y hermosa: “A partir de cierto punto ya no hay retorno. Ese es el punto que hay que alcanzar”. Dudo mucho que los protagonistas de esta novela estuvieran de acuerdo con la segunda parte de esta afirmación, aunque lo cierto es que la historia que Marcelo Luján narra, de forma impecable, nos muestra la inexorabilidad del destino en cuanto a unos sucesos aterradores que modificarán por completo las vidas de sus protagonistas.

El escenario de esta novela es un lugar muy acotado: una casa en el campo rodeada por un bosque, unas montañas al fondo, un pantano, y una piscina. La novela comienza precisamente ahí, en esa piscina en la que tres adolescentes están sentados en el bordillo, con los pies metidos en el agua. Un chico rubio y su hermana melliza, todavía menores de edad, Fabián y Eva. A su lado un chico moreno, Javier, algo mayor que los mellizos, y que roza disimuladamente su pie con el de Eva, dentro del agua. Mientras tanto, los padres de los muchachos están en la casa, atiborrándose de comida y bebida. En un momento dado, el hielo para las bebidas se agota. Ninguno de los adultos se encuentra lo suficientemente sobrio para acercarse a la gasolinera a por más bolsas de hielo, así que se lo piden a Javier, el chico moreno que se encuentra en la piscina, quien encuentra la oportunidad ideal de acercarse en coche acompañado por Eva, por quien se siente claramente atraído. A ellos se suma finalmente Fabián, que los acompaña, a petición de su madre, hasta la gasolinera. Marcelo Luján nos cuenta la terrible historia de lo que sucede después: el accidente, la culpa, el remordimiento, la pérdida de la inocencia, el castigo, toda la perversión que puede aflorar de la mente humana, la maldad que permanece subrepticiamente fuera de nuestra vista, bajo la superficie, y las inevitables consecuencias que todos esos oscuros recovecos del ser humano hacen aflorar: el dolor, el deseo de venganza, el engaño, el ominoso deseo de no existir, de preferir verse muerto a vivir de forma asfixiante, acuciante, sin redención posible.

Subsuelo está escrita empleando una prosa sobria y precisa, sin adornos innecesarios, dosificando cada párrafo y cada capítulo con la información imprescindible, dejando que el lector intuya, sin saber todo lo que ha ocurrido o, mejor dicho, sin que sepa cómo ha sucedido exactamente. Hay un accidente y, con posterioridad, un regreso a esa misma casa en la que reaparecen algunos personajes, como Ramón, el hermano mayor de Javier, que jugará un papel decisivo en el desenlace de esta trama. Cada uno de los personajes tratan de relegar en el olvido, por diferentes razones, un secreto terrible que se oculta en ese subsuelo metafórico que Marcelo Luján nos presenta de un modo extraordinario: con un enjambre de hormigas que ha comenzado a invadir el terreno que rodea la casa. De algún modo, esa plaga que los dueños del chalé quieren exterminar a toda costa, representa los secretos del pasado que trataron de encubrirse pero que inevitablemente afloran, aunque sea de forma terrible, como montones de hormigas muertas flotando en la piscina.

Sin duda alguna, Marcelo Luján consigue con esta impactante narración contar una historia redonda, sin fisuras, muy dura y cruel, pero con una voz personalísima que, en ciertos momentos, sobre todo al inicio de algunos capítulos, me traía el sonido o la cadencia de ciertos ritmos poéticos, algo que contrasta fuertemente con la negrura de la narración pero que logra un efecto impecable, rotundo, con un ritmo narrativo muy potente que absorbe por completo al lector. Por momentos, su lectura también me ha traído a la memoria la prosa de Cortázar y, tal vez por analogía, su extraordinario relato (pero, ¿qué relato de Cortázar no lo es?) titulado Los venenos, en el que también hay dos hermanos y una plaga de hormigas. Pero volviendo a Subsuelo, no se puede contar mucho más de esta historia sin desvelar parte de las claves. Únicamente me queda recomendar muy sinceramente su lectura y, para finalizar, citaré una frase que aparece en distintos momentos de esta novela, una frase que pronuncia recurrentemente Mabel, la madre de Eva y Fabián y que viene a ser, junto a las hormigas, algo así como el leitmotiv de esta historia, unas palabras que lo expresan todo sin decirnos nada, aunque en seguida comprendamos lo que tienen de terribles: “A nadie le importa dónde aparecen los muertos”. Sin duda, una frase implacable, oscura, inquietante, misteriosa y envenenada como esa noche fatídica que Marcelo Luján nos ha regalado. Una frase que nos anuncia que no podemos elegir, que es imposible escapar de nuestros  fantasmas, del destino, de los monstruos de la razón y, en definitiva, de nosotros mismos.

Subsuelo. Marcelo Luján. Salto de página

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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